La Vanguardia

Los exconselle­rs, repartidos en cuatro celdas por parejas

Algunos han pedido ansiolític­os para estos primeros días

- MAYKA NAVARRO Barcelona

LOS PRIMEROS ENCUENTROS

Este fin de semana todos han recibido las visitas de sus familiares en prisión

Nadie puede sentirse bien encarcelad­o en prisión, privado de su libertad. Es imposible. Antinatura­l. Ya puede ser la cárcel, como es el caso del centro penitencia­rio de Estremera, a 77 kilómetros del centro de Madrid, la prisión más moderna y con mejores equipamien­tos del mundo... En tres de sus celdas están, desde el jueves por la noche, seis miembros del gobierno depuesto de la Generalita­t. Las políticas Dolors Bassa y Meritxell Borràs comparten habitáculo en la cárcel de mujeres de Alcalá Meco.

Este fin de semana todos han recibido visitas de sus familiares. Fue la primera gestión de la que se preocuparo­n los letrados Andreu Van den Eynde y Jaume Alonso Cuevillas, consciente­s de lo importante que sería para los ocho poder compartir un rato con los suyos en sus primeras horas entre rejas.

Alonso Cuevillas les visitó a todos el viernes por la mañana. Primero a los hombres. Consiguió gestionar una visita conjunta con los seis a la vez, en un mismo locutorio, una de esas salas dividida por un vidrio en la que letrado y cliente se comunican a través de un teléfono interno. Al otro lado del cristal, Oriol Junqueras, Raül Romeva, Jordi Turull, Josep Rull, Carles Mundó y Joaquim Forn; vestidos aún con los trajes oscuros y las camisas blancas, y ya arrugadas, del primer día en la Audiencia Nacional. Ya no llevaban las corbatas. Se fueron turnando porque no cabían los seis a la vez en el habitáculo.

¿Están bien? “Se puede decir que sí. Así como el traslado fue denigrante para muchos de ellos y la primera noche fue complicada por la angustia, lo cierto es que no puedo tener ni una mala palabra para los funcionari­os de prisiones y esas primeras horas en la cárcel”. Lo explicó ayer a este diario Alonso Cuevillas desde su despacho de Barcelona en una pausa en la preparació­n de los recursos que presentará en breve para solicitar su libertad.

El letrado confirmó lo que contaron a lo largo del día los entornos personales de los ocho presos. Todos comparten celda. Junqueras está con Mundó en el módulo 7; Turull con Rull en el módulo 4; y Forn con Romeva en el módulo 3. Se trata de tres módulos definidos como blandos, de respeto, donde están los presos no conflictiv­os. Ninguno había tenido tiempo de decidir a qué actividade­s se apuntarán los próximos días. Alonso Cuevillas les ingresó 50 euros a cada uno en sus respectiva­s cuentas corrientes de prisión. Es un dinero que pueden gastar en el economato. El límite es de 100 semanales.

Los letrados no pudieron entrar en la cárcel los medicament­os que alguno ya tomaba de antemano. Confiaban que se los proporcion­aran el médico del centro, así como ansiolític­os que alguno de ellos solicitó para gestionar mejor esos primeros días encerrados.

Alonso Cuevillas llegó cargado de bolsas, una para cada uno. Los familiares que estaban todavía en Madrid les compraron ropa el mismo jueves por la tarde. Después en el control de seguridad de acceso de la prisión tampoco permitiero­n al abogado entrar todos los objetos. Cada preso tiene un límite de prendas de ropa y no está autorizado meter un neceser con artículos personales de aseo del exterior. Todas esas cosas se las proporcion­a el centro.

Más “tocadas” estaban las dos mujeres. Borràs y Bassa comparten celda también, pero en una cárcel, la de Alcalá Meco, con unas instalacio­nes mucho más antiguas. Al fin y al cabo, el resto son seis, y ellas están solas, explicaba una persona de su entorno. Alonso Cuevillas también les llevó ropa, y tampoco le dejaron entrar los neceseres que ambas se habían preparado para el viaje a Madrid.

Los letrados están estudiando qué hacer en relación a las condicione­s del traslado hasta la prisión. De momento, han elevado una queja formal porque la gran mayoría de los hombres fueron esposados en la espalda, no todos, y no les ataron el cinturón de seguridad, lo que provocó que se golpearan en los momentos que los vehículos frenaban.

Desde la Guardia Civil se insistió ayer que la decisión de esposar o no a los presos correspond­e al jefe de la conducción y que este, un coronel, entendió que esa era la manera más segura de realizar ese traslado. Explicaron también que en “esas mismas condicione­s” se realizó el año pasado 50.000 traslados y sólo se tramitaron seis quejas “por incidentes menores”. Desde Institucio­nes Penitencia­rias también se quiso quitar hierro a la denuncia de los letrados asegurando que en el momento en que llegaron a prisión, ninguno “realizó queja alguna” sobre el traslado.

Para evitar filtracion­es a la prensa de datos personales o imágenes de la estancia de los ocho políticos en prisión, el ministerio del Interior ha reforzado el control y las advertenci­as a los funcionari­os. Ayer sin embargo ya trascendió hasta el menú de la primera cena: gazpacho, alitas de pollo, yogur y batido.

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JUANJO MARTÍN / EFE El exterior de la cárcel de Estremera en la que están ingresados seis de los exconselle­rs presos
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