Insultos a los jugadores

Dos episodios recientes vividos en campos de fútbol han vuelto a poner de relieve la impunidad con la que algunos aficionados siguen comportándose. En el primer caso el francés Patrice Evra, harto de oír improperios, reaccionó violentamente contra un seguidor, actitud por la que ha sido apartado por su club, el Olympique de Marsella. Un segundo incidente, llevado de forma más civilizada, ahonda en un problema que debería invitar a la reflexión y, por qué no, a un cambio de normativa, menos permisiva. Guaita, portero del Getafe, se dirigió al árbitro Mateu Lahoz en el descanso del Betis-Getafe para comunicarle que estaba siendo insultado sistemáticamente desde la grada. El colegiado (si hay un gremio expuesto a los insultos es el arbitral) le contestó con un resignado “esta sociedad es así, lo hemos permitido”. Quizás es momento de dejar de considerar normal lo que no lo es. Una cosa es acudir al estadio para evadirse, otra bien distinta es usar al prójimo como diana de nuestras propias frustraciones.