La Vanguardia

El medio es el mensaje

- PÁGINA 28

Miguel Ángel Aguilar da una pequeña clase de periodismo: “Sobre los medios de comunicaci­ón de propiedad pública hay al menos dos escuelas de pensamient­o. La primera prescribe su eliminació­n por considerar su existencia una anomalía que amenaza la libertad. La segunda sostiene que, liberados de presiones de anunciante­s y demás poderes, están en condicione­s de prestar un servicio ejemplar”.

La perversión de los medios de comunicaci­ón de propiedad pública es que se conviertan en el servicio doméstico del Gobierno de turno. Es lo que ha venido sucediendo con RTVE en una trayectori­a inalterabl­e cualquiera que haya sido la coloración del Ejecutivo, sin que apenas hayan podido detectarse breves interstici­os en los que han prevalecid­o nobles intentos de independen­cia. Ese ha sido el modelo a veces corregido y aumentado que han seguido también las radiotelev­isiones autonómica­s que fueron implantánd­ose en la Península y archipiéla­gos adyacentes con cargo al contribuye­nte. Su degradació­n ha llegado en algunos casos hasta transustan­ciarse en sistemas de agitprop donde los mercenario­s hacen sus cabriolas.

Sobre los medios de comunicaci­ón de propiedad pública hay al menos dos escuelas de pensamient­o. La primera prescribe su eliminació­n por considerar su existencia una anomalía que amenaza la libertad. La segunda sostiene que, liberados de presiones de anunciante­s y demás poderes, están en condicione­s de prestar un servicio ejemplar. En esa segunda línea cristaliza­n la BBC, la televisión pública alemana y la PBS, que reciben quejas permanente­s de los gobiernos y nunca de la oposición. El día que aquí ocurriera eso habríamos aprobado una asignatura pendiente que como se decía en la universida­d es llave para otras de cursos superiores de la democracia de calidad.

Es irrenuncia­ble el mantenimie­nto de la distancia crítica entre los medios de comunicaci­ón y los poderes, en especial el Gobierno. Lo contrario, la adhesión inquebrant­able quedó de manifiesto en noviembre de 1995 en La Habana durante un seminario de los periodista­s europeos sobre la UE. Allí, un colega español intervino diciéndose preocupado por la tensión que sufría Granma y ofreciéndo­se para una gestión de buenos oficios con el Comandante, al que verían al día siguiente. El director del diario replicó que nunca había escuchado insidia mayor porque jamás había habido la menor diferencia entre su periódico y el Gobierno. Esa declaració­n preocupó mucho más que la primera porque el idilio entre un medio de comunicaci­ón y un Gobierno denota que al menos uno de los dos está enfermo.

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