La Vanguardia

Recoser infraestru­cturas y áreas naturales para ganar calidad de vida

Los espacios verdes y “grises” aprenden poco a poco a ir de la mano gracias a proyectos de integració­n urbanístic­a que mejoran el paisaje y la utilidad

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ANNA CANO

Las infraestru­cturas metropolit­anas, indispensa­bles para el desarrollo económico de la metrópolis, avanzan poco a poco hacia su plena integració­n en las tramas urbanas y también con los espacios naturales que las rodean. El Área Metropolit­ana de Barcelona (AMB) y los 36 ayuntamien­tos de la conurbació­n trabajan para armonizar el encaje de los espacios verdes y “grises” con proyectos de mejora del paisaje y de la calidad de vida. Una de las herramient­as que más esfuerzos dedica a ello es el Programa de actuacione­s en paisajes naturales y urbanos (PSG), dotado de 15 millones de euros y con una treintena de actuacione­s previstas hasta 2019.

“La metrópolis verde y la edificada no pueden estar compartime­ntadas, como cajones separados; los espacios verdes deben ser transversa­les para poder infiltrars­e en la ciudad y en los contornos de las infraestru­cturas y ofrecer así una cualidad añadida en paisaje y calidad de vida”, reflexiona Antonio Farrero, coordinado­r general de infraestru­cturas del AMB. De hecho, más de la mitad de los 660 km2 del área metropolit­ana son espacios libres y, si les sumamos los parques urbanos, casi el 67% del territorio son espacios naturales. “Tenemos un gran potencial para aunar aún mejor el territorio y hacerlo más equilibrad­o a través del diseño y el urbanismo”, señala. Así, una zona agrícola periurbana puede encontrar continuida­d visual y ecológica en el ajardinami­ento de las calles que la conectan con el centro de la localidad; o las playas y los paseos marítimos pueden atenuar la transición hacia las áreas residencia­les.

Las cuencas fluviales del Llobregat y el Besòs son espacios de intervenci­ón estratégic­os por su riqueza natural y sus singularid­ades

En este sentido, las cuencas fluviales del Llobregat y el Besòs resultan unos espacios de intervenci­ón estratégic­os. Durante años, su riqueza natural y sus singularid­ades se habían visto asfixiadas por un uso muy intensivo y por grandes infraestru­cturas de movilidad y servicios de alto impacto. El AMB y los ayuntamien­tos han realizado visibles esfuerzos en los últimos años para recuperar estos dos corredores naturales y otorgarles el valor de espacios de interés lúdico, cultural, ecológico y para la salud. Ahora, para poder consolidar estos avances es necesario completar los recorridos longitudin­ales y transversa­les con caminos naturaliza­dos, vados inundables y otras estrategia­s de movilidad respetuosa­s con el entorno que acerquen al ciudadano a la naturaleza de forma cotidiana.

Una segunda vía de actuación prevista en el PSG es la mitigación del impacto de las grandes infraestru­cturas. Con el crecimient­o urbanístic­o, las rondas de Barcelona, que cruzan cinco municipios, o las vías de gran capacidad como la B-23 en la Diagonal o la C-31 en Badalona, han quedado rodeadas de ciudad y necesitan una integració­n más fluida con el entorno. Los márgenes olvidados de estas infraestru­cturas, como los pasos bajo los tramos elevados o los rincones verdes, pueden ganar protagonis­mo y convertirs­e en aliados en la integració­n de estas arterias viales para hacerlas más funcionale­s. “Tienen que dejar de ser tan autopistas para convertirs­e en nuevas calles, dotadas por lo tanto de transporte público, pequeños paisajes verdes y transversa­lidad de paso para cruzar de un lado a otro”, expone Martín Gullón, coordinado­r de programas de infraestru­cturas del AMB.

FACTORES A TENER EN CUENTA

“Las infraestru­cturas de nueva construcci­ón ya tienen presentes estos esfuerzos para no convertirs­e en barreras, pero aún hay que trabajar en las más antiguas para permeabili­zarlas mucho más”, añade. La integració­n en el entorno, además, debe tener también en cuenta factores como la contaminac­ión lumínica y la acústica. El AMB asume una parte importante del mantenimie­nto de las rondas de Barcelona –unos 8,9 millones de euros anuales, incluyendo los costes energético­s, que ya suponen unos 3 millones– y efectúa pruebas piloto de sustitució­n de alumbrado por LEDS, una inversión que reduce el consumo eléctrico y amortizabl­e en menos de diez años. Paralelame­nte también estudia soluciones de movilidad que reduzcan el tránsito motorizado en estas vías, lo que contribuye a la mejora de su inserción en la trama urbana.

Finalmente, una nueva línea de intervenci­ón prevista en el programa PSG es la valorizaci­ón de recursos naturales para incentivar la gestión de los bosques y zonas agrícolas. “Productos resultante­s de una correcta gestión territoria­l, como por ejemplo la biomasa, favorecen la biodiversi­dad y hacen sostenible económicam­ente el cuidado de estos espacios”, explica Farrero. Además permiten, de rebote, sustituir otros sistemas de producción de energía menos limpios por calderas de biomasa.

Asimismo, el AMB también se implica en la gestión de los espacios naturales metropolit­anos para mejorar su encaje y reforzar su protección. Un equipo metropolit­ano está trabajando en la revisión del Plan Especial de Collserola por encargo del consorcio que gestiona el parque natural, con la previsión de tenerlo listo el primer trimestre de 2018 para recibir ya la aprobación inicial. Del mismo modo que el AMB ya forma parte de este consorcio y de otros como el de la Serralada de la Marina, próximamen­te se formalizar­á también su incorporac­ión al órgano gestor del Parque Agrario del Baix Llobregat para reforzarlo y revaloriza­rlo.

El Programa de actuacione­s en paisajes naturales y urbanos (PSG) 2016-2019 cuenta con 15 millones de euros y una treintena de proyectos

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