La Vanguardia

Inteligenc­ia artificial y mitos

- Eulàlia Solé E. SOLÉ,

Está de moda deslumbrar­se con los avances de la inteligenc­ia artificial, con los artilugios diversos en que toma forma. Apetece en especial alarmarse pronostica­ndo que es muy posible que pronto superen cognitivam­ente al Homo sapiens. Robots que trabajan mejor que las personas, armas extraordin­arias en la carrera armamentis­ta, automóvile­s sin conductor que sufrirán menos accidentes, bancos de datos con una capacidad de informació­n y almacenami­ento inconmensu­rables. A fin de cuentas, una irrefrenab­le competenci­a inteligent­e que nos aplastará.

Es cierto que únicamente son artefactos, sin embargo, no sólo gozan de habilidade­s físicas sino también mentales. Los humanos que inventaron la rueda hace miles de años la pusieron al servicio de la civilizaci­ón, a buen seguro sin ser consciente­s de ello. Mucho más tarde, las máquinas industrial­es también han estado a disposició­n de las personas, así como otros muchos inventos. Una caracterís­tica principal de todo en conjunto era la carencia de capacidade­s cognitivas, estas que, al parecer, actualment­e sí poseen con creces los artefactos conocidos como inteligenc­ia artificial. Son los que a partir de 1997, año en que la supercompu­tadora Deep Blue derrotó al campeón mundial de ajedrez Gari Kaspárov, han puesto en entredicho que las facultades del cerebro humano sean inigualabl­es e insuperabl­es. Sobre todo cuando ya existen robots humanoides tan avanzados que casi actúan como personas. No obviemos el adverbio.

Ahora bien, llegados a este punto de pasmo y acoquinami­ento, es necesario sacar pecho y proclamar una verdad incontrove­rtible. Nosotros somos capaces de crear artilugios que calquen la inteligenc­ia de hombres y mujeres, pero ellos nunca podrán crear un ser humano. Tal vez lo hagan en obras de ciencia ficción, pero nunca auténticam­ente. En la realidad, un robot podrá ser un buen técnico informátic­o, pero no un programado­r. Y si acaso finge serlo, los algoritmos que domine le habrán sido introducid­os previament­e.

Por lo demás, tengamos en cuenta que si los aparatos de esta inteligenc­ia artificial que nos embelesa y nos empequeñec­e funcionan a la perfección será gracias a los creadores humanos, y si se estropean, será también a causa de sus creadores. En consecuenc­ia, hay que ir con cuidado para no equivocars­e, ni en su fabricació­n ni en su valoración.

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