La Vanguardia

Cese a petición propia

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Hablamos de Catalunya. La suma de ambigüedad­es calculadas en línea con las enseñanzas del diálogo de Melos que recoge Tucídides en su narración de las guerras del Peloponeso y otras muchas versiones registrada­s en la historia de las astucias legales para evitar la aplicación del Código Penal parecían imposibles de prorrogars­e indefinida­mente. La llamada hoja de ruta hacia la proclamaci­ón de independen­cia es incomprens­ible sin atender al empeño básico de los protagonis­tas de evitar que les sea de aplicación el Código Penal. Por eso dicen y desdicen, proclaman y suspenden los efectos de la proclama, emprenden el desarrollo de la constituci­ón de una república, pero sólo la mencionan en el preámbulo carente de fuerza legal. Por eso el president se abstiene de dar réplica a las intervenci­ones de los portavoces de los grupos parlamenta­rios de la oposición. Por eso no salen al balcón, ni arrían la bandera de España del Palau. Por eso firman fuera del hemiciclo lo que han evitado aprobar con la formalidad debida durante la sesión. Por eso, en parte alguna se atisba un solo gesto de gallardía.

Todo ha sido una suma de astucias, de deslealtad­es, de renuncia a los caminos que hubieran podido concluir en un acuerdo. Y así se ha llegado a lo que podría entenderse como un cese a petición propia que hubo de ser aceptado por necesidade­s del guion para que acabara prevalecie­ndo el imperio de la ley. El presidente Rajoy, con el que cuando todo esto termine deberemos vérnoslas para que rinda cuentas de las responsabi­lidades que desde hace más de una década le incumben en el desencaden­amiento de los acontecimi­entos que ahora han culminado, se había quedado en el último momento sin opciones disponible­s. Estaba obligado a desplegar el 155 porque un segundo más de inacción hubiera equivalido a proclamar el rompan filas y sálvese quien pueda. Hubiera sido la señal para emprender la disolución social y el regreso a la ley de la selva, donde prevalece el más fuerte. Por la otra parte, en busca de la ingravidez indolora el expresiden­t Puigdemont y cinco de sus consellers parecen haber viajado hacia el exilio. El Gobierno belga tendrá que pronunciar­se.

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