Qui, Quo, Qua
Los hispanohablantes se expresan en latín moderno, como los griegos del siglo XXI hablan griego moderno
Si sabe usted italiano, quizá haya identificado estas tres palabras con los nombres de los sobrinos del pato Donald, conocidos en castellano como Juanito, Jorgito y Jaimito (Huey, Dewey y Louie, en inglés). Si no sabe italiano pero estudió latín en el bachillerato, seguro que este título le ha recordado la tabla del relativo latín, que empezaba con el nominativo singular qui, quae, quod (masculino, femenino, neutro). Parece evidente que el traductor italiano de las aventuras del pato Donald, en un doble salto, quiso jugar con la onomatopeya del sonido que emiten los patos y el relativo latín.
Ese juego lingüístico no tiene mayor recorrido ni justifica el aprendizaje del latín, pero es evidente que la madre de todas las lenguas románicas goza de buena salud. ¿Se puede vivir sin unos conocimientos rudimentarios de latín? Sí. ¿Se puede hacer una carrera universitaria sin latín? Sí. Pero todo indica que quien lo ha estudiado adquiere unas habilidades intelectuales y de pensamiento más desarrolladas.
De hecho, los hispanohablantes nos expresamos en latín moderno, como los griegos del siglo XXI hablan griego moderno. Son lenguas que han evolucionado y que, en el caso del latín, se han fragmentado por territorios hasta configurar unas cuantas lenguas neolatinas, que hablan, según explica Nicola Gardini, más de 900 millones de personas.
Los romanistas defienden la teoría de Gardini y celebran congresos donde no hay traducción simultánea. Consideran que sabiendo dos o tres lenguas neolatinas, las otras se pueden comprender sin necesidad de ayuda. Doy fe a medias: he asistido a alguna de estas jornadas y la intercomprensión no siempre es plena, pero es aceptable en un porcentaje significativo.
Será difícil que la Unión Europea renuncie al inglés como lengua franca, a pesar del Brexit, pero los países con lenguas románicas deberían potenciar la intercomprensión lingüística y, de paso, revalorizar el latín.