La Vanguardia

CACERÍA en la Diagonal

Un singular conjunto escultóric­o de Marès languidece entre el vandalismo y el olvido

- DOMINGO MARCHENA Barcelona

Un curioso y poco conocido conjunto del escultor Frederic Marès (18931991) languidece en Barcelona, víctima del vandalismo y el olvido institucio­nal. Se trata de un relieve y doce esculturas con una treintena de animales: ciervos, osos, jabalíes, corzos, gamos, cabras montesas y perros. Al menos tres piezas originales han desapareci­do, como un rebeco, una pareja de ciervos con un cervatillo y una composició­n con otros cinco ungulados yacientes. Legiones de barcelones­es pasan a diario junto a este tesoro sin reparar en su maltratada belleza.

Y todo en un lugar tan transitado como la avenida Diagonal, detrás de las torres insignia de La Caixa, en los jardines de Jaume Vicens Vives. Este rincón, que se creó en 1967 como un parque privado, se abrió al público en 1990. Tiene unos 2.000 m2 y una gran variedad de árboles, incluidos magníficos cedros del Himalaya

(Cedrus deodara). Y, por si esta pequeña gran isla verde no fuera suficiente atractivo, unas esculturas con una insólita historia cinegética sorprenden al paseante.

Los 27 animales (34, si se cuentan los siete corzos del friso) son de bronce, mármol o piedra. Todos son diferentes, salvo el más espectacul­ar. Un monumental conjunto con un ciervo y una jauría de siete alanos –todos con las fauces abiertas, menos uno– da la bienvenida a los jardines, delimitado­s por la Diagonal, la Gran Via Carles III y la calle Sabino Arana. Este rey del bosque se repite en otra figura con la misma cornamenta e idéntico porte majestuoso. Pero aquí no está a punto de sufrir una espantosa agonía y aparece inmortaliz­ado antes de que desafíe a la naturaleza con un bramido que hará temblar los montes. El visitante no cree que actúe así por el celo o la berrea. Otra escultura tiene la clave de la escena que quiso narrar Marès...

La posteridad no ha tratado con justicia a este autor. Su actitud ante el franquismo ha empañado sus méritos. El Ayuntamien­to tiene en un almacén de la Zona Franca, tapada con una lona, su escultura de La Victòria, con la que la dictadura celebró el triunfo fascista del 39. Comparte destierro con el Franco ecuestre de Josep Viladomat. El rechazo al oprobio y la ley de Memoria Histórica justifican este ninguneo, pero ¿y el bosque animado de los jardines? Ni una triste pla- ca explica la singularid­ad de uno de los proyectos más peculiares del escultor. La obra del ciervo y la jauría, visible desde la Diagonal, es la única que está firmada con un “F. Marès”, pero los arbustos que rodean la agrietada peana ocultan la inscripció­n.

Peor suerte todavía han corrido otras joyas que han experiment­ado un catálogo de mutilacion­es. Los dos osos han sido desfigurad­os y pocos cérvidos conservan la cornamenta intacta. Muchos también han sido desorejado­s. Colas, pezuñas, morros destrozado­s... Algunas figuras de mármol han sido parcialmen­te restaurada­s, pero las uniones de las partes rotas son muy chapuceras. Las esculturas metálicas presentan incluso hendiduras que debieron hacerse con objetos punzantes y mucha contumacia.

Una de las pocas excepcione­s es el relieve, que se conserva en buen estado, aunque de vez en cuando es víctima de grafitis. La obra, de más de una tonelada de peso, recuerda al friso mucho más grande de Cavalls desbocats que realizó Josep Ros para el parque de la Trinitat y que se ha convertido en uno de los orgullos del distrito de Nou Barris, junto a

Dona que es banya, de Bartolozzi. El banquero y promotor inmobiliar­io Ignasi Vilallonga era un gran aficionado a la caza y encargó a Marès esta heterogéne­a muestra de seres del bosque, sin parangón en Barcelona. Dicen que el escultor trató de satisfacer sus deseos, pero visto con perspectiv­a su trabajo parece un duro alegato contra la caza. Una burla, casi. A la pareja de jabalíes –el macho con los colmillos milagrosam­ente salvados del vandalismo­s; la hembra con unas mamas hinchadas que revelan su reciente maternidad– les siguen dos jabatos, uno de los cuales se asemeja a un lechoncito. ¿Qué tipo de desalmado podría abrir fuego contra esta familia? ¿Quién podría matar a los indefensos gamos que pastan más allá? ¿A los ciervos que se inclinan para abrevar?

Desde luego, la presencia de todos estos animales aquí, encajonado­s entre edificios, debe ser lo más parecido a un coto de caza donde las presas no pueden escapar. Quizá por eso el artista quiso que al menos tres criaturas burlaran a los cazadores y las sacó del recinto: un ciervo de piedra en la Gran Via Carles III y dos rebecos de bronce en la Diagonal, a la derecha de los jardines. Dentro no es posible huir de la jauría, para desesperac­ión de la delicada cierva de mármol que hay al fondo del parque, donde parece aguardar agotada una muerte segura. Es una de las esculturas más bonitas, aunque tampoco se ha librado de las dentellada­s de los gamberros. Quizá por eso brama el rey del bosque. Para atraer a los perros, confiado en que su inmolación no sea un sacrificio inútil.

Ciervos desorejado­s y con la cornamenta rota, osos mutilados y grietas en las peanas de muchas esculturas

Algunas obras se han restaurado, pero con resultados discutible­s y uniones de piezas rotas muy chapuceras

 ?? DAVID AIROB ?? El rey del bosque. Este épico monumento da la bienvenida a los jardines de Vicens Vives, con un tesoro en su interior que a veces pasa inadvertid­o
DAVID AIROB El rey del bosque. Este épico monumento da la bienvenida a los jardines de Vicens Vives, con un tesoro en su interior que a veces pasa inadvertid­o
 ?? DAVID AIROB ?? Belleza ultrajada. La delicadeza de esta escultura de mármol, a la que acompañan al fondo dos gamos de bronce, no ha sido suficiente antídoto
contra los vándalos
DAVID AIROB Belleza ultrajada. La delicadeza de esta escultura de mármol, a la que acompañan al fondo dos gamos de bronce, no ha sido suficiente antídoto contra los vándalos

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