De Balfour a May
Londres critica la construcción de asentamientos en los territorios ocupados
La primera ministra británica advierte de “la nueva y perniciosa forma de antisemitismo que se sirve de las críticas a las acciones del Estado de Israel como justificación del cuestionamiento mismo de su derecho a existir”.
Como antigua potencia colonial de la región, Gran Bretaña jugó un papel decisivo en la creación del Estado de Israel. Pero la relación con su ahijado nunca ha sido fácil, como una vez más ha quedado de manifiesto en la conmemoración del centenario de la declaración Balfour, considerada por los judíos como el espaldarazo al sionismo político, y por los palestinos como una puñalada por la espalda.
La construcción de asentamientos ilegales en los territorios ocupados, el uso a veces desproporcionado de la fuerza contra los palestinos por parte de Israel y la extrema dureza de su Gobierno, nada poroso a compromisos y acuerdos, han hecho que Londres se sintiera incómodo en los festejos del aniversario, que culminaron anoche con una cena de gala presidida por los dos primeros mi- nistros, Theresa May y Beniamin Netanyahu.
“Estamos orgullosos del papel pionero de nuestro país en la creación del Estado de Israel, al que reiteramos nuestro apoyo –dijo May a la hora de brindar–. Al mismo tiempo, aprovechamos la oca- sión para expresar nuestro apoyo a una paz duradera que beneficie tanto a los israelíes como a los palestinos, a una paz basada en la fórmula de dos estados, uno israelí seguro y próspero, y otro palestino viable y soberano”.
Prueba de la incomodidad y re- chazo que en amplios sectores de la sociedad y la política británicas (incluido el sector más progresista de la comunidad judía) generan las políticas agresivas de Tel Aviv es que el líder de la oposición, el laborista Jeremy Corbyn, duro crítico de Israel y amigo de Palestina, rechazó la invitación a la cena y envió en su lugar a Emily Thornberry, responsable de política exterior del partido. En el pasado, Corbyn mantuvo estrechos contactos con la OLP.
May advirtió de “la nueva y perniciosa forma de antisemitismo que se sirve de las críticas a las acciones del Estado de Israel como justificación del cuestionamiento mismo de su derecho a existir”. El secretario del Foreign Office, Boris Johnson, señaló que “todavía no se dan las condiciones para reconocer al Estado palestino”, a pesar de que hace ya tres años que la Cámara de los Comunes británica votara a favor de ello.
Netanyahu negó por su parte que “la declaración Balfour –germen del Estado judío– constituye- ra una tragedia para el pueblo palestino”, a pesar de que significó el comienzo de su retroceso territorial y el principio de la dramática situación en que se encuentra un siglo después. Manuel Hassasian, su máximo representante diplomático en el Reino Unido, ha pedido a Londres que “pida disculpas por el nefasto papel que jugó hace un siglo en vez de participar en celebraciones improcedentes”. En declaraciones a la BBC, señaló que el documento “abrió las puertas a nuestra destrucción y pobreza, y el hecho de traer al Oriente Medio a los judíos que estaban en Europa debe ser considerado un crimen contra la humanidad”. Acusó a Londres de no aceptar sus responsabilidades históricas, y de tener una política exterior cínica que hace la vista gorda a la construcción de nuevos asentamientos y dilata sine die el reconocimiento del Estado palestino.
May y Netnayahu, al margen de los brindis y parabienes, hablaron de las incursiones militares israelíes en Siria (por las que la primera ministra británica expresó su preocupación), de la oposición de Tel Aviv al pacto nuclear con Irán (apoyado por el Gobierno del Reino Unido), de la construcción de asentamientos en Cisjordania y de la perspectiva de reabrir las negociaciones de los acuerdos de paz si los palestinos consiguiesen formar un acuerdo de unidad nacional entre Hamas y Al Fatah.
El Reino Unido promovió la creación de un Estado judío para preservar sus intereses coloniales