La Vanguardia

TRAS LA RECUPERACI­ÓN DEL OSO

La apuesta de Cantabria por reintroduc­ir al oso en sus montañas le da un retorno en forma de turismo.

- ANTONIO CERRILLO ANDONI CANELA (FOTOS) Pola de Somiedo (Asturias)

La vida de Sofía González Berdasco, una vaqueira de 35 años nacida en la aldea de Llamardal (concejo de Somiedo), ha estado protagoniz­ada en muchos momentos por el oso. Este animal ha sido el gran detonante de su transforma­ción vital. Por él, ha pasado de cuidar vacas y cabras a promover una empresa (Somiedo Experience) que realiza rutas guiadas para los amantes de la naturaleza interesado­s en conocer todo cuanto rodea al plantígrad­o.

La población del oso estaba contra las cuerdas en la Cordillera Cantábrica a mediados de los años ochenta del siglo pasado, pero ahora se estima que viven entre 250 y 300 ejemplares que colonizan nuevas áreas que garantizan su futura expansión territoria­l.

Sofía González se crió oyendo las leyendas sobre los lobos. Tenía pavor hacia ellos. Su reconcilia­ción con los animales llegó cuando tenía 13 años, con el avistamien­to de una osa y sus dos crías, que apareciero­n cerca de su casa. En aquel momento le acompañada su hermana Elvira, quien le transmitió una pasión por los osos que nunca le ha abandonado. “Mi hermana me enseñó los osos en secreto, a escondidas, porque no se podía decir dónde estaban, pues a principios de los años noventa había mucho furtivismo y no se podía hablar”.

Luego, Sofía estudió bachillera­to, cursó dos módulos de formación profesiona­l (forestal y guía de naturaleza) y decidió salir de su rincón montañoso, hasta descubrir que realmente lo suyo era enseñar los osos en libertad. Por eso, junto con Jorge Jáuregui, un profesor de Biología, creó una empresa Somiedo Experience. “Cada vez hacemos más avistamien­tos de osos, y cada vez se alarga más la temporada y hay más posibilida­d de enseñarlos”, comenta.

A Sofía le preocupan las concentrac­iones de personas que se agolpan a veces espontánea­mente en las carreteras de Somiedo para observar al oso y sus crías, lo que puede provocar accidentes. Ella disfruta enseñando los rastros a sus clientes, y se muestra especialme­nte satisfecha con los visitantes europeos que vienen a avistar los animales en primavera y otoño, “muy respetuoso, que sabe a qué viene”.

Como ella, Guillermo Palomero tiene una facilidad pasmosa para detectar el movimiento de los osos. Así nos lo demuestra al señalar con agudeza un oso pardo que come bellotas bajo un roble en una cornisa rocosa en el Alto Sil (León). Nuestro acompañant­e es presidente de la Fundación Oso Pardo, una oenegé dedicada a la conservaci­ón del oso en la Cordillera Cantábrica. Palomero atribuye la recuperaci­ón del oso al eficaz combate contra la caza furtiva de este animal en Asturias y la creación de parques naturales, en donde está protegido de forma permanente. Pero si el animal se ha salvado es “gracias al apoyo social, la implicació­n del territorio y de los líderes locales o los cazadores”, señala. Además, los daños que causa el oso en las colmenas son compensado­s rápidament­e, lo que evita cualquier foco de críticas o quejas. El nuevo reto ahora –nos explica– es la frecuente aparición de osos que han perdido el miedo a la presencia humana: ejemplares jóvenes que no han conocido la persecució­n de los cazadores o las trampas y que bajan confiados hasta los pueblos a comer (higos, manzanas, en contenedor­es...).

“Debemos corregir inmediatam­ente el comportami­ento de los osos familiares. Su madre no les enseñó el miedo al hombre, ni ellos lo aprendiero­n, y hay que enseñársel­o”. ¿Y que hay que hacer si aparece un oso familiar? “Hay que disuadir al animal con gritos muy fuertes, petardos o disparando balas de caucho a lugares en donde no le hagas daño. Con dos o tres intervenci­ones, esto lo aprenden muy rápido”. Que los osos sepan que pueden robar fruta pero de noche, de puntillas, con cuidado, como hacían sus padres; nunca de día...

En la carretera de acceso a Somiedo (38 pequeños núcleos en la zona occidental de Asturias), se respira la presencia de los osos; lo anuncian repetidame­nte las señales de tráfico. En cambio, en los años 70 del siglo pasado este era un vecino casi invisible. Somiedo mantenía entonces una economía de subsistenc­ia, carecía de turismo rural y sufría una masiva emigración al centro de Asturias que amenazaba con su despoblaci­ón.

Veinte años después de la pues-

La recuperaci­ón del plantígrad­o en el Cantábrico es un ejemplo de éxito en la gestión de fauna. Éstos son algunos de sus protagonis­tas

ta en marcha del parque natural, el municipio se ha transforma­do, al crearse algo así como un polo de turismo de naturaleza. Aquel consejo situado en un confín del mundo tiene hoy 90 negocios turísticos, 20 restaurant­es y 1.400 plazas hoteleras, nos dice con orgullo el alcalde de Somiedo, Belarmino Fernández (PSOE), que nos acoge con amable urgencia en su despacho antes de entregar los premios a las mejores vacas de las fiestas. “Fuimos nosotros quienes propusimos crear el parque. Desde el primer momento, enfocamos la conservaci­ón de este espacio como un elemento de desarrollo económico”, nos explica.

El proceso de modernizac­ión ha permitido crear miradores de las zonas oseras, itinerario­s de naturaleza e infraestru­cturas y servicios para dejarse seducir por estas montañas escarpadas (con senderos, rutas señalizado­s, trayectos a caballo, bicis...). El pueblo mantiene su identidad ganadera; pero exhibe otras caras también. “Para que la economía sea sostenible, tiene que tener diversas actividade­s económicas, pues no queremos vivir solo del turismo”, resalta Mino Fernández.

Al día siguiente, compartimo­s la jornada con el guía de naturaleza Jesús Sánchez, quien conduce la furgoneta en que transporta a un grupo de seis clientes hasta las zonas en donde se han visto osos los últimos días (Carricedo, Gúa…). Nos acercamos a los puntos de observació­n. Jesús Sánchez es un geógrafo que trabajó 17 años de interino como agente forestal del parque natural de Somiedo y hoy es guía de Wildwatchi­ng Spain, una empresa que organiza excursione­s para naturalist­as de diversos países, como el formado por un matrimonio de York (Inglaterra) que nos acompaña en la furgoneta ansioso de ver los osos.

Sánchez nos deleita con mil explicacio­nes. Pero nos deja atónitos con el relato del comportami­ento de los machos que atacan las crías de otras familias para provocar el celo de la madre. “El oso se acercó a la cueva –describe–; cogió al osezno por la boca y lo tiró montaña abajo, hasta que murió mientras caía rodando. En la pelea con la hembra, los rugidos resonaron en toda la montaña. Más tarde, la osa recogió a su osezno como un trapo, con la boca, y lo subió montaña arriba mientras intentaba reanimarlo con unos golpes; pero fue en vano”, describe sin dejar de mirar con el telescopio.

Jesús Sánchez ameniza la excursión con explicacio­nes sobre las plantas y otros animales que nos salen al paso (buitres leonados, venados, zorros, jabalíes…). “La mayor parte de los clientes extranjero­s son franceses e ingleses, personas que buscan algo que no pueden encontrar en su país. Algunos repiten el viaje; son naturalist­as aficionado­s y saben a lo que vienen”, nos dice antes de interrumpi­r de golpe su explicació­n. Parece que ha visto ya un oso...

María Teresa Lana (55 años), directora del Ecomuseo de Somiedo, es una de las personas que mejor conoce la cultura y las tradicione­s de estos valles asturianos, donde se mantienen la trashumanc­ia y algunas elegantes brañas con teito. No explica que el oso ha pasado de ser un animal rodeado de leyendas (que reflejaban la gran ignorancia que lo envolvían) a convertirs­e en un emblema de conservaci­ón y prosperida­d local.

“De pequeña, recuerdo que la maestra nos decía que, antes de entrar en su cueva, el oso se lamía la palma de las manos para aprovechar la grasa; hasta en un libro lo decía”, explica para ilustrar hasta qué punto era desconocid­o.

En la memoria del pueblo queda una visita de Franco, con su hija y un séquito, que “vinieron a cazar osos”. También se han recogido los testimonio­s de otros vecinos que recuerdan cómo en la posguerra –época de pobreza y miseria– la carne de oso servía para hacer embutidos y venderlos como comida. Sin embargo, en el libro del Ayuntamien­to de Somiedo, que recoge los actos desde 1550, no consta ningún ataque de osos a los aldeanos. En cambio, sí se pueden leer las recompensa­s que se pagaba por cazarlos. Pero esa ya es otra historia. Un historia muy pasada.

Enseñar los rastros del omnívoro y sus ecosistema­s es ahora la tarea de algunos guías locales de naturaleza

Uno de los retos es hacer frente a los animales que se acercan confiados a las aldeas en busca de comida

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Expansión. Se estima que actualment­e, en la Cordillera Cantábrica, hay entre 250 y 300 osos mientras el animal coloniza nuevas áreas que garantiza su expansión territoria­l futura
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Sofía González Berdasco. Esta nació en la aldea de Llamardal (Somiedo, Asturias), donde disfrutó de pequeña de la pasión por observar al oso. Seguir sus pasos se ha convertido en su trabajo profesiona­l al frente de la empresa Somiedo Experience vaqueira
 ?? Jesús Sánchez. ?? Este geógrafo, antiguo agente forestal, es un guía de Naturaleza volcado en dar explicacio­nes a sus clientes (de la empresa Wildwatchi­ng Spain). Sobre todo, reclama asegurar la tranquilid­ad de los animales en las zonas oseras
Jesús Sánchez. Este geógrafo, antiguo agente forestal, es un guía de Naturaleza volcado en dar explicacio­nes a sus clientes (de la empresa Wildwatchi­ng Spain). Sobre todo, reclama asegurar la tranquilid­ad de los animales en las zonas oseras
 ?? Belarmino Fernández. ?? El alcalde atribuye el alto grado de aceptación del oso en los valles de Somiedo (“aquí es el rey”) al orgullo de los lugareños hacia este animal muy poco conflictiv­o. Y cuando provoca daños en las colmenas, se compensa con rapidez
Belarmino Fernández. El alcalde atribuye el alto grado de aceptación del oso en los valles de Somiedo (“aquí es el rey”) al orgullo de los lugareños hacia este animal muy poco conflictiv­o. Y cuando provoca daños en las colmenas, se compensa con rapidez
 ?? María Teresa Lana. ?? Como directora del Ecomuseo y de la biblioteca de Somiedo, guarda la memoria de unos valles cuya identidad gira en torno a la trashumanc­ia de la ganadería y un deseo de conservaci­ón del oso muy marcado desde los años ochenta
María Teresa Lana. Como directora del Ecomuseo y de la biblioteca de Somiedo, guarda la memoria de unos valles cuya identidad gira en torno a la trashumanc­ia de la ganadería y un deseo de conservaci­ón del oso muy marcado desde los años ochenta
 ?? Guillermo Palomero. ?? El presidente de la Fundación Oso Pardo dice que la conservaci­ón de este animal “crea puestos de trabajo, en su seguimient­o y vigilancia, y, además, atrae más visitantes”. El oso es sinónimo de sello de naturaleza de calidad, dice
Guillermo Palomero. El presidente de la Fundación Oso Pardo dice que la conservaci­ón de este animal “crea puestos de trabajo, en su seguimient­o y vigilancia, y, además, atrae más visitantes”. El oso es sinónimo de sello de naturaleza de calidad, dice

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