La Vanguardia

‘Tahrib’, una patera de ficción

Relato del rodaje del corto de un estudiante de cine en las costas de Algeciras

- CARINA FARRERAS Barcelona

Tahrib significa “bienvenido” en árabe y es el nombre del título del cortometra­je que el joven estudiante de cine Gerard Vidal Cortés (Barcelona, 1994) ha rodado en tierras de Algeciras. Tahrib, además de “bienvenido”, es una suerte de juego de espejos donde la ficción desea reflejar una realidad y las historias reales se cuelan en el rodaje en una playa que divisa la costa magrebí pero que en la película simula anhelar Europa, la tierra prometida.

“Del drama de los refugiados se han escrito muchos artículos y se han rodado documental­es extraordin­arios, como Astral, del programa Salvados, pero, cuando me documenté sobre el tema, vi que hay poco relato de ficción”, explica Vidal. “Y elegí este tema como trabajo de fin de carrera”. Sólo la semana pasada fueron rescatadas 500 personas que viajaban en pateras en la ruta del mediterrán­eo occidental, la menos transitada. Según Salvamento Marítimo, las muertes en el estrecho se han triplicado este año respecto al pasado, dejando en el fondo del mar multitud de vidas.

“Yo quería contar una historia en la que convergier­an todas las historias que he leído y escuchado sobre los inmigrante­s a quienes que después de cruzar África, se lo quitan todo y siguen adelante para cruzar el estrecho. Quise ser fiel a la realidad y huir de sentimenta­lismos. Y quería contarla desde el punto de vista del conductor de una de las embarcacio­nes, un tipo humilde, miembro de la mafia”.

Para ser fiel a la realidad tradujo el guión al árabe, buscó una playa del estrecho de Gibraltar y contrató a inmigrante­s marroquíes por la calle. Vidal es alumno de la Escola Superior de Cinema i Audiovisua­ls de Catalunya (Escac) que ha financiado su proyecto con 10.000 euros (con otros nueve trabajos). Presentó su propuesta en Verkami y consiguió 4.500 euros más (gracias, reconoce, a unos padres incondicio­nales). Organizó un equipo de rodaje con sus compañeros de aula como Pepe Gay de Liébana, director de fotografía, y Javier de la Llave, productor, entre otros. El pasado septiembre, se marcharon a Algeciras a localizar una playa y encontraro­n la recóndita cala Arenas, cercana a Faro de Punta Carnero, al sur de la bahía de Algeciras, rodeada de una costa rocosa elevada, ideal para la filmación por ser de difícil acceso. El mar había dejado restos de maderas sobre la arena, procedente de una patera abandonada o de un naufragio reciente.

Vidal contrató a 14 actores en un “casting inusual”. Tenía ya a los actores profesiona­les que harían los dos principale­s papeles, el traductor Larbi Ajbar y el sevillano de origen magrebí Said Chatiby, que representó a Halil en el El niño y El Príncipe. “Por la calle me fijaba en los perfiles y les preguntaba si querían participar en un rodaje de una semana. Todos aceptaron”.

Esos figurantes desconocid­os contaron cómo pasaron a España, en el ferry, agarrados a los bajos de un camión, o en una embarcació­n similar a la que compraron para rodar Tahrib –por dos veces, pues un temporal rompió la primera. “Cada uno tendría una película”, dice Vidal. El director daba las órdenes en castellano, Ajbar las traducía al árabe, la lengua del corto, que aparecerá con subtítulos.

La realidad y ficción volvieron a confundirs­e la segunda noche de rodaje. Se decidió que un grupo acamparía junto a la embarcació­n porque el lugar era muy solitario. El resto se iría a descansar al hostal, un antiguo prostíbulo de carretera.

Cuando el turno de la noche llegó para el relevo, fue abordado por un hombre armado que, de forma insistente, pedía una bolsa negra. “La bolsa, la bolsa”, exigía. Los jóvenes estudiante­s hubieron de dejarle registrar la furgoneta para que los dejara en paz. Una vez se marchó, y aún con el escalofrío en el cuerpo, descendier­on a la playa para descubrir que no estaban sus compañeros. Encontraro­n ropa en desorden, zapatos tirados y una tienda de campaña maltrecha. “Llamaron al hostal atemorizad­os”, explica Vidal. “Y el desorden era una broma”.

La cosa se tranquiliz­ó con risas. Pero los incidentes no habían acabado. En la noche cerrada, vieron en lo alto de las rocas unas luces intermiten­tes de unas linternas, cuyos haces se dirigían a mar abierto. ¿Qué comunicaba­n?, se preguntaro­n los chavales. ¿A quién? ¿Abortaban, quizás, un desembarco en esa playa? La oscuridad arropa la clandestin­idad. Todo lo contrario que pretende ser Tahrib, un foco de luz sobre un drama.

Vidal contrató como actores a 14 personas de la calle que resultó que habían llegado clandestin­amente

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LAURA CUSÍ Gerard Vidal sostiene la barca con una camiseta azul con la imagen impresa de un limón

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