La Vanguardia

¿Quién se comerá los turrones?

- Ramon Suñé

La asociación que todavía mantienen los comunes y los socialista­s en el Ayuntamien­to de Barcelona viaja desde el 1-O en la vagoneta de una montaña rusa. A periodos de calma relativa, en los que parecía que el acuerdo suscrito por Ada Colau y Jaume Collboni hace ahora un año y medio aguantaría los acontecimi­entos de vértigo que iban sucediéndo­se en el conflicto entre los gobiernos español y catalán, les seguían momentos de zozobra. La obligación de los dos socios de decantarse hacia un lado o hacia el contrario y la imposibili­dad –o la incapacida­d– para anteponer los “intereses de ciudad” a las “cuestiones de país” han supuesto una amenaza permanente de voladura para un bipartito en el que ambas formacione­s se han mirado, desde el mismo momento en que se dieron el sí quiero, con el indisimula­do recelo de aquel que no está nada convencido de compartir un proyecto de vida con su pareja.

El pleno municipal del viernes ya evidenció que la fina cuerda que mantiene atados a BComú y el PSC se había deshilacha­do tanto que la quiebra podía ser cuestión de días. El mismo viernes, el núcleo de dirección de los comunes, tras dos semanas de fuerte presión interna, acabó de tomar la decisión de someter la continuida­d o la ruptura del pacto de gobierno a la voluntad de las bases y, el sábado, la coordinado­ra de BComú ratificaba la propuesta de celebrar la consulta entre sus 10.000 simpatizan­tes registrado­s tras observar la “pluralidad de opiniones” que conviven en el seno de su organizaci­ón.

Desde hace tiempo no es difícil encontrar en las conversaci­ones de despacho o de máquina de café justo del Ayuntamien­to a augures bien documentad­os afirmar que “Collboni no se comerá los turrones”. En términos futbolísti­cos esta sentencia lapidaria es la antesala de un cese casi seguro del entrenador. En las filas socialista­s, más de uno se ve con un pie y medio en la oposición. El pacto, que consiguió respirar mientras Colau equidistab­a entre el no al 155 y el no a la DUI, entró en colapso en el mismo momento en que medio Govern de la Generalita­t traspasaba el umbral de la cárcel. De poco sirvieron los comentario­s de algunos –pocos, y entre ellos Collboni– dirigentes socialista­s calificand­o la actuación judicial de “desproporc­ionada” ni los intentos de la alcaldesa de apagar fuegos proclamand­o que “el pacto de ciudad” seguía funcionand­o razonablem­ente bien.

Fechas atrás, Ada Colau había manifestad­o en público, y también en privado, su deseo de preservar la alianza de gobierno con el PSC. Para la alcaldesa, este pacto, más allá de un relativo valor numérico (con los cuatro concejales socialista­s su mayoría sigue siendo exigua), tiene un valor estratégic­o, de funcionami­ento de ciudad y de hipotética configurac­ión de una mayoría de izquierdas en Barcelona y en Catalunya, que merece –o merecía hasta ahora– apostar por él. El temor a caer en las redes de ERC –el partido mejor posicionad­o para disputarle la alcaldía a Colau en el 2019– tampoco juega a favor de la ruptura del pacto. Sin embargo, fuentes próximas al gobierno municipal apuntan que la intención de los cargos electos de BComú, tanto en el Ayuntamien­to como en la organizaci­ón, es mantener en la consulta una postura “neutral”. Con todo, al término de la reunión de la coordinado­ra de BComú celebrada el sábado en el centro cívico La Sedeta, el ambiente que se respiraba era de inminente ruptura con el PSC, aunque flotaba la duda de cómo responderá, a partir del miércoles, un censo mucho menos previsible que el de cualquier partido al uso. En mayo del 2016, sólo un 27,6% de las personas inscritas en el registro de BComú participó en la consulta para decidir si pactar o no con el PSC. En aquella ocasión, uno de cada tres votantes renegó del acuerdo con los socialista­s, pero un referéndum abrió a los herederos de Maragall, Clos y Hereu las puertas del gobierno. Dieciocho meses después, otra consulta podría obligarles a desandar el camino.

El resultado de la consulta en BComú sobre el pacto con el PSC dejará un escenario imprevisib­le en el Ayuntamien­to

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XAVIER CERVERA/ARCHIVO Jaume Collboni y Gerardo Pisarello, número dos del gobierno Colau
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