La obsesión por el control del canal de Suez
El famoso principio de Lord Palmerston de que el Reino Unido “no tiene amigos eternos sino intereses eternos” puede aplicarse como anillo al dedo a su política –tanto histórica como presente– hacia Israel y el pueblo palestino. Cuando hace cien años el entonces secretario del Foreign Office, Arthur Balfour, expresó el respaldo del gobierno de Su Majestad al establecimiento de “un hogar nacional para el pueblo judío” en lo que entonces era la provincia otomana de Palestina, no actuó por un sentimiento de generosidad sino en defensa de sus intereses coloniales, que consistían en garantizarse el control del canal de Suez (inaugurado en 1869) para mantener la comunicación con sus territorios en Asia. Una obsesión que le llevó décadas más tarde a unirse con Francia e Israel contra el líder egipcio Naser, y de rebote a enfrentarse con Estados Unidos, y desembocó en 1956 en una de las mayores debacles en la historia de la política exterior de este país. Una cláusula en la declaración Balfour prometiendo que no se haría nada que pudiera perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías de Palestina ha sido ignorada.