Aquellos años de infancia
Siempre he tenido el espíritu navideño desbocado y convierto en una fiesta mi vida desde que se encienden las luces a finales de noviembre hasta la deprimente mañana del 7 de enero. Desde que era nieto, aun siendo hijo y ahora que soy padre. Envidio pasear por Madrid y ver la iluminación navideña de Callao o de la Gran Vía, que obliga a ponerte gafas de sol si no quieres que te explosione el iris o el cristalino. Ponemos un belén enorme en casa donde los pastores son más altos que los árboles y el abeto muestra un sobrepeso evidente. Y, por supuesto, desde que tengo uso de razón hará casi 50 años, visito el Festival de la Infància. Aprendí a amar la radio allí, viendo a los locutores Dalmau y Viñas animando a los críos con música en directo, jugaba en el stand de Cola Cao donde pasaba una gincana complicadísima y, si la superaba, te daban un pote de un kilo de cacao. En el de Coca-Cola chutabas penaltis a un portero de madera y si marcabas alguno salías con un balón, y en la zona de los bomberos vivías una jornada como si fueras uno de ellos tirándote por una barra de unos cuantos metros. Ese Festival donde íbamos con los benjamines del Bosco Horta de baloncesto (primero como emocionado jugador y después como miserable entrenador) a jugar el torneo Molinillo en el pabellón Victoria Eugènia. Y acababas el día agotado, orgullosamente cargado con los mejores regalos absurdos, y de la mano de tus padres o abuelos envueltos en bufandas y gorros de lana a buscar el metro. En los últimos años el Festival ha sido todo buena voluntad pero con la triste sensación que no ha sabido envejecer. Ahora el Ayuntamiento quiere reinventar el invento. Uy. Sólo ruego que lo haga alguien que crea en la ilusión de los niños, en los recuerdos de infancia, en divertir y no inculcar. Formar, no adoctrinar. Y, sobre todo, alguien que tenga un mínimo de espíritu navideño. Y, a poder ser, que le sigan llamando Festival de la Infància, una marca que ha unido a miles de familias cada Navidad en Barcelona. Porque básicamente de eso se trata: de unir.