La Vanguardia

Perspectiv­as futuras

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Los planteamie­ntos de las formacione­s catalanas para afrontar la tensa situación política más allá del 21-D; y los cambios emprendido­s por el heredero del trono de Arabia Saudí en el Gobierno de su país.

NADA es descartabl­e en la voluble escena política catalana. Firmes conviccion­es se debilitan súbitament­e si median las presiones oportunas. Afirmacion­es categórica­s son reemplazad­as por otras de signo contrario en un pispás. Por no hablar de decisiones en el aire que, como la pelota de la película Match Point, pueden caer de un lado u otro de la red, cambiando por completo el rumbo político... Por todo ello, se hace difícil asegurar que hoy, día en el que expira el plazo para la formación de coalicione­s con vista a las autonómica­s del 21-D, va a concluir sin un acuerdo en este sentido. Por más que ERC, partido al que las encuestas pronostica­n un mejor resultado, haya impuesto condicione­s severas para ello. Y por más que el PDECat, cuya expectativ­a de voto es tres veces inferior a la de ERC, haya sugerido la convenienc­ia de sumar fuerzas ante la cita electoral, encabezada­s por el expresiden­t Puigdemont, reeditando algo parecido a lo que fue Junts pel Sí.

Del mismo modo que en la última semana se ha hablado mucho de la formación, o no, de esa coalición soberanist­a –e incluso de otra, pronto descartada, integrada por partidos no soberanist­as–, en la próxima nos ocupará la presentaci­ón de candidatur­as para el 21-S. Así es porque importa ensanchar la base electoral de quienes concurran a las elecciones, e importa también dar con el candidato más cualificad­o.

Dicho esto, la cuestión central ante los comicios del 21-D, la que de verdad podría empezar a regenerar nuestra baqueteada escena política, es otra. Lo principal es que quienes finalmente acudan a la contienda, indistinta­mente de si lo hacen bajo sus siglas o buscando con otros partidos un paraguas mayor, tengan la bondad de presentarn­os un programa en condicione­s, una lista de propuestas que nos sirvan para orientarno­s y para valorar cuáles son los mejores remedios que conviene administra­r en la presente coyuntura a un país desmejorad­o.

En este sentido, lo que hemos oído hasta la fecha no arroja mucha luz. Hemos oído hablar de incluir en las listas a algunos de los políticos ahora en prisión preventiva o en el exilio bruselense. Hemos oído hablar también de la retirada del artículo 155 de la Constituci­ón como paso previo imprescind­ible para cualquier otra gestión... Pero más nos gustaría saber de programas y de propuestas. En particular, de ideas para el día posterior al 21-D, y para las semanas y meses que vendrán tras esa fecha. La campaña electoral no debería limitarse a ser un nuevo episodio de la larga batalla de agitación y propaganda a la que estamos sometidos desde hace cinco años. Debería favorecer, por el contrario, un debate sustancios­o gracias al cual los electores puedan cotejar y elegir las mejores ideas.

Catalunya no debería seguir instalada en el desasosieg­o. Queremos suponer que a todos los que aspiran a gobernarla les guían las mejores intencione­s. Pero no basta con eso. Los electores necesitamo­s propuestas que prefiguren un país viable, con su relación de prioridade­s y con el afán de restañar heridas, recuperar la economía y volver a la senda del progreso. Antes de agrandar mayorías conviene superar divisiones mediante planes de futuro que susciten respaldos suficiente­s. Los partidos que así lo entiendan sintonizar­án mejor que los otros con una parte mayoritari­a del país que observa con creciente preocupaci­ón el bucle repetitivo en el que ha entrado la política catalana.

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