Exotismo musical en Rupit
La Fundación La Fontana, que atesora 14.000 piezas de cerámica y 2.000 instrumentos musicales, cumple 25 años
Todo principió en 1972, cuando Helena FolchRusiñol se atrevió a iniciar una ambiciosa colección etnográfica de instrumentos de música no occidental. No se trataba de un capricho, pues de niña ya se aplicaba en reunir cajas de cerillas y rastrear la playa para recolectar conchas; seguía a su modo lo que le había fascinado en familia: las fabulosas colecciones de minerales, del abuelo, así como la de etnografía y la de cerámica, del padre.
Casada aquel 1972 con Alejandro Maluquer, se aventuraron ambos en lanzarse al primero de sus numerosos viajes: destino Madagascar. Sin percatarse entonces, volvieron dominados ya por la adicción de descubrir, sentirse atraídos por conseguir comprar los instrumentos en su ambiente, poblados o chozas, aún usados por los nativos. Nada que ver con una puja en subasta. Regresaron felices y cargados, pensando ya en la próxima salida.
El talante original, apasionado, creativo y aventurero de ella combinaba con el mesurado y reflexivo de él, equilibrio necesario al adentrarse en territorios exóticos y sin puntos de referencia conocidos ni razonables. Rauxa y seny.
Uno o dos viajes por año, que se enmarcaban en África, Asia, Oceanía y América. Los preparaba y documentaba con minuciosidad afinada una Folch-Rusiñol tenaz. Sin chófer ni guía: ellos dos solos. La experiencia les demostró lo esencial de establecer contactos y saber lo que valía la pena comprar, amén de cuanto merecía pagar. Y se percataron de que tenían que exhibir seducción al tratarse de instrumentos de acompañamiento en bailes rituales de signo religioso y culto a los antepasados, lo que explicaba su habitual rechazo a vender.
Querían formar una colección que permitiera evidenciar cómo un mismo instrumento había evolucionado en diversas culturas con el paso del tiempo y bajo las influencias exteriores.
En los últimos años redujeron los viajes y aumentaron las compras de colecciones y piezas relevantes en subastas.
Al fallecer Alberto Folch-Rusilagunas ñol, su padre, Helena heredó en 1988 su colección de cerámica, formidable y de referencia. Por su volumen y por la dimensión que adquiría la de música, se impuso entonces como exigencia razonable crear una fundación, La Fontana, en la finca propia de Rupit. El alejamiento geográfico favorecía esa voluntad instintiva de discreción que ha distinguido el carácter del coleccionista barcelonés.
Fue puesto en pie un modélico edificio de nueva planta proyectado a medida para exponer lo reunido en las mejores condiciones que hoy son exigibles, al tiempo que contribuyeran a realzar todo lo expuesto. Y es que los instrumentos musicales desbordaban ya la vivienda barcelonesa, se amontonaban en el piso inferior y el mayor número estaba encerrado y oculto en un almacén de la Zona Franca.
La Fundación La Fontana fue inaugurada en 1992 y está dirigida por Elena Martínez-Jacquet conjuntamente con la colaboración de Maria Antonia Casanovas. Atesora las 14.000 piezas de cerámica española enmarcadas entre los siglos XIV y XIX, de las que se exhibe un 80%. Helena Folch-Rusiñol, tres años antes de morir, adquirió unas relevantes piezas y colecciones privadas para poder así colmar algunas y lograr una panorámica más completa de los principales centros de producción regionales de España. Los casi 2.000 instrumentos musicales forman un conjunto de reconocido prestigio, del que se exhibe un 95%.
Esta realidad ha facilitado el estudio de las piezas y su mejor documentación, así como un trabajo de investigación llevado a cabo por expertos
Helena Folch-Rusiñol y Alejandro Maluquer iniciaron su colección de instrumentos musicales en Madagascar
destacados, lo que permitió reclasificar la cerámica así como afinar algunas atribuciones.
De cara al futuro, el objetivo que define Alejandro Maluquer es mantener y perfeccionar la orientación ya marcada con diversas líneas de actuación. Proseguir las visitas concertadas que realizan asociaciones especializadas y grupos interesados; y también los actos públicos de grupos profesionales que tocan instrumentos de la colección, tal como ya se llevó a cabo con músicos chinos y también filipinos. Mantener la política de préstamos de obras a exposiciones temporales. Y continuar la publicación de monografías magníficas que valoran una serie de piezas escogidas de la colección, iniciada con los dos volúmenes dedicados a instrumentos africanos y de las islas del Pacífico y con la tesis doctoral sobre los paneles cerámicos valencianos.