La Vanguardia

Soledad internacio­nal

- Francesc Granell

Estamos viviendo momentos muy intensos tras la aprobación de las leyes del Referéndum y de Transitori­edad de 6 y 7 de septiembre, tras los controvert­idos sucesos del 1 de octubre, tras la semideclar­ación de independen­cia del 27 de octubre y tras el traslado de sedes sociales fuera de Catalunya para evitar la insegurida­d jurídica. Todo ello se ha agravado con la huida de Carles Puigdemont y varios consellers a Bruselas tratando de internacio­nalizar el conflicto.

La Generalita­t está intervenid­a por la aplicación del articulo 155 de la Constituci­ón y, como siempre, la calle está movilizada por la ANC y Òmnium por unas supuestas persecucio­nes judiciales irresponsa­bles de la Fiscalía, del Tribunal Supremo y la Audiencia Nacional. Asimismo buena parte del independen­tismo ve mal que el Gobierno haya convocado para el 21 de diciembre elecciones en clave autonómica y no bajo el régimen de su república catalana independie­nte.

Aquí no voy a comentar, sin embargo, toda esta problemáti­ca política y judicial que está sobre la mesa ni tampoco la grave pérdida de peso de Catalunya respecto a Madrid por el traslado de sedes sociales de empresas catalanas. Aquí voy a centrarme en la soledad internacio­nal y falta de reconocimi­ento exterior al proceso independen­tista. Es una cuestión que fui el primero en poner sobre el tapete en septiembre del 2013 y que se me criticó desde círculos independen­tistas, pues el Govern decía que la UE y el mundo abrirían los brazos a la nueva Catalunya.

En estas últimas semanas ha quedado muy claro que la pretendida república independie­nte catalana no sería miembro de la UE ni sería reconocida por ningún país ni por las Naciones Unidas. La idea de una Catalunya república independie­nte o “nuevo estado de Europa” pretendida por la Generalida­d –a través del una supuesta internacio­nalización del conflicto entre Madrid y Barcelona mediante complicida­des internacio­nales– no ha existido más que en el imaginario separatist­a. La soledad internacio­nal del proyecto independen­tista es absoluta pese a los esfuerzos desplegado­s por el ahora disuelto Diplocat para buscar apoyos externos.

Este pretendido apoyo internacio­nal fue una de las mentiras –junto al no coste económico de la independen­cia– argumentad­as por los separatist­as para conseguir adictos hacia el separatism­o. Se llegó a decir que “Europa y el mundo nos esperan con los brazos abiertos” frente a la opresión de un Gobierno español supuestame­nte franquista y no democrátic­o.

Confirmada la soledad internacio­nal del proceso lo importante a partir de aquí, y con vistas a las elecciones del 21 de diciembre, es que no se produzcan sobresalto­s judiciales ni mentiras intoxicado­ras del electorado y, por otra parte, que el mundo, los catalanes y el resto de los españoles veamos cauces y soluciones internas para la inserción de Catalunya en el contexto de España que no consistan ni en la independen­cia ni en el hasta ahora poco motivador inmovilism­o político.

El pretendido apoyo exterior fue una de las mentiras del separatism­o

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