El escándalo de ‘Sexminster’ pone al Gobierno de May contra las cuerdas
La primera ministra pide una “nueva cultura sexual” en el Parlamento británico
Por si no tuviera bastantes problemas con el Brexit, la economía y una frágil coalición de gobierno sostenido por los ultraconservadores del Uster, Theresa May tiene miedo de que el escándalo de los acosos sexuales en Westminster (le llaman Sexminster) se le escape de las manos. Al fin y al cabo ya ha caído un ministro –Michael Fallon–, está en el ojo del huracán su principal asesor –Damian Green– y la mayoría de acusaciones son contra diputados conservadores.
La primera ministra demandó ayer una “nueva cultura en las relaciones entre jefes y subordinados políticos” dominada por el respeto, y convocó a los líderes de los demás partidos para establecer nuevos mecanismos para atender de una manera mucho más rápida y efectiva a las quejas de abusos y acosos sexuales. Hasta ahora, las víctimas han tenido miedo de presentar denuncias por las consecuencias que ello pudiera tener para sus reputaciones y carreras.
Westminster está dominado por una cultura machista, en la que viejos verdes (algunos no tan viejos) consideran normal y aceptable, parte del juego, poner la mano en la rodilla de una ayudante o becaria, o enviar mensajes de texto de contenido sexual a colegas. En los últimos días todo ha saltado por los aires como efecto secundario del caso Weinstein (el productor de Hollywood acusado por varias actrices), y la pila de denuncias es cada vez más alta.
El principal perjudicado es el Partido Conservador, porque es al que muchos británicos identifican con esa prepotencia, con una actitud de superioridad de clase, como si sus diputados tuvieran una especie de derecho de señorío sobre las chicas que trabajan para ellos. Las manzanas podridas son sólo unas cuantas, pero amenazan con arruinar toda la cosecha.
El cese fulminante del ministro de Defensa, Michael Fallon, ha puesto en evidencia la fragilidad del Gobierno y la virulencia de las luchas intestinas como consecuencia del Brexit. Tras enterarse de que Fallon estaba presionando para provocar su caída en la próxima remodelación, la líder de los Comunes, Andrea Leadsom, acudió a Downing Street con una carpeta llena de quejas de acoso sexual contra su enemigo, y convenció a Theresa May de que tenía que cortar por lo sano.
El problema de la premier es que la cosa no ha acabado ahí, ni mucho menos. A las acusaciones que ya circulaban contra el viceprimer ministro de facto, Damian Green, de haberse insinuado y toqueteado sin su consentimiento a una ayudante, se ha añadido la de que la policía encontró hace años, en el transcurso de una investigación criminal, material pornográfico en un ordenador de su oficina. El interesado, que ve en peligro su supervivencia como principal hombre de confianza de May y bombero oficial de Downing Street, lo niega todo.
El goteo de diputados (algunos de ellos con cargos ministeriales) implicados en el escándalo continúa. A la defensiva se encuentran también Stephen Crabb, Dan Poulter, Daniel Kawczynski y Charlie Elphicke, bajo acusaciones de mayor o menor gravedad. El Partido Laborista ha suspendido al parlamentario Kelvin Hopkins, por supuesto “contacto inapropiado” con una activista, mientras investiga las alegaciones de una mujer (Bex Bailey) de haber sido violada en el transcurso de un acto oficial en el 2011. El asunto puede
El asunto de los acosos sexuales puede ser incluso más grave que el de los gastos parlamentarios
alcanzar incluso una mayor gravedad que el escándalo de los gastos parlamentarios fraudulentos hace unos años.
Para agravar la crisis de gobierno, un sector de los tories ha respondido airada al nombramiento de Gavin Williamson (apodado “el asesino con cara de niño”) como sucesor de Fallon, por considerar que carece de la experiencia necesaria para un cargo tan importante, y su único mérito es haber seducido (políticamente hablando, claro) a Theresa May, que lo ve como un potencial sucesor en el número 10 cuando finalmente se vea obligada a retirarse del primer plano. Como muy tarde antes de las próximas elecciones generales. Y más pronto si las negociaciones del Brexit saltan en cualquier momento por los aires.