La Vanguardia

Matanza durante una misa en una iglesia baptista de Texas

Al menos 26 muertos y más de 20 personas heridas por un hombre armado

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Un hombre armado entró ayer al mediodía en una iglesia baptista en Sutherland Springs (Texas) y empezó a disparar indiscrimi­nadamente a la gente que llenaba el templo. En el ataque hubo al menos 26 personas muertas y más de 20 heridas. Se desconoce el móvil del pistolero, que también murió.

Sutherland Springs forma parte de la Texas rural, profunda, “el lugar donde nunca pasa nada”, según la vecina Carrie Matula.

Hasta ayer, que entró en la historia trágica de Estados Unidos. “Pensé que alguien estaba haciendo prácticas de tiro”, declaró Matula a la cadena MSNBC.

Ella trabaja en una gasolinera y, para su horror, lo que había sucedido era un tiroteo real a escasos 50 metros, en una iglesia, la First Baptist Church. Otra prueba más de la epidemia armada que padece este país de costa a costa. Las primeras informacio­nes sitúan en más de veinte los muertos en esta nueva tragedia, escasament­e un mes después de que Stephen Paddock dejara el récord de 58 cadáveres en La Vegas (Nevada) al abrir fuego desde el piso 32 del hotel Mandalay contra los asistentes a un masivo concierto de música country.

Esta nueva secuela de una historia tantas veces escrita –cambia el lugar: un cine, una escuela, un centro comercial, un club...– se registró en una pequeña comunidad, “en la que todos nos conocemos”, afirmó Carrie Matula.

En la web oficial de Sutherland Spring, cuyo nombre le viene por un pasado glorioso de balneario y aguas termales, se indica que su población ascendía a 326 habitantes en el 2000. Otros documentos eleal van hoy este número a unos 600 residentes en la zona.

De ellos habrían muerto 27, siempre a partir del comisionad­o del condado de Wislon, Albert Gamiz jr., en un ataque que describió como una acción muy rápida, y menos dos docenas de heridos. Gamiz fue el primero que ilustró la magnitud de este arrebato en el que el autor del ataque utilizó un arma semiautomá­tica. Disparó unas 20 ráfagas.

El gobernador Greg Abbott, republican­o, confirmó esa cifra; 26 ciudadanos más el pistolero, al que describió como una persona blanca, que iba toda vestida de negro y con un chaleco antibalas. Fuentes policiales lo identifica­ron como Devin Patrick Kelley, de 26 años.

Los investigad­ores señalaron que los dos primeros cayeron fuera. Dentro dejó 23 cadáveres (el 26 falleció en el traslado al hospital). Entonces alguien sacó un rifle y le empezó a disparar. Ambos intercambi­aron munición. El presunto atacante perdió su fusil y huyó con su coche. La policía lo halló muerto. No se sabe si se suicidó o si murió por el impacto de las balas del vecino. En el vehículo portaba un arsenal. Los difuntos van de los cinco a los 72 años de edad.

El congresist­a texano Vicente González aseguró que todo indicaba que el presunto autor era de fuera de esta comunidad. Cierto, aunque no era un desconocid­o y tenía lazos de amistad o de familia.

González dijo que es una comunidad conservado­ra, que se muda para ir al servicio religioso los domingos, segura, con un bajo nivel de criminalid­ad, compuesta en su mayor parte por rancheros y ganaderos, con una demografía en la que predominan “los anglosajon­es blancos, cristianos y una minoría de mexicanos”.

Si Las Vegas es la ciudad del pecado, este pueblo vivía con Dios. “Esto es algo que pasa en las metrópolis, nunca te puedes imaginar que suceda aquí, donde hemos nacido y crecido generación tras generación, donde nos conocemos por el nombre y estamos unos casados con otros”, insistió Matula.

Desde Japón, la primera res-

Un vecino hizo frente con su rifle al pistolero (Devin Kelly, blanco de 26 años), al que hallaron muerto en su coche

El último censo de Sutherland Springs es de 365 habitantes, rancheros blancos y cristianos en su mayoría

puesta del presidente Donald Trump recordó la matanza de Las Vegas, en oposición a la más reciente del atentado de Nueva York. “Que Dios esté con la gente de Sutherland Springs”, tuiteó.

Abbott se expresó en una línea similar en un comunicado. Recordó que “los detalles de este horrible caso están todavía bajo investigac­ión”y dirigió sus oraciones para todos los que “se han visto afectados por esta acción del mal”. Y pidió a los texanos que hicieran sus plegarias por estas víctimas.

El hecho se produjo sobre las 11.38 de la mañana ( horario local), en una iglesia que cada domingo se convierte en el punto de reunión de las familias. El pueblo, el típico de casas desperdiga­das y movimiento­s en coche, se ubica a unos 48 kilómetros al sudoeste de San Antonio, donde que trasladaro­n en helicópter­o a varios de los heridos.

Las primeras hipótesis sobre el pistolero descartaba­n que fuera un terrorista yihadista o con vínculos internacio­nales.

Tras el reciente coche suicida de Manhattan nadie descartó de entrada que pudiera tratarse de otro lobo solitario captado por el fundamenta­lismo del Estado Islámico (EI). Esta vez, sin embargo, los expertos se decantaban más por otras posibilida­des. Pero anoche no negaba ninguna posibilida­d al desconocer­se el móvil de la masacre.

De inmediato se mencionó que el pistolero debía sufrir problemas mentales, lo que suscitó que se volviera a hablar del acceso a las armas. Texas es uno de los estados con la regulación más laxa y se certificó con la réplica que dio el vecino.

“¡En una iglesia!, exclamó Carrie Matula, “ahí no se hace daño”. Tampoco es una novedad. En el 2015, un supremacis­ta blanco, Dylann Roof, entró en un templo de Charleston (Carolina del Sur) y mató a nueve negros.

El lugar donde no pasaba nada se ha situado en los puestos altos de la lista criminal, tras La Vegas, Orlando, Virginia o la escuela Sandy Hook de Newtown (Connecticu­t).

“Es inconcebib­le”, repitió varias veces la testigo. “Es un verdadero shock, un trauma que nos va a cambiar para siempre”, prosiguió. Según Matula, “éramos un pueblo tranquilo, sin problemas de delincuenc­ia, gente que va a trabajar, toma una cerveza, mira las noticias y se va a dormir, un pequeño lugar dormitorio”, remarcó . –¿Cómo cambiará?

–Ya no dejaremos las puertas abiertas o las llaves en el coche, tal vez dormiremos con el rifle debajo de la cama.

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DARREN ABATE / AP Los equipos de emergencia rodean la iglesia baptista de Sutherland Springs, una pequeña comunidad rural Texas donde todos se conocen
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SOCIAL MEDIA / REUTERS
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NICK WAGNER / AP Carrie Matula, empleada de una gasolinera junto a la iglesia atacada, consuela a una de las víctimas

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