Los enfermos imaginarios
Hoy hace ocho días, el exalcalde de Marbella Julián Muñoz compareció ante el juez para declarar como testigo en el caso Saqueo 2. Por este mismo caso ya lo juzgaron y condenaron a cinco años de prisión, de la que salió porque, según alega, tiene una enfermedad “grave e incurable”. Para ayudar a que lo soltaran dijo: “No dejéis que me muera en la cárcel”. Dicho y hecho: a la calle. Esta vez declaró por videoconferencia. El plasma, que en las altas esferas políticas ha demostrado su eficacia a la hora de evitar dar la cara, sirvió nuevamente. Muñoz aparecía muy desmejorado, con aspecto débil y barba de cuatro días. Las barbas de cuatro días están de moda, pero tienen que estar bien cuidadas porque, si no, confieren aspecto de enfermo. Llevaba también un pañuelo en la mano, que le servía para secarse cada tanto la boca. Para colmo explicaba que tiene problemas de audición y vestía una camisa barata, como las que se compran en el súper.
Pero resulta que, dos horas antes de la declaración, había ido a dejar a su nieta al colegio y, en la puerta, mostraba un aspecto muy diferente. Ni tosía, ni tenía cara
El exalcalde de Marbella compareció desmejorado, con barba de cuatro días y una camisa barata
de pena e iba con chándal blanco “y de marca”, según la prensa. El detalle es sugerente. Que fuera “de marca” significa que la cosa no está tan mal. (La importancia comunicativa de los chándales es sabida desde que el ex secretario de Estado Vera y el exministro Barrionuevo, condenados por un delito de malversación de fondos públicos por financiar el GAL, cuando salían de prisión se exhibían en chándal ante los fotógrafos. Así, la plebe, chandalera, se identificaba con ellos y veía que no eran tan malas personas como algunos decían). Además de llevar chándal “de marca”, Muñoz hablaba perfectamente y saludaba sonriente al resto de padres y abuelos que llevaban a los niños al colegio. Y caminaba sin problema. Según los marbellíes, que lo ven por las calles, lleva una vida del todo normal y sólo se transmuta en enfermo grave antes de comparecer en el juzgado.
El caso recuerda al de Fèlix Millet, que cuando va al Palau de la Justícia –en silla de ruedas– alega que le cuesta recordar detalles de su expolio al Palau de la Música y que eso le impide declarar. “Voy muy medicado” es una frase suya con la que la gente ironiza cuando alguien no quiere decir lo que sabe de tal o cual hecho. Tengo un conocido, actor, que cuando va por la calle a veces hace el cojo, de maravilla. Mal me está decirlo pero, en la época en que las esquinas de Barcelona estaban llenas de personas que querían venderte kleenex o emporcarte el parabrisas con agua sucia, yo mismo adoptaba una expresión de demente, con la cara desencajada y la mirada perdida, que hacía que se alejaran medio horrorizados, sin decirme nada. Ahora que muchos actores –incluso de prestigio– dicen que la cosa está jodida, que les cuesta encontrar trabajo y que se tienen que “reinventar”, les propondría crear (quizás en el Institut del Teatre) cursos de acting para que los inexpertos en esta materia interpreten, en los juzgados, los grandes papeles teatrales de su vida.