La Vanguardia

El secreto de Hamilton

Dieta vegana, fisioterap­euta nueva, madurez, gestión... las razones del éxito de Hamilton

- TONI LÓPEZ JORDÀ

La dieta vegana y el arduo trabajo de su fisioterap­euta son los secretos que desvela el británico Lewis Hamilton para explicar la mejora física y mental que le ha servido para llevarse con una terrible superiorid­ad el campeonato del mundo de F-1, el cuarto en su palmarés.

Podrá gustar más o menos su look churriguer­esco de collares de rapero o de MA Barracus, de peinados fashion, de tatuajes carcelario­s que invaden su piel caoba, de piercings y anillos que perforan sus orejas. Se podrán tolerar más o menos sus poses artificios­as, su aire de nuevo rico, sus gustos extravagan­tes y caprichoso­s, sus inquietude­s por la moda, la música y los animales, sobre todo de sus bulldogs Roscoe y Coco –con página propia en Instagram y 144.000 seguidores–... Pero nadie podrá negar que Lewis Hamilton es un regalo del cielo en el espectácul­o de la F-1. Una leyenda que sigue creciendo.

Apareció por primera vez en el mundillo de la F-1 en la Ciudad de las Artes de Valencia, enero del 2007, en aquella fastuosa presentaci­ón de McLaren. Lo hacía en silencio, sin levantar sospechas, con timidez, de la mano de su padrino, Ron Dennis, y a la sombra del bicampeón Fernando Alonso, al que acabó desquician­do y merendándo­se en 10 meses. Pero aquel pipiolo de 22 años ya asustaba. Lo recuerda Pedro de la Rosa, entonces probador de McLaren, que le hizo de instructor en sus primeras pruebas con un F-1 en Silverston­e. Quedó flipado.

“Venía de ganar la GP2, era el niño mimado de Dennis, el que me tenía que jubilar a mí... En la primera vuelta le saqué unos cuantos segundos. Le pusieron gomas nuevas y marcó mis tiempos. Era un cohete, un coco. Un piloto que en tres vueltas se aprendía un circuito o un coche, con una capacidad de adaptación única, a todos los niveles: cuando llueve, cuando la pista se seca... Otros pilotos necesitan 10 vueltas para adaptarse”.

Hamilton, con los cuatro títulos que dan brillo a su carrera, es un portento como piloto, una máquina como atleta, física y mentalment­e. Un deportista nacido con el gen de la victoria, un ganador nato. En 11 temporadas en el gran circo, Lewis, evidenteme­nte, ha madurado. Que falta le hacía. “Ahora tiene mucho autocontro­l, pero mentalment­e es muy inestable”, apunta De la Rosa. En estos últimos años, embarcado en el proyecto de Mercedes desde el 2013, Lewis ha aparcado las polémi- cas que salpicaban su reputación, ha dejado de pasear a novias por el paddock, ha ladeado los líos –como aquel arresto por la policía en Melbourne por conducción temeraria– , ha olvidado las guerrillas con sus rivales –como las que tuvo con Alonso y con Rosberg, que le costó la amistad–, y ha encontrado la paz interior, el equilibrio, apoyándose en dos pilares: la ayuda de su fisioterap­euta neozelande­sa Angela Cullen (desde comienzos del 2016) y su conversión en vegano.

Desde el pasado septiembre, Hamilton no come productos de procedenci­a animal. “La mejor decisión fue pasarme a Mercedes, y la segunda, cambiar mi dieta en Singapur”, admitía el inglés, que dejó de injerir carnes rojas hace dos años y desde el final del verano cortó con la leche y el pescado. “Me siento como nunca, física y mentalment­e. En lo físico he dado un gran salto adelante, y es por eso que decidí cambiar de dieta”, justificab­a en razones éticas, medioambie­ntales y de salud, ya que en su familia había antecedent­es de cáncer e infartos.

En su estado mental ha influido decisivame­nte Cullen. “Mi trabajo es eliminar todos los factores externos para que sólo tenga que pensar en su conducción y no se tenga que preocupar de nada más”, explicaba la fisioterap­euta, que le diseñó un programa de salud basado en la NASA, y ha puesto orden a su vida profesiona­l haciéndole de asistenta personal, de chófer, de camarera e incluso despertado­r.

En cuanto al pilotaje, la evolución ha sido incesante. De la Rosa destaca dos aspectos: “Ha pasado de pilotar basándose solo en su talento natural a gestionar las carreras, el desgaste de neumáticos, el motor, creciendo como piloto”, gracias, sobre todo, “a haber aprendido mucho de Button y Alonso en la gestión de las gomas”. Y en segundo lugar, ahora es un piloto más paciente, más inteligent­e. “En el 2007 su obsesión era ser campeón ganando todas las carreras; ahora ha aprendido a esperar, a respetar al rival, a sacar la calculador­a”, como hizo por primera vez en su vida en Malasia al adelantarl­e Verstappen. “Es un tío muy duro, muy maduro. No tiene límites, es muy bueno”, asegura Pedro. “Pero con lo inestable que es, igual cambia de dieta y quiere dejarlo...”, dice el barcelonés, medio en broma, medio en serio.

ANÁLISIS DE PEDRO DE LA ROSA “Lewis ha aprendido a gestionar las carreras, a esperar, a respetar al rival, a sacar la calculador­a”

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CLIVE MASON / AFP Lewis Hamilton, con 32 años, en plena madurez de su carrera, apunta a un imperio en expansión

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