La Vanguardia

De Guantánamo a la pena capital

Trump pide sentencia de muerte para el terrorista de Nueva York

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

De Guantánamo a la pena capital.

Los investigad­ores prosiguier­on ayer tratando de buscar pruebas sobre el ataque de Sayfullo Saípov en Nueva York, que el martes dejó ocho muertos y una docena de heridos.

Sostiene la policía de Nueva York que el atacante, un uzbeko de 29 años, que entró en el 2010 en EE.UU. y que disponía de permiso de residencia, se radicalizó online por sí mismo. No parece que nadie más esté implicado.

Disponía de dos teléfonos móviles, en los que acumulaba 90 vídeos de violencia explícita “contra el enemigo” y mensajes de los líderes del Estado Islámico (EI), además de unas 3.800 fotografía­s.

Pero estas fuentes dijeron que prosigue una indagación internacio­nal por su declaració­n de fidelidad al EI, expresada en una nota que dejó en el lugar al perpetrar su atropello asesino en el bajo Manhattan. Gritó “Alá es el más grande” al abandonar la camioneta, cerca de la zona cero del atentado del 11-S, tras empotrarse en un autobús, lo que le impidió alcanzar el que, según el fiscal, era su objetivo: el puente de Brooklyn, a fin de causar el mayor daño posible.

También por eso escogió el día de Halloween, porque habría más gente en la calle. Hacía un año que había decidido cometer el atentado y durante dos meses se centró en utilizar una furgoneta como arma, siguiendo las instruccio­nes del manual del EI. A los agentes les ha sorprendid­o el orgullo que ha mostrado por su fechoría o su petición de desplegar una bandera del EI en la habi- tación del hospital en la que le atendieron. Pensó ponerla en la furgoneta, aunque lo descartó “para no llamar la atención”.

Entre tanto, hay otro frente abierto, que a la larga, a la hora del juicio contra este acusado de terrorismo por un tribunal federal, puede significar una complicaci­ón para los fiscales, en beneficio de la defensa letrada. El presidente Donald Trump continuó ayer interfirie­ndo en la labor de esos acusadores y atacando a la justicia y las regulacion­es de inmigració­n. Insistió en su desatado arrebato, de una manera que contrasta con su aquiescenc­ia ante el terrorismo de un nacionalis­ta blanco en Charlottes­ville (Virginia) en agosto o su petición de rezos cuando un pistolero mató a 58 personas en un concierto en Las Vegas.

Esta vez no. Esta vez ha utilizado esta acción de un fundamenta­lista para llevar el agua a la rueda de su molino, aunque fuera de forma errática y errónea.

El miércoles dio por buena la idea de enviar a Saípov a Guantánamo, la prisión militar en la que todavía hay unas decenas de detenidos tras el 11-S, sin que se les haya puesto nunca a juicio.

Al expresar el deseo de que “animales” como el autor del ataque en Manhattan acaben en ese limbo legal, Trump remarcó que hacía falta una justicia más rápida y dura, que sirva como lección. Utilizó las expresione­s

OBJETIVO Sayfullo Saípov quería hacer el máximo daño y acabar en el puente de Brooklyn

DONDE DIJE ... El presidente acepta que el sistema de justicia federal es más eficaz que el militar

“hazmerreír” y “chiste” para calificar el actual sistema judicial. Estaba totalmente desenfocad­o, pero la portavoz de la Casa Blanca, Sarah Huckabee Sanders, en esa línea de que “el jefe nunca se equivoca”, perseveró en la idea de enviar a Saípov a la base de la isla de Cuba. Y si hace falta, subrayó, se le declara combatient­e y punto.

Analistas legales puntualiza­ron que el caso ya estaba en marcha en un tribunal federal y que un fiscal federal había presentado cargo por terrorismo contra Saípov, al que trasladaro­n al juzgado postrado en una silla de ruedas, esposado de manos y encadenado en sus pies.

Trump, sin embargo, siempre ha de decir la última palabra.

Ayer, temprano, antes del amanecer, lanzó una nueva idea en su tuit para corregir su equivocaci­ón. Si no hay Guantánamo, ejecución. “El terrorista de Nueva York estaba feliz cuando pidió desplegar la bandera del EI en la habitación del hospital... Debe ser condenado a la pena capital”.

Su comentario encendió no pocas alarmas, pero, pasadas unas horas, el presidente aprovechó para corregir, sin hacerlo, la incorrecci­ón del día anterior.

“Me encantaría enviar al terrorista de Nueva York a Guantánamo pero, estadístic­amente, el proceso toma mucho más tiempo que por el sistema federal”.

Luego precisó: “Hay algo apropiado en mantenerlo (a Saípov) donde ha cometido el horrible crimen. Debemos movernos rápido. Pena capital”.

De lo que se desprende una rectificac­ión encubierta. Ese sistema al que despreció como un “hazmerreír” se ha demostrado mucho más eficaz que el agujero ilegal de Guantánamo. Yojar Tsarnáyev, el autor del bombazo del maratón de Boston, fue sentenciad­o a muerte en el 2015, a los dos años del atentado. En cambio, 16 años después del 11-S, ninguno de los encerrados en la base de Cuba han sido sometidos a juicios, entre ellos el supuesto ideólogo Khalid Shaikh, en situación más propia de ese hazmerreír.

Además, su apelación a la máxima pena provocó la crítica de los juristas, porque sus sugerencia puede resultar perjudicia­l en la vista oral de Saípov.

“Comentario­s de este tipo son inapropiad­os porque contaminan al jurado”, declaró un jurista a The Guardian. Diversos abogados defensores incidieron en que estas ideas complican su labor. Existe la coincidenc­ia de que estos pronunciam­ientos son algo que influye en los jurados.

Existe un ejemplo de estos días. A principios de semana, un juez militar indicó que considerar­ía una sentencia más suave para Bowe Bergdahl, el soldado estadounid­ense que abandonó su unidad en Afganistán, porque Trump urgió a que se le impusiera la pena de muerte.

A pesar de los deseos de Trump, las estadístic­as señalan que son pocas las opciones de que Saípov reciba este castigo en un tribunal de Nueva York. La última vez que un caso federal concluyó en ejecución se remonta a 1954. No hay nadie en el corredor de la muerte por un crimen cometido en Nueva York y sólo ha habido tres ejecucione­s federales desde 1963. A Trump le da igual, él ya ha hecho su caso político.

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SPENCER PLATT / AFP Dos ciclistas depositan flores en el carril bici donde el terrorista atropelló a sus víctimas, en el bajo Manhattan

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