Sijena pide cárcel
Joan Margarit publica ‘Un hivern fascinant’, la búsqueda de la verdad cuando el poeta acepta la senectud
A las peticiones de extradición de los exconsellers de la Generalitat dictadas por la Audiencia Nacional se ha añadido ahora la localidad aragonesa de Villanueva de Sijena, que reclama el encarcelamiento del conseller Lluís Puig por considerar que han desobedecido a la autoridad judicial en la disputa por las pinturas románicas.
A punto de cumplir los 80 años, Joan Margarit (Sanaüja, 1938) ha escrito un poemario de senectud, Un hivern fascinant (Proa), la mente puesta en el célebre poema de Keats en el que la perdurabilidad de una urna griega recuerda a una generación consumida por la vejez que la verdad es belleza y la belleza es verdad, es decir, que el buen poema no puede ser a la vez bello y mentiroso o malhecho y verdadero. “La belleza –dice Margarit– es muy sutil y, a veces tiene apariencias horribles. El trabajo del poeta es encontrar la belleza donde no esté”.
Es el momento de decir verdades y Margarit, en la presentación del libro, corrige a su editor, Josep Lluch: “No, no son poemas de madurez, son poemas de senectud”. Son momentos de abandonar los eufemismos y buscar la verdad. Y la decrepitud y la corrupción de la verdad comienza con pequeños cambios del lenguaje que acaban desatando catástrofes, tópicos y clichés que son el camino trazado por los poderes para encasillar a la gente. “Cuando un político utiliza la palabra democracia varias veces seguidas es como esos enamorados que si necesitan decirse continuamente que se quieren puedes estar seguro de que acabarán como el rosario de la aurora.”
“Los políticos –dice Margarit– retuercen el lenguaje, utilizan la palabra democracia para destrozarla y si destruyes la palabra destruyes la vida. Todo son palabras falsas. Los políticos de los últimos cinco años, sabiéndolo o no, que es peor, se han cargado el lenguaje, y lo tendremos que volver a inventar”. Pone como ejemplo palabras como “democracia” o la moda de llamar constantemente a todo el mundo “ciudadano “o apelar a la “ciudadanía”. Según Margarit, “ciudadano” puede ser utilizado para referirse a quien quiere ejercer su derecho al voto, algo respetable e irreprochable, pero no para denominar a los 7.000 millones de habitantes del mundo. “Muchos de ellos serán unos miserables, por lo que es mejor llamarlos con la palabra más ‘precisa’ de ‘gente’ o ‘personas’”.
El poeta recuerda la cita de la sátira de Espriu, Teoria de Crisant (guiño malévolo a Carles Riba), en la que el psicólogo se hace rico convenciendo a sus pacientes de que “som els millors, som els millors!”. “Ese somos los mejores, pensando en la pureza, se ha de acabar. La autocrítica es fundamental. Seguimos igual, seguimos repitiendo que somos los mejores; y la masa lo va repitiendo y esto tiene unos peligros tremendos”, porque Margarit desconfía de los dogmas. “Cuando un político te dice que se ha de tener un rumbo, te está manipulando. Si un político te habla de un rumbo, vigila la cartera. Me ha espantado siempre un poco lo colectivo, cuando lo colectivo se pone en marcha al unísono una persona se moviliza de una manera que individualmente no se movilizaría, impulsada por los sentimientos compartidos y profundamente arraigados, tanto si se trata del independentismo o de esta España que sentimos lejana”. Por eso, el poeta se declara “cada vez más partidario de la inteligencia y menos de los sentimientos. El amor sin inteligencia puede ser un veneno, e igual la inteligencia sin amor. Lo ideal es que coincidan”.
Joan Margarit recuerda que su generación tuvo que luchar duro y que, por esa dureza, han querido que sus hijos tuvieran una vida más fácil. El coste ha sido, según él, una juventud ‘tintinesca’, mejor preparada, pero más débil y caprichosa. “Yo aprendí mucho de mi hija deficiente que murió. Ella fue mi salvación, pero no le desearía a nadie a quien quiero que pasara una experiencia como la mía para que se endureciera. Estoy hecho de contradicciones”.
“En mi imaginario, la palabra independencia quiere decir cosas peligrosísimas. Todas las independencias del mundo –dice Margarit– se han hecho con muertos. La primera vez que oí hablar de independencia fue en la residencia de estudiantes donde había dos argelinos. Contaban que los combatientes, para entrar en Argelia desde Marruecos, tenían que atravesar las alambradas electrificadas puestas por los franceses. ¿Sabéis cómo se abrían paso? Arrojaban un burro para hacerse un hueco. Y si no tenían burros, arrojaban al más anciano de ellos. Aquí los viejos somos unos inútiles, les toca a los jóvenes gobernar, pero somos nosotros quienes hemos enseñado a nuestros jóvenes decir ‘ahora quiero esto y lo cojo ahora’. Ojalá la independencia fuera así de fácil y un día la puedas coger, pero no lo es”. Para el poeta, que se ha declarado a favor de la soberanía de Catalunya, “la detención de medio Govern es una respuesta desmesurada y un abuso judicial terrible”.
“Si un político te habla de un rumbo, vigila la cartera; te está manipulando”, dice el poeta