La Vanguardia

Barcelona pierde el Navarra, otro local con historia

El café restaurant­e del paseo de Gràcia esquina con Casp cierra sus puertas después de 85 años de funcionami­ento

- LLUÍS PERMANYER Barcelona

Ha sido obligado a cerrar el Navarra, café restaurant­e que durante 85 años ha ennoblecid­o el chaflán tan relevante del paseo de Gràcia 4 y la calle Casp. Barcelona pierde otro establecim­iento emblemátic­o y el panorama no hace más que empobrecer­se, al prevalecer la mediocrida­d. Lo que aparece realzado por la historia y la personalid­ad no merece en estos tiempos ser valorado ni protegido.

El origen del Navarra se remonta a 1932 y de la mano de Esteve Sala Cañadell, quien ya entonces se había convertido en el empresario más destacado en el terreno de la restauraci­ón. Poseía un ramillete de establecim­ientos de primera categoría. Su hijo, Esteve Sala Soler, que mantuvo y casi superó la línea profesiona­l heredada, fue quien me contó el origen y la historia de este local que ayer bajó la puerta para siempre.

La inspiració­n le vino a renglón seguido de haber recorrido en la embocadura de los años treinta el País Vasco. Quedó prendado de su cocina y del tapeo, no sólo por la bondad esencial de los productos empleados, sino por la personalid­ad tradiciona­l con la que eran elaborados. Llevado por su estilo de que cada uno de sus locales tuviera una marcada singularid­ad, se propuso abrir un establecim­iento que aportara

aquella originalid­ad tan genuina.

Lo primero fue escoger con tiento el lugar: lo más noble de la Dreta del Eixample, a tiro de piedra de la plaza Catalunya, pese a que aún mandaba la resistenci­a de no aventurars­e tan arriba. En aquella esquina estaba en proceso de decoración un bar, que pasaba a ocultar la delicada ornamentac­ión modernista que a manos llenas había derramado el arquitecto Enric Sagnier para las caballeriz­as de la egregia y voluminosa casa Pons, también por él proyectada.

Sala mandó restaurar su aspecto original, pese a que en aquel entonces el estilo modernista era ya tenido por tan mal gusto que merecía la acción de la piqueta. A continuaci­ón puso en los fogones a un cocinero vasco para que aportara las mejores especialid­ades de su tierra natal, signo reforzado con un equipo de camareros paisanos suyos. Y lo bautizó con el nombre de Euzkadi. La direc- ción la confió a Domingo Riereta, que había hecho sus armas en La Puñalada y había merecido allí la estima de Rusiñol

Se inauguró la víspera de Navidad del 32. Unos afiliados locales del PNV, enterados de la noticia, ya habían tratado de convertirl­o en un foco de proselitis­mo y pidieron que la carta fuera en euskera. Sala se opuso con firmeza, sólo para mantenerse fiel a su criterio empresaria­l de que sus establecim­ientos comerciale­s estuvieran al margen de la política. Y predicaba con el ejemplo: no aceptó la alcaldía de Barcelona ofertada años antes por el dictador Primo de Rivera.

Su terraza se convirtió desde el primer día en un aliciente tentador. Y al punto fue animada por la presencia de una tertulia de jóvenes de pluma o pincel: Riquer,

El origen del establecim­iento hay que buscarlo en la pasión de su dueño por la cocina vasca

La dictadura franquista prohibió en 1939 el nombre de Euzkadi con el que se inauguró en 1932

Agustí, Juan Arbó, Ramon Xuriguera, Teixidor, Miquel i Vergés, Vinyoli, Grau Sala, Prim, Merli y un Benguerel, que la evocó con pulso vibrante en sus memorias. Recalaban casi a diario después de cenar, y el panorama se animaba a la salida de los teatros vecinos: Tívoli y Novedades. Espriu y G. Díaz-Plaja su sumaban de forma ocasional.

La dictadura franquista prohibió en 1939 el nombre, que Sala hijo trocó por Navarra.

En la nueva etapa mantuvo durante un par de decenios el mismo estilo. Al caer la noche, menudeaba alguna que otra buscona: sentadas con discreción a las mesas, destacaban por los vestidos chillones y maquillaje saltón. En los sesenta fue objeto de una modernizac­ión total, que se repitió por segunda vez pasado un tiempo.

Catalana Occidente, propietari­a de la enorme casa enmarcada por ronda de Sant Pere, paseo de Gràcia y Casp, no ha evidenciad­o la menor sensibilid­ad cuando el dueño del Navarra solicitó variar el proyecto de rehabilita­ción con el fin de evitar la destrucció­n de su histórico café restaurant­e. Junto a la lona gigantesca que cubre todo el edificio, unos carteles exhiben a modo de lema: “Cuidem el patrimoni de la nostra ciutat”. El Navarra no era patrimonio…

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NAVARRA El primer local después de la restauraci­ón encargada a comienzos de los años 30 por Esteve Sala Cañadell
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. El local del paseo de Gràcia tras la modernizac­ión en los sesenta

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