La Vanguardia

Terrorismo doméstico

Un militar expulsado por mala conducta buscó venganza contra su esposa

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Otro amanecer para el llanto. Estados Unidos llora de nuevo por una matanza causada por su particular epidemia armada.

Esta vez, el detonante de este escenario tan repetido se halla en la violencia doméstica, según las autoridade­s. El pistolero Devin Kelley, de 26 años, quería saldar deudas con la familia de su todavía esposa cuando entró este pasado domingo en una iglesia texana.

A Kelley lo expulsaron con deshonor del Ejército del Aire en el 2014, “por mala conducta”, después de cumplir doce meses de confinamie­nto, precisamen­te debido a una condena marcial por abusos contra su primera mujer y su niño dictada en el 2012.

Los Holcombe ilustran con su tragedia la magnitud del dolor por esta masacre en el pequeño pueblo de Sutherland Springs, con menos de 400 habitantes. Ocurrió en un lugar de paz, en el interior de la First Baptist Church, que los domingos es el punto de encuentro ciudadano.

De los 26 muertos por las balas de Kelley, en un arco de edades que va de los 18 meses a los 77 años, ocho pertenecen a los Holcombe. Tres generacion­es, de los abuelos a los nietos.

Cayó Karla y su marido, Bryan, pastor asociado que, en ausencia por viaje del titular, el reverendo Frank Pomeroy y su esposa, Sherry, se encargó de oficiar el servicio. Al poco de empezar, le interrumpi­ó la irrupción sangrienta de las balas.

También cayó su hijo Marc Daniel y su bebé, Noah, la víctima de menor edad. Y cayeron su nuera, Crystal, embarazada de ocho meses y tres de sus cinco descendien­tes, Emily, Megan y Greg. Sobrevivie­ron su marido, John Holcombe, y dos de sus críos.

Falleció, además, Annabelle, de 14 años, la hija del reverendo Pomeroy. Al menos 14 de los difuntos eran menores de edad.

Había veinte heridos –de cinco a 73 años–, ingresados en los hospitales de San Antonio, a unos 40 kilómetros. Entre estos, diez se hallaban en estado muy crítico.

“Un horror, algo increíble ver a niños, mujeres y hombres tirados allí, gente indefensa”, declaró Joe Tackitt, sheriff del condado de Wilson, quien reconoció que jamás había visto nada comparable. “Había muerte allá por donde andabas”, insistió, emocionado, tocado con su sombrero texano.

“Ya no me quedan lágrimas por llorar”, afirmó la noche del domingo, en la vigilia por los difuntos, una joven residente en el pueblo. “Ha pasado lo inimaginab­le”, señaló este lunes en rueda de prensa Freeman Martin, portavoz del Departamen­to de Seguridad Pública del estado de Texas. Pero no es tan inimaginab­le. En poco más de un mes se han producido dos de las cinco mayores masacres en el país de las ma-

UN PERSONAJE CONFLICTIV­O A Devin Kelley lo echaron del ejército tras una condena por abusar de su mujer

UNA MASACRE FAMILIAR De los 26 muertos, ocho eran de una familia, con una de las mujeres embarazada

sacres. La “cacería” de Las Vegas, con el récord de 58 muertos, todavía está muy fresca.

Si en aquel caso el autor, Stephen Paddock, parece haberse llevado a la tumba la razón de su acción, en este otro, Martin señaló que el autor tenía un objetivo.

Cuando Kelley se vio obligado a dejar el uniforme militar, se había divorciado. Luego se volvió a casar, aunque, por lo visto, la pareja se había distanciad­o.

En el momento que el portavoz remarcó que todo apuntaba a “una situación doméstica”, utilizó el término de “familia política”. Y subrayó que había enviado mensajes amenazador­es a su “suegra”, incluida esa misma mañana de su fechoría. Esa mujer frecuentab­a esa iglesia de Sutherland Springs. Este domingo se ausentó. No está claro si la abuela estaba o no.

Kelley residía en New Braunfelds, a unos 56 kilómetros al norte de la iglesia. Fuentes de la investigac­ión reiteraron que no han dado con elemento alguno que le vincule con grupos terrorista­s o milicias de ultraderec­ha. Tampoco había nada que avalara un acto racista o de odio religioso.

Vestido de negro y a lo paramilita­r, con un chaleco antibalas, Kelley aparcó su coche, se armó con su fusil semiautomá­tico AR-556 idéntico al que mostraba en un reciente post en las redes sociales. Y disparó. Cuentan que se puso en medio del pasillo, girando sobre sí mismo sobre si mismo para ampliar el radio. Hubo 23 muertos en el interior del templo, dos afuera y el último en el hospital.

Según la versión oficial, un residente le replicó con su rifle. Uno y otro se enzarzaron a balazos. Kelley perdió su arma en la refriega. Se subió a su vehículo y emprendió la huida. En el coche llevaba dos pistolas, una Glock de nueve milímetros y una Ruger 22.

Una incógnita era cómo pudo adquirir esas armas. El ejército reconoció anoche que no informó al FBI sobre la condena que le impuso en su día. Así que no había prohibició­n para comprar ese armamento. Trabajaba de guarda de seguridad, pero sin pistola.

“El buen samaritano es un héroe”, dijo el sheriff Tackitt.

El Dallas Morning le identificó como Stephen Willeford, de 55 años, que salió descalzo en defensa de sus amigos. Otro residente en la zona, Johnnie Langendorf­f, iba en su vehículo en busca de su novia y vio a los dos hombres dis- parándose. Identificó al vecino, que además le planteó una cuestión: “Sigue a ese coche”. No se lo pensó: “Actué de la manera que pensé era la correcta”, explicó en una de las múltiples entrevista­s ante las cámaras. Langendorf­f no iba armado, ni sabía que perseguían al autor de una matanza.

“El vecino con el rifle vino a mi camioneta, abrió la puerta y me comentó que ‘se ha disparado en la iglesia y hemos de ir a por él, vamos a cazarlo’, y es lo que hicimos, simplement­e cazarlo”, añadió. A 150 kilómetros por hora.

“Fue una respuesta de actúa ahora y pregunta luego, no era para estar asustado, la situación tenía sentido y, en cierto sentido, estaba bajo control porque si estoy al volante, todo va bien”, prosiguió. A su vez, llamó a emergencia­s para avisar a la policía en la dirección en que se movían.

Kelley, en la huida, también hizo una llamada. A su padre. Le confesó que le habían disparado y que no creía que sobrevivie­ra, afirmó Martin. Se suicidó tras salirse de la carretera, a unos diez kilómetros de la iglesia. Tenía un tiro en el brazo, otro en el torso y uno, el que se pegó, en la cabeza.

“Duermo más tranquilo sabiendo que no matará a mas gente”, confesó Langendorf­f.

EL OLVIDO DEL EJÉRCITO

Kelley podía comprar armas porque el FBI no recibió el informe sobre la condena militar

SUICIDIO EN LA FUGA

El autor de la matanza llamó a su padre en la huida y le dijo que no iba a sobrevivir

 ?? RICK WILKING / REUTERS ?? Vecinos de Sutherland Springs expresan su tristeza por la matanza en la First Baptist Church
RICK WILKING / REUTERS Vecinos de Sutherland Springs expresan su tristeza por la matanza en la First Baptist Church
 ?? DEPARTAMEN­TO DE SEGURIDAD PÚBLICA DE TEXAS / EFE ?? Devin Kelley
DEPARTAMEN­TO DE SEGURIDAD PÚBLICA DE TEXAS / EFE Devin Kelley
 ?? ALEX SEGURA / EFE ?? Johnnie Langendorf­f condujo el coche en el que persiguier­on al pistolero para darle caza
ALEX SEGURA / EFE Johnnie Langendorf­f condujo el coche en el que persiguier­on al pistolero para darle caza
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain