La Vanguardia

De la viña al Mont Blanc

Un documental rescata la historia de Josep Milà, de 95 años, voluntario en una brigada de montaña durante la Guerra Civil

- ROSA M. BOSCH Barcelona

Yo no soy normal. Siempre he hecho lo que he querido sin perjudicar a nadie. Ahora vivo solo; cocino; nunca estoy más de dos horas sentado; salgo en bici... Por eso aguanto a mis casi 96 años”, dice Josep Milà en su casa de Vilafranca del Penedès. Este veterano excursioni­sta rememora con pasión los episodios más suculentos de una vida que desgrana Milà, resistènci­a a la muntanya, un documental que se estrena mañana, sábado, en Vilafranca del Penedès.

La mesa del comedor está repleta de fotografía­s que inmortaliz­an sus viajes por todo el mundo y sus ascensione­s al Mont Blanc y al Cervino o al Kilimanjar­o, ya cumplidos los 70 años. Su afición a la montaña se fraguó en 1938, cuando se sumó al batallón hipomóvil número 3 de la 26 División del Ejército Popular. “Mi pa- dre, anarquista, me sacó de la escuela a los diez años y me puse a ayudarlo en el campo. Me habitué a la naturaleza. Si llovía, me protegía debajo del carro, plantábamo­s viña y cereales, y lo segábamos todo a mano. Estaba muy curtido. No había salido nunca de casa, sólo tenía 16 años, pero me presenté como voluntario”. Su primera misión fue transporta­r mulas al frente. De Vilafranca a Boixols, en el Pallars Jussà, en cuatro etapas de 40 kilómetros al día cada una.

“Disfruté mucho y en octubre del 38 me fui a las Bordes de Conflent desde donde suministrá­bamos alimentos y material a los soldados que estaban en la Vall Ferrera”. Poco después, fue una de las miles de personas que huyendo de la represión franquista se refugiaron en Francia en campos infames, en su caso en el de Vernet d’Ariège: “Como no tenía manías aguanté siete meses, hasta que en julio del 39 me escapé”.

A su regreso a Vilafranca, en sep- tiembre, empezó a cultivar su afición a la montaña. “Me horrorizó ver como cada domingo la Falange organizaba desfiles y una misa de campaña en la Rambla, así que para no tener que ir formamos un grupo excursioni­sta. Salíamos todos los domingos. Primero por el Penedès y después a Montserrat, Prades, los Ports de Beseit, el Pedraforca...”.

Gracias al salvocondu­cto que les facilitó un capitán militar, el padre de uno de los chicos del grupo, Manolete, en 1948, pudieron llegar hasta los pies del Aneto y alcanzar la cumbre en alpargatas. Al año siguiente volvieron al Pirineo y coronaron 17 montañas, dejando en la cima tarjetas con frases como “Catalunya comtat gran tornarà a ser rica i plena” (según detalla en Josep Milà. L’amor a la muntanya neix fins i tot en temps de guerra, de Francesc Roma, Cossetània Edicions), lo que les supuso dos noches en el calabozo, la expulsión de la Federación Española de Montaña y una condena de seis meses y un día de prisión por “propaganda ilegal”, aunque el mismo día que se leyó la sentencia fueron indultados.

El Mont Blanc llegaría en 1960 y su montaña favorita, el Cervino, en 1961. En su coche ha recorrido Grecia, Turquía, el Cabo Norte, Suecia, los Alpes, los Dolomitas, el Atlas... Y después Alaska, Canadá, Australia, Nueva Zelanda... Ahora sale esporádica­mente al monte con su sobrino, Pep Casanellas; cada día da paseos en bici y se dedica a intentar poner orden a sus montañas de fotos.

Los domingos salía de excursión para evitar los desfiles que la Falange organizaba en la Rambla de Vilafranca

 ?? CARLES CASTRO / GARRAF NEWS MEDIA ?? Milà, en su casa, con la chaqueta, la mochila y la cuerda que usó para subir el Mont Blanc, en 1960
CARLES CASTRO / GARRAF NEWS MEDIA Milà, en su casa, con la chaqueta, la mochila y la cuerda que usó para subir el Mont Blanc, en 1960

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