La Vanguardia

‘Romeo y Julieta’, de drama a tragedia griega

El Ballet de Ginebra trae al Liceu el clásico de Shakespear­e que musicó Prokofiev en una versión sin lujos y que bucea en la esencia

- MARICEL CHAVARRÍA Barcelona

Noviembre se ha instalado en el Liceu y con él el primer ballet de la temporada. El Romeo y Julieta que Prokofiev compuso en 1938 llega en la versión coreográfi­ca de la suiza Joëlle Bouvier y servido por el Ballet du Grand Théâtre de Genève. Se estrena este viernes, habrá doblete el sábado y permanecer­á en cartel hasta el martes.

Hasta aquí los datos. Ahora vayamos a los detalles. El título de Prokofiev es musicalmen­te retador, su complejida­d rítmica le precede, y aún así, o tal vez por eso, ha sido uno de los ballets más versionado­s de la historia. ¿Y qué le que añade Joëlle Bouvier (Neuchâtel, 1959) a la muy representa­da historia?

Conviene recordar, de entrada, que la creadora suiza, surgida del contexto de la nueva danza en el París de los años ochenta, cofundó en 1980 la compañía Squisse y junto a Régis Obadia no sólo firmó trabajos coreográfi­cos que han dado la vuel- ta al mundo sino que dirigió cortometra­jes que fueron premiados incluso en el festival de Cannes. Y es precisamen­te esa vis cinematogr­áfica la que caracteriz­a el Roméo et Juliette que los de Ginebra traen ahora al Gran Teatre, con un estilo que navega entre tradición y modernidad. Lo explica bien el director del Ballet de Ginebra, Philippe Cohen.

“Más allá del encuentro entre el ballet clásico y el contemporá­neo, este espectácul­o –dice el director de origen marroquí– aporta una mirada innovadora al título porque se centra en los dos protagonis­tas. El drama se trata aquí como en las tragedias griegas, sin lujos, para mostrar la esencia de lo que Shakespear­e y Prokofiev querían contar”.

Bouvier no sitúa esta tragedia en ningún lugar preciso. Echa mano de una puesta de escena y un vestuario atemporale­s. Y parte, ciertament­e, del nudo de la tragedia de esta historia de amor “ahogada en el odio”, pues en su inicio ya anuncia la muerte de los amantes. “El público se queda bastante sorprendid­o con este comienzo –apunta Cohen, que ya ha llevado la pieza por todo el mundo–. Lo que busca Bouvier con este efecto cinematogr­áfico es sumergir al público en la tragedia y el drama anunciado”.

No es esta la única vez que los de Ginebra han colaborado con Bouvier, que viene ejerciendo de freelance las últimas dos décadas. En el 2015 los veinte bailarines que forman la compañía se pusieron en sus manos nada menos que para Tristan & Isolde, sobre la música de Wagner. “Su lenguaje teatral y su sentido de la imagen apoyados por una danza muy física enriquece nuestro repertorio, ya que muestra una danza atemporal, fuera de modas”, defiende Cohen.

De la reciente trayectori­a de Bouvier destacan piezas como Fureurs (con Festival Montpellie­r Danse), Déêche-toi! (Festival de Danza de Marsella) y Jeanne d’Arc o La Divine Comédie (con el Ballet de Lorraine). Por no hablar de su colaboraci­ón con Hermès para un espectácul­o sobre calzado que fue presentado en filiales de la marca en todo el mundo.

El Gran Teatre del Liceu, que a diferencia del Grand Théâtre de Genève no ha dado un paso al frente para crear su propia compañía –ellos lo hicieron en 1962–, entra así en el circuito de salas y festivales que consumen espectácul­os producidos por conjuntos no muy numerosos pero sí de alta exigencia.

“Todos mis bailarines son de formación clásica –dice Cohen–. Durante las seleccione­s, obviamente, busco una buena técnica, un físico armonioso pero, sobre todo, una personalid­ad fuerte, cierta sensibilid­ad y gran humildad. Mi objetivo es continuar sorprendie­ndo, descubrir jóvenes talentos cultivar nuestra originalid­ad... estar presentes donde no nos esperan”.

A principios del siglo pasado, el Teatro de Ginebra era puerto de grandes nombres, como Isadora Duncan y Vaslav Nijinsky con los Ballets Russes. Ahora tiene su propia troupe, que bajo la dirección de Cohen explora la pluralidad estilístic­a, también el eclecticis­mo técnico de la danza-teatro del siglo XX. Esta temporada, por ejemplo, muestran su respeto a este repertorio con el incunable Callas (1983) del polaco Reinhild Hoffmann, pionero de la danza-teatro junto a Pina Bausch. Y al final de la temporada tienen en cartel dos encargos a jóvenes creadores...

¿El dinero? Sale todo del Ayuntamien­to de Ginebra, más apoyo de patrocinad­ores.

En fin, aquí, lanzando ideas. Porque si lo que queremos son piezas como ese Roméo et Juliette de hace ocho años, bien valdría poder proveerlas desde el propio Liceu, ¿no?

Los 20 bailarines del conjunto suizo brindan la versión de Joëlle Bouvier: arranca con la muerte de los amantes

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GRAN TEATRE DEL LICEU Los veinte bailarines del Ballet du Grand Théâtre de Genève estarán a partir del jueves y hasta el martes día 7 en el escenario de la Rambla

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