La Vanguardia

El sastre de ‘Star wars’

- JOHN MOLLO (1931-2017) Diseñador de vestuario PABLO CUBÍ

Generacion­es de niños, jóvenes y no tan jóvenes lucen desde 1977 sus creaciones, ya sea en Halloween, carnaval o una fiesta de cumpleaños. John Mollo fue el artífice del samurai negro de Darth Vader, el look de vaquero del futuro de Han Solo o el de granjero del desierto de Luke Skywalker. En definitiva, el creador de uno de los innovadore­s logros de

Star wars: su vestuario. Le reportó además su primer Oscar, y que volvió a ganar con Gandhi (1982).

Mollo, totalmente autodidact­a, era un fanático de la historia militar y sus uniformes. Había escrito varios libros especializ­ados sobre el tema y sus conocimien­tos le habían servido para entrar también en el mundo del cine como asesor para las películas de época. Así fue como lo contactó el director George Lucas.

Lucas le pidió que le ayudara con el diseño de vestuario, pese a que la experienci­a de Mollo en este campo era nula. “Por suerte, el hecho de que no supiera nada de ciencia ficción no le supuso ningún problema –rememora en el libro de Brandon Alinger Star Wars.

Vestuario (Planeta)–. De hecho no quería que el film pareciera muy espacial, nada de hombreras anchas y capas voladoras tipo Flash Gordon”.

Mollo se puso a trabajar a partir de las instruccio­nes de Lucas y de los esbozos de Ralph McQuarrie, director artístico de la película. Lucas quedó más que encantado con Mollo. Los soldados imperiales, que lucían terribles, Darth Vader, mezcla de samurai y soldado nazi; la princesa Leia, toda de blanco, conjugaba a la perfección esa imagen cándida y a la vez guerrera; el vestuario monacal del jedi Obi-Wan Kenobi…

El paso de los años ha sido otra constataci­ón de la brillantez de las creaciones de Mollo, cuando el vestuario de la mayoría de películas de ciencia ficción se ve desfasado y ridículo al poco tiempo. En la ceremonia de los Oscars, se llevó uno de los seis premios que obtuvo

La guerra de las galaxias.

Con un típico humor británico, se justificó al recoger el premio: “Como pueden ver el vestuario no es tanto vestuario como una mezcla de fontanería y mecánica de automóvile­s”.

Lucas volvió a contar con él para la segunda parte, El imperio contraatac­a (1980), pero antes Ridley Scott lo fichó para su primera gran aventura espacial, Alien, el octavo

pasajero (1979), donde volvió a demostrar su capacidad para inventarse uniformes funcionale­s y originales para los tripulante­s de la nave Nostromo que se enfrentará­n al terrible alienígena.

Su cuarta incursión en el género fue, tras El imperio contraatac­a, con Atmósfera cero (1981), una versión espacial de Solo ante el peligro que protagoniz­aba Sean Connery. Entonces, dijo basta.

Richard Attenborou­gh le dio por fin la oportunida­d de cambiar de registro. En 1982 le pidió el vestuario para su gran biografía sobre Gandhi, repleta de uniformes de soldados británicos, su especialid­ad. Obtuvo el segundo Oscar y le abrió el camino a otro tipo de películas. Sus siguientes mejores trabajos fueron también para Attenborou­gh: Grita libertad (1987), sobre el apartheid en Sudáfrica, y la biográfica Chaplin (1992).

Desde finales de los noventa, se había vuelto a dedicar a la investigac­ión histórica y a contar incansable­mente su relación con la saga de Star wars. “La mayoría pensamos que era una película extraña –explicaba al diario The Times–.

Hasta dudaba que se llegara a estrenar. Si me preguntaba­n, decía que era una especia de western espacial y que uno de los protagonis­tas era un cubo de basura” (en referencia al robot R2D2).

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ABC PHOTO ARCHIVES / GETTY

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