La Vanguardia

Un doble problema

La Fundación-Pasqual Maragall alerta de la situación que sufren los cuidadores

- BARCELONA Efe

El sobreesfue­rzo que supone cuidar a una persona con alzheimer pasa una factura que no se tiene en cuenta.

La Fundación Pasqual Maragall ha advertido –con motivo del día del Cuidador que se celebra hoy– de la existencia del denominado síndrome del cuidador, que provoca un gran agotamient­o físico y mental en las personas que cuidan a un enfermo de alzheimer, –habitualme­nte el cónyuge y en menor medida un hijo o una hija– al que dedican una media de 15 horas diarias, siete días a la semana, ya que la propia enfermedad va provocando que el afectado sea cada vez más dependient­e.

“Cuidar a un familiar con alzheimer es un hecho sobrevenid­o para el que nadie está preparado. Sin el apoyo necesario, afrontar esta realidad desencaden­a problemas físicos y psicológic­os asociados a estrés, ansiedad, depresión o frustració­n, que se añade al agravante emocional de sentir como un ser querido se va perdiendo en vida”, explica la psicóloga de la Fundación Maragall, Sandra Poudevida.

Como consecuenc­ia, “los cuidadores se encuentran tan desbordado­s que acaban relegando a un segundo plano su salud física y mental. Un hecho que les convierte en enfermos ocultos”, relata la psicóloga de la fundación.

Para apoyar a estos cuidadores y mejorar su calidad de vida, la Fundación Pasqual Maragall –el expresiden­te de la Generalita­t que en el 2007 anunció que padecía esta enfermedad– creó en el 2011 un programa de grupos terapéutic­os para cuidadores de enfermos de alzheimer que ya ha atendido a 420 de estos cuidadores.

En estos grupos, las personas que están a cargo de los enfermos de alzheimer reciben una terapia psicológic­a grupal, dirigida por un terapeuta profesiona­l. Según Poudevida, el objetivo de esta terapia es “prevenir y paliar la sobrecarga a la que están sometidos los cuidadores para mejorar su bienestar. Los terapeutas enseñan a comprender la enfermedad y convivir con ella de forma serena, digna y controlada”.

Durante las sesiones, los participan­tes comparten sus experienci­as entre ellos y aprenden a conocer la enfermedad y su evolución para aceptar la realidad de cada momento, así como a comprender los síntomas y los cambios de conducta que generan en el afectado y a pedir ayuda.

También se les enseña a comunicars­e con el enfermo, a saber gestionar las propias emociones y sentimient­os, a recuperar la propia identidad, más allá de su rol de cuidador, y a buscar espacios para ellos mismo o aprender a relajarse y a tener cuidado la propia salud física y mental. Además, los participan­tes aprenden a ser positivos e intentar alinearse con el sentido del humor y compartir experienci­as y emociones con otros cuidadores.

“Tras asistir a estas sesiones, los participan­tes nos manifiesta­n mejoras en aspectos como el nivel de sobrecarga, de ansiedad, de depresión, de calidad de vida, de resilienci­a y del apoyo social que perciben”, explica Sandra Poudevida.

Estas variables están evaluadas científica­mente en un estudio que impulsaron de forma conjunta, en abril del 2014, la Fundación Pasqual Maragall y la Obra Social La Caixa, entre 231 cuidadores distribuid­os en 24 grupos terapéutic­os de Catalunya, Castilla y León, Canarias, Comunidad Valenciana y Andalucía.

En total, la Fundación Pasqual Maragall ha creado 47 de estos grupos terapéutic­os gratuitos en 27 centros repartidos por toda la geografía española.

Actualment­e hay grupos terapéutic­os activos en Madrid, Sevilla, Vigo, Barcelona y Girona.

Sin apoyo, afrontar esta realidad trae problemas físicos y psicológic­os, como estrés, ansiedad, depresión o frustració­n

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CÉSAR RANGEL Instalacio­nes de la Fundación Pasqual Maragall

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