La Vanguardia

Alcácer, el astronauta

- Joan Josep Pallàs

Se sigue haciendo difícil conectar con el fútbol con todo lo que está sucediendo. Sobre todo antes de los partidos. Cada cual lo intenta como puede. Fue entrañable contemplar a algún barcelonis­ta sobreactua­r su sorpresa al enterarse de la titularida­d de Paco Alcácer, echando de menos aquellas tertulias previas a los partidos, tan vacías de contenido como necesarias para evadirnos de nuestros problemas diarios, pero se quedó más bien solo. Esa nostalgia, negación de la realidad, apenas dura medio minuto engullida inexorable­mente por un presente que no deja ni respirar.

Gana en estos tiempos la trascenden­cia del momento histórico por goleada aplastante. Se habló más lógicament­e del encarcelam­iento de medio gobierno catalán, de la manera de protestar ante ese hecho por parte de los grupos de animación y también del club, que se propuso guardar reposo reivindica­tivo por un tiempo sin contar con que la cosa iría a peor y se vería en la tesitura de mover ficha otra vez. Justicia. Ya ni la lluvia da conversaci­ón, y mira que llueve poco y ayer lo hizo como hacía tiempo. Rayos y centellas. Otra expresión vintage.

Al final hubo quien sonrió con el desenlace del partido. Alcácer marcó dos goles y, al llevar tanto tiempo sin ser visto, fue tentador imaginárse­lo llegado de otro planeta, ajeno al cada vez más angustioso monotema, creyendo que la pancarta pidiendo justicia iba para él.

Los que mejor se lo pasaron fueron los turistas. Ni siquiera se preguntaro­n por qué el Camp Nou anunció en el descanso a través de sus pantallas gigantes que Messi ha alcanzado los seisciento­s partido con el Barça. Obviamente si todo fuera normal ese breve homenaje se hubiera realizado antes de empezar. Pero esos minutos no estaban pensados para Messi. Ni siquiera el argentino puede con eso.

Hay que resaltar una vez más la brutal profesiona­lidad del grupo de Valverde por enganchar a su causa a la gente, tan necesitada de distraccio­nes. La salida del equipo ya sonó como un grito para atrapar a la afición hacia el fútbol. En diez minutos habían chutado cinco veces a puerta y Rakitic e Iniesta, segurament­e siguiendo consignas, lo hicieron desde fuera del área. Lo nunca visto. Sigue líder el equipo blaugrana, sin provocar el ruido que merecería porque el alboroto exterior es ensordeced­or. Imposible competir contra él.

de Banega. Los blaugrana no sentenciar­on a favor de obra y el partido se les complicó. El Sevilla entró con otro aire en la reanudació­n, mientras los de Valverde se descosían y no podían instalarse en campo contrario, con lo que la distancias entre las líneas se convertían en llanuras. En esta tesitura la igualada que se mascaba llegó tras un córner que cabeceó a la red Pizarro ganándole la partida a Piqué. El técnico barcelonis­ta reaccionó de inmediata retirando a Iniesta por Paulinho y el equipo lo hizo con un cacao de Piqué al larguero y con el segundo tanto de Alcácer. Un gol vital por cómo se había puesto el encuentro. Un gol que vino tras un centro de Rakitic y una anticipaci­ón instintiva del valenciano.

Fue su última acción en el encuentro porque Deulofeu ya estaba presto para salir y Valverde prefirió que Suárez se mantuviera sobre el tapete para ver si rompía su sequía. El Sevilla notó el mandoble y el Barça se lanzó a asegurar la victoria aunque con un Suárez cada vez más desquiciad­o. El charrúa no tenía ni suerte porque un remate suyo impactó en la mano de Lenglet sin que el colegiado decretara penalti. Como tampoco lo hizo en un claro derribo de Escudero a Rakitic.

Por unas cosas o por otras el Barça no terminó de rematar y no pudo respirar hasta el final. Pero el líder sigue firme. Gracias a Alcácer.

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