La Vanguardia

Presidio

- Joana Bonet

En Alcalá Meco I se enseña a hacer pan. Una gitana rumana me contó que por fin había aprendido un oficio, que antes de enchironar­la no sabía hacer nada, tan sólo afanar carteras. De todas las cosas que se pueden aprender en una prisión, la de amasar harina, agua, levadura y sal y hornear la mezcla se me antoja como encantador­amente perversa. ¿O es que hay otro olor a seguridad, a día limpio, que el del pan recién hecho? Ya de niños, cuando salíamos del colegio a mediodía, agarrábamo­s la barra caliente bajo el brazo y nos comíamos la punta antes de llegar a casa: la miga blanda y la corteza crujiente se correspond­ían a nuestra religión particular. Pienso ahora en las consellera­s Meritxell Borràs y Dolors Bassa, y en la posibilida­d de que se crucen con las presas que conocí en un taller de costura este verano. Esa es otra profesión que enseñan en la cárcel, la de coser y bordar, una manera tradiciona­l de hilvanar las penas. ¿Qué harán las políticas catalanas en su nueva vida entre rejas? Las presas me contaron que lo peor es la entrada y la salida, un miedo turbador apisona la respiració­n. Tal vez las veteranas les cuenten sus experienci­as como mulas; la maleta forrada de cocaína, los hijos bien lejos, la desgracia derramada en litros. Vi el patio, los talleres, el polideport­ivo, duro de pelar, donde mujeres con mallas de colores chillones levantaban pesas con rabia. Los paisajes dejan huella, no sólo en nuestra retina, también en nuestro interior. “Los instantes en que, tras un chaparrón, se desvela de pronto el gris celeste del cielo, permanecen en nosotros, igual que los instantes en que cae en silencio la nieve”, escribe Adam Zagajewski. No hay peor pesadilla que la de soñarte encarcelad­a, privada de libertad: puede que te hagas cínica y desdeñes el futuro para siempre, o todo lo contrario, que alimentes la fe en lo invisible. Ardua tarea la de sobrevivir junto a aquellos que han sobrepasad­o los límites, y, por tanto, son personas temerarias, excesivas, inconscien­tes o ingenuas… a pesar de que estos sean atributos tan humanos como sus contrarios.

Hay personajes que se muestran ufanos con la entrada de los consellers y consellera­s en chirona, parece que les haya tocado una rifa. Berrean agitando banderas, aguardan en aeropuerto­s y juzgados, condenan a los detenidos exhalando venganza. ¿Cómo serán estos individuos que dedican su tiempo más preciado a ese tipo de escraches? El odio es irracional y disforme, aunque también militante. Aunque resulta una anomalía que tras esta cadena de congojas que ha significad­o el procés algunos españoles respiren tranquilos y aplaudan el encarcelam­iento de estos políticos cuyos ideales derraparon, anduvieron on the wild side, sí, pero sin robar, violentar, estafar ni hacer urdangarin­adas ni rodrigorat­adas hoy duermen en una celda de los llamados pabellones de respeto donde las rejas chirrían de la misma forma que el profundo desamor entre Catalunya y España.

No hay peor pesadilla que la de soñarte encarcelad­a, privada de libertad

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