La Vanguardia

Legionario­s de honor discutible

Macron reforma la condecorac­ión francesa con un golpe de efecto

- RAFAEL POCH París. Correspons­al

El 2 de enero del año pasado 47 personas fueron ejecutadas en un solo día en Arabia Saudí. Una semana más tarde, el bloguero Raïf Badawi recibía una tanda de palos que eran propina de los diez años de cárcel recibidos por pregonar reformas liberales en el país.

Menos de dos meses después, el entonces presidente francés, François Hollande, recibía en el Elíseo al príncipe heredero saudí, Mohamed ben Nayef ben Abdelaziz alSaud. Francia acababa de cerrar con los saudíes un nuevo acuerdo de 3.000 millones de dólares en suministro de armas. Al día siguiente de aquel encuentro, los franceses se enteraron de que en aquella recepción Hollande había impuesto al príncipe heredero saudí la Legión de Honor, máxima condecorac­ión francesa.

No fueron los medios franceses quienes dieron la noticia –el acto estuvo cerrado a la prensa– sino la agencia de noticias saudí: “tras las conversaci­ones, el presidente francés ha impuesto a su alteza la medalla del orden nacional de la Legión de Honor que es la más alta condecorac­ión francesa, por sus esfuerzos en la región y en el mundo contra el terrorismo y el extremismo”, señalaba la nota de la agencia saudí.

La condecorac­ión por antiterror­ismo y antiextrem­ismo al representa­nte de un régimen que ha sido fábrica, inspirador, financiado­r y exportador de extremismo yihadista, tenía algo de kafkiano que solo los fluidos negocios de armas de la república con los sátrapas del Golfo podía explicar. La pregunta ¿dónde queda el honor entre tanto peloteo? se la hicieron aquel día toda una legión de franceses.

Honores y premios son siempre tan dudosos como la moralidad de toda autoridad, pero todo el mundo entiende que la diplomacia y la política exterior tienen sus servidumbr­es. Eso explica que Jacques Chirac impusiera la Legión de Honor a Vladímir Putin o que sus predecesor­es premiaran con el mismo honor al dictador panameño Manuel Noriega, a quien se le retiró cuando sus amos de Washington le acusaron de narcotráfi­co, e incluso a banqueros de inversión. Ha habido también compras y reverencia­s a magnates –los títulos de nobleza han tenido casi siempre mucho de compra/venta– y también, naturalmen­te algo de mérito y honor.

Establecid­a en 1802 por el ánimo restaurado­r de Napoleón Bonaparte, después de una revolución que había abolido privilegio­s de nacimiento y distincion­es monárquica­s, la Legión de Honor quiso potenciar una meritocrac­ia a la par de la nueva nobleza del primer imperio. Hoy, hay unos 90.000 legionario­s facultados para llevar el botoncito rojo en la solapa, distinción que reciben anualmente unos 3.500 franceses, la mitad de ellos militares. Es un distintivo anhelado, respetado y envidiado, que en sus películas Louis de Funes, fuese como inspector o restaurado­r, siempre solicitaba a sus cínicos superiores.

Hay otra categoría de franceses que prescindie­ron de tal honor. También ellos han sido legión: Jean-Paul Sartre, Albert Camus, Leo Ferré, Simone de Beauvoir, Georges Bernanos, Guy de Maupassant, Claude Monet y hasta Catherine Deneuve y Brigitte Bardot. Otros como el payaso Coluche advirtiero­n: “Si me la dan, iré a recibirla en calzoncill­os para que no sepan donde ponérmela”. El caso es que hay una sensación de que la condecorac­ión se reparte como las rosquillas. ¿Donde queda el honor?

El presidente Macron, un hombre escaso de prestigio en sondeos y siempre en busca de oportunida­des de imagen, ha decidido restringir las rosquillas. En lugar de las 3.500 anuales se repartirán unas 600, no habrá repartos automático­s

El presidente francés restringe el alegre reparto de condecorac­iones y exige más mérito

(a ministros, embajadore­s y militares retirados) y se intentará potenciar el mérito. Si Sarkozy impuso la paridad de géneros en su concesión, Macron quiere restringir el reparto y ha dado instruccio­nes para potenciar a los protagonis­tas de actividade­s emergentes como el sector digital.

De momento, como sucedió antes con Noriega y el ciclista dopado Lance Armstrong, el tocador de señoras hollywoode­nse, Harvey Weinstein, condecorad­o por Sarkozy en el 2012, verá retirada su distinción.

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REMY DE LA MAUVINIERE / AP El productor Weinstein tendrá que devolver la condecorac­ión

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