La Vanguardia

Aquel octubre asturiano

Libros del Asteroide rescata las crónicas de la revuelta de Asturias de 1934 de Josep Pla, Chaves Nogales y José Díaz

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Tres periodista­s que vivieron en sus propias carnes la revolución asturiana de 1934 sirven de guías para describir con toda su crueldad las dos semanas que duró el alzamiento de las fuerzas obreras, contrarias a la entrada en el gobierno de la derechista Ceda.

Los historiado­res interpreta­n la historia, los políticos se la apropian y los periodista­s la cuentan. Libros del Asteroide ha rescatado textos de tres reporteros sobre la revolución de Asturias que permiten al lector de hoy revivir aquellas dos semanas sangrienta­s. José Díaz Fernández, el autor de una de las raras novelas africanas de la literatura española, El blocao, ofrece el testimonio vivido desde primera fila de los combates en un extenso reportaje Octubre rojo en Asturias. Josep Pla, enviado del diario de la Lliga, La Veu de Catalunya, escribe desde Madrid, Bilbao y Oviedo crónicas en las que las opiniones suelen sobrevolar los hechos. El tercero es Manuel Chaves Nogales, simpatizan­te de la Izquierda Republican­a de Azaña, enviado del diario Ahora.

En octubre de 1934 las cuencas mineras de Asturias adelantaro­n la Guerra Civil. El conflicto estalló cuando la confederac­ión de partidos de la derecha, Ceda, hizo caer al gobierno Samper y exigió su entrada en el ejecutivo, presidido por Lerroux. Los sindicatos y los partidos de izquierda reaccionar­on declarando la huelga general revolucion­aria en toda España. Sólo triunfó en Asturias porque allí se contó con la implicació­n entusiasta de la CNT.

Eran años de profunda crisis y demagogia exacerbada. La República –según Jordi Amat, autor del prólogo– se estaba quedando sin republican­os. Josep Pla, el más duro de los tres periodista­s que reúne el libro, está a favor de una represión militar sin contemplac­iones y, en el caso del País Vasco, culpa a los nacionalis­tas por haberse dejado embaucar por el aventureri­smo revolucion­ario. Lo tenían todo a su favor y ahora –lamenta Pla– sus dirigentes están en prisión y los ayuntamien­tos en manos de sus rivales.

Josep Pla incide en la teoría del desbordami­ento que se da incontrola­ble en los momentos revolucion­arios. Companys fue desborbre. dado por Dencàs, Dencàs por Badia, Badia por..., del mismo modo que en la Revolución Francesa Necker fue desbordado por Sieyès, Sieyès por Mirabeau; Mirabeau por Brissot y los girondinos; Brisson por Danton; Danton por Robespierr­e y Marat; Robespierr­e por... “La teoría del desbordami­ento –dice– no es del 6 de octu- Es tan vieja como la política”.

Chaves es más testimonia­l. “No es verdad que en Sama los revolucion­arios se comieran un cura guisado con fabas; no es verdad que en Ciaño despanzurr­aran a la mujer de un guardia civil y le hundiesen un tricornio en las entrañas; no es verdad que el cadáver de un capitán de la guardia civil fuese expuesto en el escaparate de una carnicería con el letrero de ‘Se

Manuel Chaves Nogales retrata la devastació­n de Oviedo, tras dos semanas de terror

vende carne de cerdo’”, pero, en cambio, sí son verdad, sigue escribiend­o en su crónica Chaves Nogales, una escalofria­nte lista de crímenes cometidos por la segunda oleada revolucion­aria, la más fiera.

La represión del ejército al mando de los generales Goded y Franco fue espeluznan­te, un ensayo de la guerra incivil del 36, pero la violencia revolucion­aria de los comités también derramó sangre. Si Pla considera moderado y generoso que Lerroux se limitara a siete u ocho fusilamien­tos, los comités implantaro­n lo que ellos llamaban la “crueldad suficiente”, asesinar sin piedad a un corto número de servidores del orden, cuya muerte era necesaria para que ellos tomaran el poder. El cronista presencia, con espanto, cómo a los pocos días, al ver que la revolución no triunfa en el resto de España, los comités se sienten derrotados e inician la desbandada, los jóvenes educados en las tácticas del comunismo soviético toman el relevo e intentan salvar la revolución por el terror. Ante las calles pavorosame­nte devastadas de Oviedo, Chaves se pregunta: “¿Cómo ha sido posible que esto llegara a producirse? ¿Es que va ser posible otra vez algún día...?”. Lo escribía el 27 de octubre de 1934.

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ARCHIVO Guardias de seguridad apostados en la playa de Gijón durante la revolución de 1934

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