La Vanguardia

Justicia.

El valenciano aprovecha la titularida­d para marcar dos goles vitales que le permiten mantener las distancias a un líder mejorado

- JUAN BAUTISTA MARTÍNEZ

Con esta palabra en catalán e inglés, el FC Barcelona quiso pronunciar­se en el partido Barça-Sevilla (2-1) de ayer sobre la situación política que vive el país.

Aguantó sin rechistar semanas y semanas alejado no sólo del once sino también de las convocator­ias. Resistió sin protestar todo tipo de comentario­s que le infravalor­aban. No dijo ni mu y continúo trabajando en silencio. Anoche Paco Alcácer recibió el premio a su actitud y liberó al Barça con dos goles que saben a miel. El primero para certificar que el equipo estaba jugando mucho mejor que en Grecia. El segundo para desactivar a un Sevilla que había empatado y amenazaba con más. Pero no pudieron con el olfato del valenciano, que lleva tres tantos esta campaña siendo únicamente tres veces titular. Las mismas dianas que un Luis Suárez negado, torpe y desdibujad­o pese al apoyo de la grada, de sus compañeros y del técnico. En un momento en que el uruguayo acumula 450 minutos sin marcar, su peor racha de azulgrana, emergió la figura de Alcácer, ese juguete que compras un día que tienes un capricho y después abandonas en un armario casi sin estrenar. Menos mal que ayer, en medio de un ambiente reivindica­tivo pasado por agua, Valverde recurrió al exvalencia­nista, que hizo lo que en el fútbol siempre es más decisivo: dar con la red. Es lo que mejor sabe hacer. No le den más vueltas. Ese es su oficio y siempre lo será, juegue más o lo haga menos. Con la victoria el Barça aumenta su racha de partidos sin perder a 16 y mantiene las distancias con el Valencia.

La salida del Barça resultó fabulosa, nada que ver con el encuentro tedioso de Atenas. Valverde había sorprendid­o de nuevo en la posición que da más vueltas que un molino, la de acompañant­e de Messi y Luis Suárez. En esta ocasión la bolita del casino recayó en Alcácer, que coincidía por primera vez esta campaña de inicio con Suárez. En algunas ocasiones el valenciano se escoraba a la derecha y en otras formaba un doble nueve con el uruguayo, con Leo por detrás. Lo cierto es que el ataque blaugrana ganó en movilidad. Claro que también cabe decir lo mismo del centro del campo, más dinámico que en anteriores encuentros. Si a eso se le suman las gotas de clarividen­cia de Iniesta el panorama que asomaba bajo una tromba de agua era distinto. Un decorado donde el Barça atacaba y atacaba con denuedo, en el que se ensayaban chuts desde todos los ángulos (seis de los blaugrana en los primeros ocho minutos) y en el que el gol rondaba la portería de Soria.

Esa chispa animó a Messi, activo en su partido 600 como barcelonis­ta, y el argentino hizo intervenir al guardameta pronto. Como también lo probaron Suárez, tan voluntario­so como falto de pólvora, Alcácer, Rakitic, más vertical que de costumbre, o Iniesta. Mientras, el Sevilla sólo inquietaba a Ter Stegen tras un error inusual de Umtiti, al que Muriel le robó la cartera.

Habría sido injusto que el conjunto hispalense se avanzara y no lo hizo porque, por fin, el Barça abrió el marcador tras un envío largo de Suárez que no acertó ni a controlar ni a despejar bien Escudero. El balón quedó muerto y Alcácer, atento al error, batió por bajo a Soria.

Tras marcar pareció que el Barça se tomaba una fase de respiro y el Sevilla avanzó líneas con la batuta

En el primer gol Alcácer aprovechó un error de Escudero; en el segundo remató por instinto

Luis Suárez cada vez está más negado y ya vive su peor sequía como blaugrana

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JOSEP LAGO / AFP
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El delantero de Torrent sonríe después de marcar el segundo gol que le dio la victoria al equipo barcelonis­ta
LLIBERT TEIXIDÓ UNDÉCIMA JORNADA DE LA LIGA SANTANDER El delantero de Torrent sonríe después de marcar el segundo gol que le dio la victoria al equipo barcelonis­ta

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