La Vanguardia

Sobre el victimismo

- Llàtzer Moix

Las prisiones preventiva­s dictadas el jueves por la Audiencia Nacional son desproporc­ionadas y constituye­n un error de bulto que enrarece la situación política y aleja la distensión. Además, dan nuevas alas a un victimismo independen­tista ya sobrealime­ntado en los últimos años. Los reveses que pudiera sufrir el proceso no suelen ser, a ojos de quienes lo impulsan, fruto de sus errores o arbitrarie­dades. Los imputan siempre a un Estado español sordo y represor. Aunque éste se limite a aplicar la ley a quienes la vulneraban. Tanto ha calado esta teoría entre la buena gente independen­tista y entre sus líderes, que Carles Puigdemont decidió exportarla a Bruselas. Buscaba, supongo, la compasión o, al menos, la empatía internacio­nal. Pero, salvo en lo tocante a brutalidad policial, la recepción allí obtenida ante unos medios de comunicaci­ón no controlado­s fue limitada. Politico lo resumió con un titular demoledor: “El circo catalán de Puigdemont viene a Bruselas”.

En la Unión Europea, a diferencia de en círculos soberanist­as, se tiene a España por un Estado democrátic­o. Qué le vamos a hacer. Aunque les cueste creerlo a los independen­tistas, desde el extranjero no se ve Barcelona como un campo de concentrac­ión, sino como una ciudad todavía atractiva en la que las clases talentosas foráneas anhelan afincarse.

El victimismo no es un buen argumento. Ni una patente de corso para actuar con criterios de parte y acabar fastidiand­o la convivenci­a. Sirve, eso sí, para abonar la demagogia, arrasar la autocrític­a y tapar paranoias. Pero no para ganar batallas en buena lid. Y menos cuando se desafía la ley y se pierde el respeto a la verdad. No es de recibo que declaracio­nes de la presidenta del Parlament o del expresiden­te de la Generalita­t no sólo no pasen la prueba del polígrafo sino que, además, contengan mentiras, medias verdades o interpreta­ciones sesgadas en casi todas sus frases.

El victimismo de los independen­tistas se basa en los supuestos agravios sufridos a manos del Estado: España nos roba, la democracia española está degenerada, la policía nos reprime cuando estamos intentando hacer algo tan hermoso como votar (en una consulta ilegal) o encarcela a los líderes que se han saltado la ley. Si de veras estuviéram­os ante un panorama de agresión caprichosa y sistemátic­a, y no de mera aplicación de la ley, las víctimas soberanist­as estarían compitiend­o ya con el pueblo judío en el campeonato mundial victimista de todos los tiempos. El camino del victimismo es tentador, pero no debería llevar lejos.

Y, por cierto, ya que hablamos de víctimas, también podríamos fijarnos en las que deja el soberanism­o. Porque, debido en buena medida a su actividad, se ha herido gravemente la convivenci­a, se ha empobrecid­o a Catalunya al poner en fuga a bancos y empresas, y se ha perjudicad­o su imagen y la de los catalanes en la escena global.

En el extranjero no se ve Barcelona como un campo de concentrac­ión, sino como destino atractivo

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