Terror ilustrado
La argentina Samanta Schweblin publica un inquietante relato ilustrado al óleo por Duna Rolando
El último cuento de Samantha Schweblin, La respiración cavernaria, se publica en solitario y con la especial colaboración de la pintora Duna Rolando, quien ha ilustrado el relato de terror con 18 óleos que pretenden ser un contrapunto a la narración escrita.
En los libros de la argentina Samanta Schweblin (Buenos Aires, 1978) pasan cosas inquietantes. Lo saben los seguidores de esta autora, con obras como Distancia de rescate, que disecciona la claustrofóbica angustia de una madre ante el sufrimiento de su hija. Maestra de la corta distancia, sus cuentos han sido recogidos en volúmenes como Pájaros en la boca o Siete casas vacías, con el que obtuvo el premio Ribera del Duero 2015. Lo que nunca había hecho es publicar, como ahora, un solo cuento, La respiración cavernaria (Páginas de Espuma), y encima ilustrado –al óleo, como si se lo hubieran encargado a Velázquez– por la pintora Duna Rolando (Buenos Aires, 1964), residente, como ella, en Berlín, y que ha empleado un año y medio en realizar las 18 imágenes, reproducidas en papel barnizado.
La respiración cavernaria tiene 94 páginas y está protagonizada por Lola, una anciana que respira entrecortadamente y emitiendo, en su juego rítmico de inspiración y expiración, un hálito sonoro y escalofriante. “Yo tuve una abuela que respiraba así –explica la autora, en la presentación de su libro en Madrid– y, como el personaje, creía que era elegante silbar para disimular esos sonidos”.
“Publicar un único cuento en libro es el sueño de todos los que escribimos corto –admite–. Parece que un cuento tenga siempre que esperar el nacimiento de otros para ver la luz en forma de libro. Pero, para mí, cada relato es un momento único, no precisa de nada más. Reunirlos agrupados es artificial”.
Duna Rolando, además de cantante de tango, es conocida por sus retratos hiperrealistas de gran formato, sobre todo de artistas residentes en Berlín. Fue ella la que escogió La respiración cavernaria pues “me identifiqué profundamente y vi a mi propia abuela. Tuvimos serias discrepancias con Sa- manta, porque ella la ve como un monstruo y a mí me parece entrañable. No es lo mismo mala que loca”.
Escritora y pintora han trabajado en continua comunicación. “No se trata de ilustrar un texto –dice Schweblin–, sino de mostrar otras cosas. Por ejemplo, Lola se la pasa criticando a su marido, al que ve como un soso, y aquí en el dibujo, en el pasillo, vemos sus trofeos de nada- dor, se adivina el hombre maravilloso que ella no sabe ver”.
Las dificultades perceptivas de Lola –aquejada de algún tipo de senilidad– introducen suspense en el texto, mientras que los dibujos, de contornos bien definidos, son un contrapunto de claridad. “El alzheimer te convierte en un muerto vivo, no sabes ni a quién amas, pero tu cuerpo se levanta todas las malditas mañanas”, explica la escritora, una de las principales responsables de haber actualizado algunos temas clásicos del terror en la literatura contemporánea. “Estamos todos tan asustados que leer historias de miedo permite conocer mejor nuestros propios temores –dice ella–. Pero hay mucha literatura de miedo no etiquetada en el género”. “Mi formación es de cine y televisión –prosigue–, así que siempre me pregunté cuál es la forma más efectiva de contar una historia. Si hubiera estudiado Letras, la pregunta tal vez sería otra”.
Con el volumen de Schweblin, Páginas de Espuma –recién distinguida con el premio FIL al Mérito Editorial– inaugura su colección de libros ilustrados. Schweblin, asimismo, dice estar escribiendo la que será su novela más larga, pues sucede “en 25 ciudades diferentes”.
“Estamos todos tan asustados que leer historias de miedo nos ayuda a conocernos”, afirma la autora