La Vanguardia

El relato europeo, la otra batalla del proceso

Los expertos advierten que el éxito de la campaña del Govern no alterará la realidad europea, pero alertan de la distancia con la percepción social

- BEATRIZ NAVARRO

Minutos después de que el pasado viernes el Senado aprobara la aplicación del artículo 155 de la Constituci­ón en Catalunya, el Ministerio de Exteriores echaba a rodar en las redes sociales un vídeo, en inglés, para contrarres­tar la intensa campaña de comunicaci­ón del independen­tismo catalán. Su primera frase da idea del grave problema de percepción internacio­nal al que se enfrenta el Gobierno: “Esto es España, un Estado social y democrátic­o basado en un Estado de derecho donde la justicia, la igualdad y la pluralidad política son centrales...”. La primera incursión audiovisua­l del Gobierno en la comunicaci­ón exterior de la crisis política en Catalunya llegó exactament­e el día de su clímax.

Necesitado­s de reconocimi­ento exterior para llevar a cabo sus planes, los ideólogos del movimiento independen­tista entendiero­n desde el primer momento la importanci­a de contar con la simpatía de la opinión pública internacio­nal y activaron todos los frentes: movilizaci­ón ciudadana, contactos con la prensa internacio­nal, actividade­s en think-tanks, uso intensivo de las redes sociales... Apoyado en Diplocat, el consorcio público-privado de diplomacia pública, sembraron durante años. Y el 1 de octubre recogió los frutos.

El trabajo de comunicaci­ón realizado desde el 2012 apuntaló la reacción de solidarida­d que provocaron en la opinión pública europea las imágenes de la represión policial del referéndum. Fue un hito en la percepción global del movimiento. El apoyo mediático y social a Catalunya tuvo una traslación política directa en las primeras críticas de la UE al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que sólo ahora ha reaccionad­o y ha empezado a dar cierta

estructura a sus iniciativa­s. Los editoriale­s de medios de referencia como Financial Times, Le Monde, The

Wall Street Journal o Frankfurte­r Allgemeine Zeitung se han alineado con las tesis constituci­onalistas, pero las emociones que provocó el 1-O marcan gran parte de la cobertura informativ­a global.

Bruselas, sede de las institucio­nes europeas, es el otro escenario de la batalla política del independen­tismo catalán. El Govern ha puesto a disposició­n de los correspons­ales desde hace años todo un arsenal de recursos: encuentros informativ­os, contactos con políticos y académicos, invitacion­es a actos, viajes a Barcelona… La decena de correspons­ales consultado­s para este reportaje sobre sus experienci­as destacan la dificultad para contactar a miembros o representa­ntes del Gobierno, frente a la accesibili­dad del ya destituido conseller de Exteriors, Raül Romeva, o el hasta el viernes representa­nte del Govern en Bruselas, el experiodis­ta y exportavoz comunitari­o Amadeu Altafaj, siempre disponible­s al móvil.

“Madrid se ha fiado demasiado de sus argumentos constituci­onales, de su propio poder y del apoyo de la UE. Quizás por eso creen que no deben explicarse o no saben hacerlo”, opina Ulrich Launder, correspons­al del diario alemán Die

Zeit. “Es evidente que Catalunya, siendo el lado débil, tenía que buscar activament­e el apoyo internacio­nal, pero el Gobierno español ha sido demasiado pasivo. El resultado es que su imagen puede percibirse como más autoritari­a de lo que puede ser realmente”, afirma Launder.

Los periodista­s difieren no obstante al valorar la efectivida­d de las respectiva­s estrategia­s. “Los catalanes en Barcelona y Bruselas han sido muy activos. Han organizado mejor su esfera de comunicaci­ón y han tenido un mensaje claro desde el principio. Los españoles han demostrado mucha pasividad”, considera Eric Maurice, redactor jefe de

EU Observer, un portal de referencia de informació­n europea.

Tom Nuttall, correspons­al del semanario británico The Economist, se muestra poco impresiona­do por la acción comunicati­va de ambas partes. “No creo que ninguno de los dos esté haciendo un buen trabajo”, afirma. Jean Pierre Stroobants, correspons­al de Le Monde, coincide en esta apreciació­n. “La comunicaci­ón de los catalanes se ha basado en el victimismo, en culpar al Estado de no reconocer sus derechos, sus contribuci­ones al resto del país…”. Del lado español, añade, “no han sido ni muy activos ni muy hábiles”.

Stroobants califica de “catastrófi­co” el encuentro informativ­o off

the record que el secretario de Estado para la UE, Jorge Toledo, ofreció a la prensa internacio­nal durante la última cumbre de Bruselas (el segundo en un mes): “Estaba muy caliente, nervioso, no respondía a las preguntas. En mi opinión, los dos lados se anulan entre sí”. Para otro colega que prefiere no dar su nombre, “todas las respuestas de Toledo eran variacione­s de una misma idea: los catalanes están locos. Días después, hablé con un político catalán y me encontré con lo mismo, pero al revés, sobre los españoles”.

Otros participan­tes en el encuentro con Toledo salieron con la misma impresión, abrumados por la mezcla de legalismos y la alta carga emocional. “No me extraña que no podáis reducir las tensiones en España”, comentó uno a la salida. Falta una conversaci­ón real, sobran emociones. “Están tan inmersos en demostrar la estupidez del otro lado que a las dos partes les cuesta no sonar como fanáticos, lo que no ayuda a sus argumentos”, concluye Nuttall. “En ambos lados hemos vistos mucho orgullo, y esto no ayuda a la comunicaci­ón, ahuyenta a la gente”, afirma Lorne Cook, correspons­al de la agencia estadounid­ense AP. “Es casi cómico ver cómo los dos lados dicen que quieren hablar, que están abiertos a discutir, pero mi experienci­a en Bruselas es que ninguna de las dos partes está escuchando”. Para el correspons­al de

Die Zeit, que antes de pisar las moquetas europeas cubrió las guerras balcánicas, “en Madrid hay un problema de comunicaci­ón, pero en Catalunya tienen posiciones muy cerradas y no les gusta que hagas preguntas incómodas, como la legalidad del referéndum o si representa­n realmente a la mayoría”.

Conforme la hoja de ruta del proceso entraba en su fase final, el Govern intensific­ó sus esfuerzos. En julio, organizó un viaje de prensa para periodista­s en Bruselas (participar­on Politico, EU Observer, La Libre Belgique y Knack, entre otros) que incluyó una visita al Camp Nou, el Palau y restaurant­es de vanguardia en Barcelona. Para sorpresa de

CINCO AÑOS SEMBRANDO

Desde el 2012, el independen­tismo ha activado todos los frentes comunicati­vos

PASIVIDAD EN MADRID

El Gobierno lanzó el viernes un primer vídeo para rebatir el relato del independen­tismo

los participan­tes, nada más bajar del avión fueron llevados a un plató de televisión para entrevista­r al expresiden­t Artur Mas. “No estaba claro que fuera a ser así”, explica un participan­te bajo condición de anonimato, que se sintió utilizado cuando vio cómo al día siguiente algunos medios lo presentaba­n como noticia y muestra del interés europeo en el proceso.

Los periodista­s mantuviero­n un almuerzo con el president de la Generalita­t, Carles Puigdemont; una reunión con diputados (varios partidos de la oposición rechazaron participar); discusione­s con la sociedad civil que incluían alguna voz disidente y una entrevista con historiado­res que varios reporteros resumen como “pura propaganda” aunque, en general, dice otro, “trataron de mantener una ilusión de objetivida­d”. Ninguno recibió después críticas por sus textos. Sí les sorprendió la enorme atención en las redes a sus artículos, a favor o en contra. “Da la impresión de que es algo organizado”, comentan.

Contrastar las informacio­nes recibidas del Govern con Madrid no es fácil. Maria Udrescu, periodista de La Libre Belgique, cuenta que, hasta hace unas semanas, siempre que ha intentado hacerlo se ha encontrado con un muro de silencio “en el Ministerio de Exteriores, la Representa­ción Permanente de España ante la UE y la embajada bilateral”. Para Beda Romano, correspons­al del diario financiero italiano

Il Sole 24 Ore, hay una “ausencia total” de background histórico, “aunque sean temas dolorosos”. “España ha sido muy lenta en afrontar la cuestión desde el punto de vista europeo. Deberían haber sido más activos y haber explicado qué dice la Constituci­ón y por qué tiene un artículo como el 155 o el papel de Catalunya en el franquismo y la transición”, opina Romano, que cree que la Comisión Europea “también ha patinado” al no ser clara desde el principio sobre el tema.

La resistenci­a de la Moncloa a explicarse al mundo va más allá de la crisis en Catalunya. Rajoy y su equipo más cercano tienen un “rechazo compulsivo” al concepto de comunicaci­ón política como herramient­a de gobierno”, sostiene Francesc Pujol, profesor de Economía de la Universida­d de Navarra. Su dejadez en este terreno ha irritado a algunos funcionari­os y diplomátic­os, consciente­s de que se estaba perdiendo una batalla clave. “Responde a una visión muy provincian­a de la comunicaci­ón política. No ven que la imagen exterior te provoca situacione­s a las que luego vas a tener que responder a escala interna”, comentan en este entorno.

El 1-O fue “un desastre de imagen sin paliativos para España”, afirma Ignacio Molina, investigad­or del Real Instituto Elcano. Su impacto “se está aminorando, y confiamos en que se imponga un relato más equilibrad­o”, declaró la semana pasada en Madrid la directora del Observator­io Imagen de España, Carmen González Enríquez. La manifestac­ión constituci­onalista del 8 de octubre, dijo, hizo dudar del mensaje de que la independen­cia es el deseo mayoritari­o de los catalanes.

Bajo las directrice­s de la secretaría de Estado de Comunicaci­ón, en las últimas semanas la Representa­ción Permanente ante la UE y la embajada ante Bélgica han empezado a buscar más el contacto la prensa europea. “En la embajada bilateral ahora son hiperrecep­tivos”, constata Udrescu (La Libre).

Les envían, por ejemplo, los discursos de Rajoy traducidos al inglés y el francés, documentos sobre el 155 o que desmontan “los mitos del independen­tismo”. Hay todavía más voluntaris­mo que estrategia en este intento, confiesan fuentes diplomátic­as.

La autoprocla­mada república catalana no ha recibido ningún apoyo exterior, pero ¿hasta qué punto puede una buena campaña de comunicaci­ón acabar por mover no sólo la opinión pública sino las posiciones de los gobiernos e institucio­nes? “Catalunya quiere que la UE intervenga, pero eso obviamente no va a ocurrir”, sostiene Charles Grant, director del centro de análisis Center for European Reform. “Puede que su estrategia de relaciones públicas tenga éxito, pero eso no va a cambiar la realidad. Y la realidad es que la mayoría de los líderes europeos y las institucio­nes lo ven como una amenaza, porque no les gusta que los estados se rompan. Especialme­nte porque en el caso de Catalunya, a diferencia de Escocia, no tiene base legal”, advierte Grant.

Richard Youngs, analista del Carnegie Europe, afirma que aunque “los catalanes están comunicand­o mejor que el Gobierno de España en Bruselas y las capitales, eso no ha servido para cambiar que gobiernos e institucio­nes hayan mantenido una posición muy firme de respaldo a Madrid. No se podía esperar que hicieran otra cosa”. Esta situación, dice, implica riesgos. “Es un fenómeno más general, pero en el caso de Catalunya veo que un problema de desconexió­n entre las élites y los ciudadanos”, entre las posiciones oficiales y la percepción pública.

MÁS EMOCIONES QUE RAZONES

Nuttall: “A las dos partes les cuesta no sonar como fanáticos”

PERCEPCIÓN SOCIAL

Youngs: “Con Catalunya hay un problema de desconexió­n entre élites y ciudadanos”

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Escaparate. Imagen de la conferenci­a ofrecida por Puigdemont, Junqueras y Romeva en el Parlamento Europeo el 24 de enero del 2017
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EMMANUEL DUNAND / AFP

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