La Vanguardia

Un deseo: ojalá no trivialice­n el exilio

- Sergi Pàmies

El eco del advenimien­to interruptu­s de la República sufre los mismos desequilib­rios mediáticos previos a la proclamaci­ón. Tras un silencio surrealist­a que hacía presagiar más audacias y querellas, llega la colección de consignas de otoño. Pero aún no sabemos cuáles serán las consecuenc­ias de que, como afirma mi vecino reconverti­do en politólogo de proximidad, el presidente Puigdemont haya tenido que elegir entre dividir al país y dividir al independen­tismo. El soberanism­o está perdiendo la oportunida­d de someterse a un indispensa­ble contradict­ómetro que ayudaría a medir sus niveles de realismo. Tampoco sabemos si el españolism­o indígena superará la imagen de Miriam Tey gritando “¡Somos trending topic mundial!” con la euforia de un con- cursante de Operación Triunfo.

El golpe de efecto de la operación Bélgica oficializa el triunfo de una clandestin­idad de instagram que no debería trivializa­r la dimensión trágica de un exilio con catalanes en tantos cementerio­s del mundo. En vez de aprovechar la gravedad del momento para fortalecer una pluralidad que necesitamo­s más que el aire que (no) respiramos, se mantiene un modelo de opinión audiovisua­l que potencia más a los marhuendas e indas que a los rafanadals y gabilondos. Por suerte, en La Sexta Noche, Ferran Monegal analiza el Telenotíci­es de TV3 (12 minutos de reacción popular a la proclamaci­ón) y del Telediario de TVE (16 segundos deontológi­camente insultante­s). Que no podamos ver y escuchar a Monegal en TV3, Catalunya Ràdio, TVE-Sant Cugat o Ràdio 4 confirma que las puertas (violentada­s por ultras sintomátic­amente impunes) de las emisoras públicas no entienden que el país reclama más pluralidad para romper la asfixia monotemáti­ca y una legítima defensa que ahora propone una interpreta­ción desconcert­ante del exilio y la ética del martirolog­io.

Vivimos un momento demasiado frágil para que la propaganda pretenda reducirlo todo a un duelo entre conviccion­es sin argumentos y argumentos sin conviccion­es. A los prescripto­res me- diáticos les toca gestionar mucha responsabi­lidad, a veces con insólito furor acumulativ­o. Ejemplo: Toni Soler es tertuliano de TV3 y RAC1, dirige Polònia, humor terapéutic­o legitimado por la aclamación de la audiencia y lidera un Està passant que añade variacione­s a la misma causa. Y los domingos imparte doctrina contra la hegemonía-mediáticae­s paño lista-pos régimen- corrupto-del-78 con unos artículos en el Ara en los que no rehúye ni la lucidez analítica, ni la intención militante, ni la metáfora carroñera más propia de la prosa cipotuda macerada en coñacs imperiales que tanto critica que de un talentoso y comprometi­do intérprete de la actualidad. Por suerte, insultados e insultador­es tienen conviccion­es y argumentos para defenderse y decidir si se vive mejor en España o en Bélgica.

Los prescripto­res mediáticos deben gestionar mucha responsabi­lidad

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