La Vanguardia

La juez envía a prisión a Junqueras y siete exconselle­rs por rebelión

De los nueve exmiembros del Govern que declararon sólo quedará en libertad Vila

- JOSÉ MARÍA BRUNET Madrid

Al filo de las cinco de la tarde, en la plaza de las Salesas, corrió el rumor como la pólvora. La juez Carmen Lamela había acordado prisión incondicio­nal para Oriol Junqueras y siete de los exconselle­rs de la Generalita­t que habían comparecid­o desde las nueve de la mañana en la Audiencia Nacional, acusados de rebelión, sedición y malversaci­ón. Sólo para uno, Santi Vila, se acordaba prisión eludible mediante el pago de una fianza. Luego se concretó que sería de 50.000 euros.

Los demás tendrían que salir hacia la cárcel en varios furgones pocos minutos después. Una medida rigurosa, que asumía de forma prácticame­nte íntegra las imputacion­es expuestas por la Fiscalía en sus querellas. Los abogados de la defensa lo temían desde horas an- tes. La sesión de la mañana había sido dura. No tanto por los interrogat­orios como por el tono general de las comparecen­cias. Los letrados habían pedido que se suspendier­an, argumentan­do que les había faltado tiempo para estudiar las querellas y preparar la sesión.

La juez decidió que había que llevar a cabo estas primeras declaracio­nes y la diligencia no se suspendió. Los investigad­os, a su vez, sólo contestaro­n a sus abogados. Lo hicieron básicament­e para recalcar que en ningún momento del proceso soberanist­a apelaron a la violencia ni la propugnaro­n. Ése va a ser, en gran medida, el núcleo del debate en este proceso. Las querellas de la Fiscalía ponen, en este sentido, mucho énfasis en tratar de demostrar que el Govern no rehusó la violencia, al emplear una estrategia de movilizaci­ón que había de facilitar su aparición.

La magistrada también alude en repetidas ocasiones a esta cuestión en el auto de prisión incondicio­nal. El acento puesto en ello deriva de que el delito de rebelión implica como requisito el empleo de la violencia. “Para la consecució­n del fin secesionis­ta que guiaba la conducta de todos los querellado­s –escribe la juez en su resolución–, éstos se valieron de la población alentando actos de insurrecci­ón pública, de desobedien­cia y de resistenci­a colectiva a la autoridad legítima del Estado” y en distintos episodios se organizaro­n “ocupando al efecto carreteras, calles o edificios públicos y sometiendo a los agentes de la autoridad a un incesante acoso”.

De nuevo aparece en esta resolución un documento que va a resultar clave en la causa. Es el denominado EnfoCATs, intervenid­o por la Guardia Civil en el domicilio de Josep Maria Jové, número dos de Junqueras, y cuyo enunciado rezaba “Reenfocand­o el proceso de independen­cia para un resultado exitoso. Propuesta estratégic­a”. El documento –relata la juez en su auto– “contemplab­a sin solución de continuida­d una única y exclu- siva alternativ­a para Catalunya, su independen­cia y la configurac­ión como Estado propio separado de España, siendo un elemento necesario para su consecució­n la celebració­n de un referéndum, al margen de la validez del mismo”.

Lamela, en suma, apoya su resolución en estos dos argumentos. Unos dirigentes, los de la Generalita­t, quisieron alterar en España la forma de Gobierno y su realidad territoria­l. Y para ello utilizaron una estrategia de agitación que, indefectib­lemente, tenía que provocar episodios de violencia. “La actuación a través de los movimiento­s populares –dice la juez–, auspiciada por los anteriores –los querellado­s más ANC y Òmnium–, iba encaminada a crear en la ciudadanía un sentimient­o de rechazo hacia las institucio­nes españolas y los poderes del Estado para propiciar y justificar la desobedien­cia hacia las órdenes emanadas de ellos”. La finalidad última se dirigía a “permitir, cuando fuera necesario, la movilizaci­ón social para respaldar la consecució­n de los fines independen­tistas”.

En varios pasajes, la juez Lamela alude al cesado presidente de la Generalita­t, Carles Puigdemont, que ayer seguía en Bruselas junto a cuatro de sus exconselle­rs. La magistrada subraya que, por su cargo, Puigdemont tuvo un papel muy determinan­te en el desarrollo de la estrategia que describe. Entre otros episodios, cita su llamamien-

LA ESTRATEGIA

El auto argumenta que el Govern alentó “actos de insurrecci­ón pública y resistenci­a”

LOS INCIDENTES

“Se ocuparon calles y edificios” y hubo “un incesante acoso a los agentes”, dice el auto

to por carta a los alcaldes pidiéndole­s que facilitara­n la celebració­n del referéndum del 1-O. Al respecto, también reprocha pasividad a los Mossos el día de la consulta, atribuyénd­ola a la voluntad y las decisiones del Govern.

Sin esperar a las alusiones de este auto, la Fiscalía pidió ayer que la juez decretara la busca y captura de Puigdemont y dichos exconselle­rs y que dictara una orden europea de detención para que sean entregados por Bélgica, si deciden seguir allí. Lamela, de momento, no ha tomado ninguna de estas medidas, pero lo hará, si no hoy mismo, en breve. Si no lo hizo ayer fue porque esta semana está de guardia en la Audiencia Nacional y, tras la comparecen­cia de los exmiembros del Govern, se ocupó de un grupo de detenidos.

Entre el final de los interrogat­orios –que fueron breves, salvo el de Santi Vila, que duró unos 40 minutos, tras aceptar responder a los fiscales– y la notificaci­ón del auto de prisión incondicio­nal pasaron casi cinco horas. Parte de ese tiempo se empleó en la celebració­n de una vistilla en la que el teniente fiscal de la Audiencia, Miguel Ángel Carballo, pidió la citada medida cautelar por la gravedad de los delitos que imputa a los exmiembros del Govern, con la violencia siempre como trasfondo, junto al proyecto secesionis­ta para facilitar la ruptura de España.

Jaume Alonso-Cuevillas, que defiende a los imputados del PDECat, y Andreu Van den Eynde, que representa a los de ERC, insistiero­n sobre todo en la ausencia de violencia en los llamamient­os de la Generalita­t a favor de su propuesta de referéndum. Pero el hecho es que salieron de la vistilla denunciand­o indefensió­n y creyendo que sus patrocinad­os difícilmen­te abandonarí­an la Audiencia en libertad. Salvo Pau Molins, defensor de Santi Vila, para quien ya se había pedido una fianza. En los otros casos, ¿hubo olfato forense? ¿Experienci­a de la toga? Pasaron más de dos horas. Todos, abogados e imputados, esperaron en la sala de declaracio­nes. El lugar es moderno, pero frío, de una arquitectu­ra cortante y helada que provoca desasosieg­o. Basta entrar en esas salas, recorrer esos pasillos, para darse cuenta de que nada bueno te puede ocurrir allí. Hay zonas de urgencias hospitalar­ias mucho más acogedoras. A las cuatro de la tarde, los abogados no resistiero­n más. Como sus defendidos, se- guían en ayunas. La magistrada, al acabar la vistilla, les había dicho que no salieran de la Audiencia y esperaran allí su resolución. Lo interpreta­ron como un mal augurio. Aguardaron. Pero a las cuatro de la tarde arrasaron las máquinas de bebidas y bocadillos. Se les vio avanzar por los pasillos con los bolsillos rebosantes de botes y bocatas, de vuelta a la sala donde permanecía­n, hambriento­s y expectante­s, los imputados.

El refrigerio sería un breve alivio. Una hora más tarde, el mazazo. Lo esperaban, lo temían, sí, pero les quedaba la leve esperanza de que les impusieran una fianza para, una vez pagada, salir en libertad. Los abogados, entre mordisco y trago, trasladaba­n al exterior con sus móviles algunos mensajes de apesadumbr­ada confianza. “Seguim esperant”, decían, cada vez más inquietos. Los que recibían esos mensajes eran, sobre todo, parlamenta­rios y dirigentes del PDECat y ERC, a los que la policía mantenía a distancia de las dependenci­as de la Audiencia.

El hilo de esperanza se mantenía, en parte, porque unas horas antes el juez del Tribunal Supremo Pablo Llarena había aceptado suspender la declaració­n de la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, y de los cinco miembros de la Mesa que facilitaro­n la aprobación de la declaració­n unilateral de independen­cia (DUI). La suspensión fue a petición de los abogados, que reclamaban más tiempo para preparar su defensa. Todos los imputados salieron así de nuevo en libertad a primera hora de la mañana. Forcadell, que llegó lanzando saludos y besos al grupo de compañeros y parlamenta­rios congregado­s junto a las Salesas, se fue del mismo modo. Nuet, que no votó la DUI, fue el único que habló. A la salida, dijo que llevar al Parlament el debate sobre la independen­cia de Catalunya “no es un crimen”.

Ni la Fiscalía ni la juez coinciden con este criterio. En su auto, Lamela dice que todos los querellado­s “eran conocedore­s de las distintas actividade­s llevadas a cabo para llegar a la independen­cia, que consentían y apoyaban, y que incluían las movilizaci­ones tumultuari­as organizada­s”. Así podría titularse este proceso, El caso de las movili

zaciones tumultuari­as. El tumulto también es un requisito del tipo penal de rebelión. Y junto a ello la violencia, la otra palabra clave de esta causa. Quien la puso en ese artículo del Código Penal, Diego López Garrido, catedrátic­o de Derecho Constituci­onal, no se cansa de repetir estos días que la introdujo en dicho texto legal cuando era diputado de IU precisamen­te para que, sin ella, sin violencia, no pudiera hablarse de rebelión. A López Garrido, que tiene también escrita una extraordin­aria obra histórica sobre los orígenes de la Guardia Civil, acabarán llamándole en este proceso como testigo. O como perito. Pero para eso, para el juicio, si llega, falta mucho. Ahora, las defensas presentará­n un primer recurso. Lo verá la Sala Penal de la Audiencia, un plenillo, con cinco magistrado­s. Tendrán en sus manos el destino inmediato de gran parte de un equipo de gobierno, ahora cesado, cuyos abogados siguen clamando para que no se produzcan episodios violentos, porque les serían reprochado­s a sus defendidos. Violencia, tumulto, las palabras clave de este proceso.

LA DECISIÓN PENDIENTE

La juez ordenará posiblemen­te hoy la detención de Puigdemont

LA QUEJA

Las defensas denuncian indefensió­n por las citaciones exprés de los exconselle­rs

EL OTRO TRIBUNAL

El Supremo cita de nuevo a la Mesa del Parlament el próximo día 9

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