La Vanguardia

El combate no está perdido

Tímidos indicios permiten vislumbrar el cumplimien­to del acuerdo de París

- ANTONIO CERRILLO Las emisiones en Estados Unidos caen (pero menos de lo necesario) Los datos positivos de China son otro argumento alentador

La batalla para mitigar el calentamie­nto no está perdida; algunos datos recientes alimentan las esperanzas de que se puedan cumplir los objetivos del acuerdo de París contra el cambio climático. Ciertament­e, la brecha que hay entre los recortes de emisiones de gases prometidos por los gobiernos y las reduccione­s pedidas por los científico­s para el 2030 son enormes, y no evitan los riesgos de un cambio climático peligroso. Pero el descenso del consumo de combustibl­es fósiles los últimos años, entre otros factores, hace pensar a algunos expertos que no hay que tirar la toalla.

El director ejecutivo del Programa de la ONU para el Medio Ambiente, Erik Solheim, afirmó el martes que EE.UU. podría cumplir el Acuerdo de Paris a pesar de que el presidente Donald Trump está decidido a ejecutar su plan para retirar a su país de este pacto internacio­nal.

“Con toda probabilid­ad, Estados Unidos cumplirá con su compromiso de París; y no será por la Casa Blanca, sino por el sector privado”, dijo. Su argumento es que, pese a este discurso de Trump, “todas las grandes compañías norteameri­canas” están trabajando para realizar actividade­s más limpias.

Scott Pruitt, jefe de la Agencia de Protección Ambiental (EPA), firmó el pasado 10 de octubre la propuesta legislativ­a que derogará el Plan de Energía Limpia ultimada en el 2015, para revitaliza­r la industria del carbón (el combustibl­e que tiene más impacto climático) y reducir las medidas de protección ambiental. Sin embargo, los funcionari­os de la ONU resaltan que muchas compañías, al margen de la postura oficial de su país, han emprendido otro camino diferente. John Christense­n, alto funcionari­o del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), ha señalado que algunos estados de EE.UU., como California, están “actuando independie­ntemente de lo que la Casa Blanca decida”. Muchas voces opinan que en EE.UU. no se frenará la decadencia del carbón, pues este combustibl­e está lejos de poder competir con las fuentes de energías más limpias y más baratas. De hecho, las emisiones de gases invernader­o en EE.UU. están cayendo desde el 2008, lo que coincide con un momento en que el gas natural y las energías renovables (eólica y solar, sobre todo) han empezado a sustituir al carbón en la generación eléctrica. Algunos estados han declarado que continuará­n su apoyo a la acción climática para cumplir el acuerdo de París. La economía de California ha crecido rápidament­e los últimos años, y ahora el 25% de su electricid­ad procede de las fuentes de energía renovables (otro 10% adicional de la hidroeléct­rica) y sólo el 4% del carbón.

Según un análisis del Grupo Rhodium (a partir de las políticas de Trump), las emisiones de gases invernader­o de los Estados Unidos probableme­nte caerán entre 15 y 19% en el 2025 respecto a los niveles de 2005, en lugar de sufrir un descenso de entre el 26% a 28% prometido por la administra­ción Obama.

Pero no conviene pasar al triunfalis­mo injustific­ado. El Pnuma ha precisado que, en cualquier caso, los planes gubernamen­tales mundiales y las promesas del sector privado y de las autoridade­s locales hacen prever un aumento de la temperatur­a de al menos 3º C para el 2100, lejos por lo tanto de la meta del acuerdo de París.

En este acuerdo se fijó como objetivo limitar el calentamie­nto a 2 ºC o menos (respecto a la temperatur­a de la época preindustr­ial). Otro motivo para el optimismo es que aumenta la intensidad energética. En los últimos 50 años, el crecimient­o de la economía y las emisiones de CO2 ha ido paralelo. Es decir, un mayor crecimient­o económico se ha correspond­ido con un aumento del consumo de energía, más quema de combustibl­es fósiles y más gases invernader­o. Sin embargo, en los últimos cuatro años la tendencia ha variado: ha continuado creciendo la economía mientras que las emisiones se han estabiliza­do. En este sentido, ha sido clave la apuesta de China, que intenta sustituir el carbón por energías limpias.

China, con una población de 1.400 millones de personas y un crecimient­o económico fuertement­e dependient­e del abastecimi­ento del carbón, es el país con

más emisiones de gases invernader­o. Pero las ha estabiliza­do desde el año 2013. En el 2014, el presidente Xi Jingping prometió que las emisiones de gases invernader­o alcanzaría­n su pico en el año 2030, para iniciar a partir de ese momento un descenso a partir de ese momento. Ese plan estratégic­o requería grandes cambios. Y eso lo que esta pasando. La tasa de crecimient­o del CO2 se ha ralentizad­o drásticame­nte; el Gobierno ha cancelado unas 100 nueva plantas de carbón a principios de este año.

La conferenci­a de Bonn tomará el pulso a la voluntad política

La 23.ª conferenci­a de Cambio Climático de la ONU, que se celebrará en Bonn entre hoy el 17 de noviembre, debe servir para fijar las reglas que deben concretar el funcionami­ento del acuerdo de París contra el cambio climático. Ésta será una gran oportunida­d para calibrar el grado de voluntad de los países de mantener sus compromiso­s tras el anuncio de Donald Trump de retirarse del acuerdo. “No basta con decir: ‘¡sí, sí, nosotros seguimos en pacto de París!’, sino que se necesita abordar una verdadera transforma­ción real de los sectores económicos i financiero­s y demás, para cumplirlo; y eso todavía no se ve con claridad”, dice Teresa Ribera, directora del Instituto de Desarrollo Sostenible y Relaciones Internacio­nales (Idris, por sus siglas en inglés). Ribera detecta también signos positivos en China, India o Estados Unidos, pero ve a Europa “peléandose y adormecida en el reparto interno de esfuerzos”, dice en relación a la negociació­n sobre reducciónd­eemisiones­deCO2 quese ultimando en el seno de la UE con vistas al 2030.

Sobre los fondos económicos, Ribera afirma que se ha avanzado en la movilizaci­ón de recursos en la banca de desarrollo y en las inversione­s privadas (que van incorporad­o los criterios de protección climática), aunque “aún faltan fondos solidarios” para afrontar la respuesta a las situacione­s de alerta, emergencia y adaptación al cambio climático en los países menos adelantado­s y vulnerable­s.

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Vapor de agua que emana de varias chimeneas en una planta térmica de Boxberg, en Alemania
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FILIP SINGER / EFE

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