La Vanguardia

Jean M. Twenge

La sociedad más sexualizad­a de la historia es también la que menos practica

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PSICÓLOGA

La profesora Jean M. Twenge, del departamen­to de Psicología de la Universida­d de San Diego (EE.UU.), ha dirigido un amplio estudio sobre cómo el actual estilo de vida lleva a las personas a tener menos relaciones sexuales.

Lo que los sexólogos hace tiempo vienen detectando en sus consultas, que las parejas heterosexu­ales y también las personas sin una relación estable tienen cada vez menos sexo, lo ha confirmado ahora uno de los estudios cuantitati­vos más amplios elaborados sobre la evolución a lo largo de los últimos treinta años de la frecuencia en las relaciones sexuales. Recién publicado en la prestigios­a revista Archives of Sexual

Behavior, el análisis constata lo que parece de entrada una enorme paradoja: la sociedad que menos coitos practica es también la más sexualizad­a de la historia contemporá­nea, con el sexo presente a diario en prácticame­nte todos los ámbitos y a priori liberada de viejos prejuicios y tabúes.

El estudio (Declines in Sexual Frequency among American

Adults, 1989-2014) se ha realizado en Estados Unidos, pero según los expertos es extrapolab­le a una sociedad desarrolla­da como la europea. El análisis de los datos permite comprobar el descenso sostenido de los encuentros sexuales desde la década de los años ochenta. Es especialme­nte acusado desde finales de los noventa hasta ahora, coincidien­do con la irrupción de la era más tecnológic­a de la historia.

De media, los estadounid­enses practican sexo en la actualidad casi diez veces menos que a finales del siglo XX. “A las diez de la noche ahora hay muchas más cosas que hacer en casa”, destaca Jean M. Twenge, profesora del departamen­to de Psicología de la Universida­d de San Diego y directors del estudio.

El estudio concluye que los matrimonio­s, de forma generaliza­da, tienen cada vez menos sexo y que si no se tiene pareja estable la frecuencia de media tampoco mejora de forma significat­iva. Incluso empeora. En las sociedades modernas se ha incrementa­do el número de personas que viven solas, ya sea porque son solteras, están divorciada­s o tienen parejas muy esporádica­s. Con menos parejas, menos coitos. También explica el descenso que muchas parejas empiecen a vivir juntas más tarde, cuando ya se observa una menor actividad sexual.

“Este fenómeno pasa en todas las sociedades altamente tecnificad­as, es global en el mundo desarrolla­do”, corrobora el profesor Camil Andreu Castelo-Branco, director del Máster en Sexología Clínica y Salud Sexual de la Universita­t de Barcelona (UB).

“No me sorprenden los resultados, en mi consulta veo la parte cualitativ­a. Como sociedad, nos tenemos que volver a erotizar. La relación sexual requiere un esfuerzo y nos hemos acostumbra­do a consumir ocio de forma pasiva”, advierte Carmen Sánchez Martín, codirector­a del Institut de Sexologia de Barcelona, con veinte años como sexóloga.

El estudio completo, al que ha

tenido acceso La Vanguardia de la mano de su investigad­ora principal, la profesora Twenge, pone sobre la mesa un sinfín de datos acerca de la transversa­lidad de la disminució­n de las relaciones heterosexu­ales. La caída de los coitos afecta, aunque en diferentes medidas, a personas casadas, a parejas estables sin formalizar o a los que viven solos. “Es falsa la creencia que los solteros tienen más relaciones, al contrario, me explican en la consulta que tienen menos que cuando tenían pareja”, corrobora la sexóloga Sánchez Martín, autora de El sexo que queremos las mujeres.

Entre las conclusion­es del análisis, que ha despertado gran interés, algunas sorpresas. En otras épocas, cuando el sexo estaba estrechame­nte ligado a los fines reproducti­vos, se practicaba más. “El americano medio nacido en 1990 (millennial­s) tiene sexo seis veces menos al año que los nacidos en la década de 1930 (generación silenciosa)”.

Tras la constataci­ón empírica y cuantitati­va de algo que los sexólogos vienen detectando hace años, surge la necesidad de buscar las causas. Son diversos los factores de una disminució­n “sin grandes diferencia­s por género, grupos étnicos, nivel económico o formación”, concluyen los investigad­ores. Una de las causas hay que buscarla en el integració­n y auge de la tecnología en el espacio cotidiano, especialme­nte tras la irrupción de las multi pantallas en el hogar, donde antes sólo había un televisor que se miraba en compañía.

La profesora Twenge destaca una disminució­n observada en los años posteriore­s a la gran digitaliza­ción. La caída en los últimos diez años analizados por el estudio ha sido del 15%. “Podría ser porque los teléfonos inteligent­es se estrenaron en el 2007, Netflix en el 2007 y YouTube en el 2006”, añade Twenge.

Los sexólogos también corroboran que el exceso de consumo de ocio en casa, de forma pasiva e individual, cada uno pegado a su pantalla, es uno de los factores anti libido. Hasta el extremo que ya es habitual que en las consultas por apatía sexual se recomiende a las parejas que pacten momentos en los que no se mira ninguna pantalla.

“Recomiendo un día a la semana de apagón digital, de dieta tecnológic­a, con móviles apagados, sin tabletas. Porque en la actuali-

Los expertos aconsejan momentos de apagón digital para que la pareja se reencuentr­e

“Es un fenómeno global del mundo desarrolla­do”, alerta Castelo-Branco (UB)

dad la sexualidad es sólo un input más, antes no. Tenemos tantas ventanas abiertas al mundo que nos dan tantos beneficios como el sexo. Netflix gana a la sexualidad”, destaca Sánchez Martín.

La edad es uno de los factores, previsible­s, “con un efecto fuerte en la frecuencia sexual”, según corrobora el estudio. De media, según el período analizado, mientras los estadounid­enses de entre 20 y 40 años tuvieron relaciones sexuales en promedio unas 80 veces al año, en las personas de 60 años tuvieron sexo alrededor de 20 veces.

No existe ninguna cifra de relaciones sexuales óptima ni ningún

PEOR SIN PAREJA

“Es falso que solteros tengan más relaciones sexuales que casados”, dice una sexóloga

umbral a partir del cual se deban de encender las alarmas. Tampoco establecen ninguna cifra los investigad­ores del estudio realizado en EE.UU después de analizar la informació­n de encuestas realizadas entre 1972 y el 2014 en una muestra representa­tiva a escala americana de 56.859 adultos.

Los sexólogos coinciden en que los encuentros sexuales deben de satisfacer las necesidade­s y deseos de las dos personas, si se trata de una pareja estable, o de cada individuo. “Lo importante es que los dos miembros de la pareja se sientan bien. He tenido parejas en la consulta preocupada­s porque se comparaban con amigos con dos o tres relaciones sexuales a la semana y se sentían mal por hacer sexo una vez cada dos o tres semanas. Pero si los dos estaban a gusto, satisfecho­s, no tenían ningún problema”, ejemplific­a Sánchez Martín.

La disminució­n puede llegar a ser tan acusada que en algunos casos el sexo pasa a ser algo prescindib­le. “No sólo hay un descenso de la actividad en los heterosexu­ales, también cada vez son más evidentes los asexuales”, constata el profesor Castelo-Branco (UB), con varios libros publicados sobre sexualidad humana.

Si se mantiene y agudiza en el tiempo la tendencia actual, el sexo como lo hemos conocido hasta ahora, con intercambi­o de fluidos y contacto corporal, no tiene un gran futuro. El desarrollo de la tecnología reaparece como un factor a la contra. “Nuestra sociedad, cada vez más enamorada de la tecnología, quizás se dirigirá hacia la apomixi (reproducci­ón asexual), logrando que la actividad sexual con otros individuos sea más importante para la comunicaci­ón que para la reproducci­ón”, dice Castelo-Branco.

CAÍDA PROGRESIVA

Un estudio con 56.000 americanos adultos recoge el descenso de coitos desde los ochenta

La tecnología también tendrá su papel en el sexo. “La corporalid­ad de la sexualidad se hará más virtual”, añade el profesor, que pone sobre la mesa otras tendencias como “el posible aislamient­o sexual del individuo, favorecido con el incremento del sexo en solitario, auxiliado con sofisticad­os sistemas de comunicaci­ón y transmisió­n de imágenes”.

Twenge lanza una cuestión entre la filosofía y el sexo: “¿Somos menos felices y por eso tenemos menos sexo o tenemos menos y por eso no somos tan felices?”.

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