Irán pisa el freno
Teherán quiere marcar diferencias con Corea del Norte
El régimen de los ayatolás ha anunciado que no fabricará misiles de más de 2.000 kilómetros de alcance, una forma de distanciarse de la política de Corea del Norte en busca del favor de Trump.
No por inspiración divina, sino por frío cálculo político, el Guía Supremo de la Revolución, Ali Jamenei, ha limitado a 2.000 kilómetros el alcance de la ira de Irán. La República Islámica no fabricará misiles de largo alcance, pese a contar con la capacidad tecnológica para hacerlo, según el comandante en jefe de los Guardianes de la Revolución, Mohamed Ali Yafari. De este modo, Irán quiere evitar ser metida en el mismo saco que Corea del Norte, cuyo dictador amenaza con golpear territorio de EE.UU. con misiles intercontinentales en caso de agresión.
Las afirmaciones de Yafari –que sólo responde ante Jamenei– se producen al hilo del endurecimiento de la política estadounidense respecto a Irán. El presidente Donald Trump se ha negado a convalidar el cumplimiento del acuerdo nuclear que Barack Obama suscribió en su día con Irán. Por lo que este fue reenviado el pasado jueves al Congreso, que decidió no tocarlo a cambio, una vez más, de endurecer las sanciones al programa balístico iraní.
Según el general Yafari, el auténtico objetivo es “debilitar la salud de la economía iraní”, sin la cual su intervencionismo en Oriente Medio se vería mermado. Sin embargo, la fijación estadounidense se traducirá, según el fedayín, en una mayor determinación en mejorar su arsenal balísti- co, aunque sin ojivas nucleares. De hecho, Irán no necesita aumentar el alcance de sus misiles, puesto que ya están bajo su radio un sinnúmero de bases estadounidenses en la región, además de todo el territorio de Israel y sus rivales en la península Arábiga. En este sentido, los misiles iraníes –singularmente los Khorramshahr, probados este mismo año– no son tanto una amenaza contra efectivos de EE.UU., como una amenaza a las ventas de aviones de guerra en la región del mundo donde más facturan.
Hay preocupación también en Israel y Arabia Saudí, porque las chapuceras y sangrientas intervenciones en Irak y Siria, lejos de minar a Irán han extendido su área de influencia. Aunque Riad, que hace unos meses ponía a Qatar bajo asedio por capitanear el fracaso de la sublevación suní en Siria y por contemporizar con Irán, ahora descongela sus relaciones con Irak, tras varias décadas, pese a la proximidad de Bagdad a Teherán.
También Ankara ha mejorado
Tanto Israel como multitud de bases de EE.UU. permanecen dentro de su radio de alcance de 2.000 km
ostensiblemente sus relaciones con Teherán, y su mejor aliado, el Azerbaiyán de Heydar Alíyev, está a punto de restablecer las conexiones ferroviarias con la República Islámica, insertándola en el corredor Norte-Sur de transporte de mercancías que ha de llegar hasta Moscú y Helsinki.
La Unión Europea tampoco está por la labor de aislar a Irán, que ha demostrado ser el enemigo más temible del Estado Islámico. Menos aún con la confirmación en el poder del presidente Rohani, moderado en lo político y liberal en lo económico.
Escamotearle a Irán la condición de potencia regional –de la que acaba de dar cuenta de nuevo al decantar de manera fulminante la partida kurda de Irak– no parece la política más inteligente –sin entrar en su capacidad de bloquear el Golfo Pérsico y disparar el precio del crudo. Pero Trump, Tillerson y Mattis tienen sus propias ideas e intereses.