La Vanguardia

Las diversas partes de un hombre

- Quim Monzó

El gran escritor ampurdanés diría que hay dos tipos de personas: aquellas que gustan de exhibirse sin necesidad de coartada y aquellas que gustan de exhibirse pero necesitan una para no pasar vergüenza. En estos últimos tiempos ha habido un gran crecimient­o de esta última categoría. Animalista­s que se desnudan y se manchan con pintura roja en protesta contra las corridas de toros. Veganos que se desnudan para pedir la abolición de los filetes Chateaubri­and con salsa bearnesa. Activistas de Femen que ya no recuerdo exactament­e por qué enseñan los pechos. Todos ellos lo hacen tan a menudo que ver a alguien que se desnuda para protestar ya no impresiona. Impresiona­ría si vistiera esmoquin y chirucas.

Pero muchos insisten, incapaces de encontrar otra forma de captar la atención. Los dos últimos casos conocidos implican a un violinista y a un artista plástico. El violinista es Glen Donnelly, que fue miembro de la Orquesta Sinfónica de Londres. Del todo desnudo, excepto por el arnés del paracaídas, desde cinco kilómetros de altura saltó hace un par de meses de un avión mientras tocaba el violín. Lo hacía para llamar la atención sobre los

Los dos últimos casos de desnudos reivindica­tivos implican a un violinista y a un artista plástico

hombres con trastorno dismórfico corporal. Bueno.

El artista plástico es el barcelonés Adrián Pino Olivera; dos apellidos que son cosecha ideal para Màrius Serra. Su ímpetu creativo lo lleva a situarse ante obras de arte y hacer performanc­es. En la Galleria degli Uffizi, se arrodilla ante El nacimiento de Venus de Botticelli. En la Galleria dell’Accademia, posa ante el David de Miguel Ángel. En el Museo del Prado, con la Maja desnuda de Goya. En el MNAC, con el Pantocráto­r de Taüll. En el Louvre, ante la Victoria de Samotracia. En la Tate Gallery se vierte una botella de agua por la cabeza, cae al suelo y adopta la postura de la Ofelia de Millais. Impagable. Antes de cada actuación se mete los genitales entre los muslos para que su pubis parezca de mujer (de mujer sin vagina, se entiende). ¿Por qué esa devoción por la mujer? Lo explica en una interviú en la revista Código Nuevo: “Todo mi arte se basa en la necesidad de comunicar que, para mí, lo femenino es superior a lo masculino y que hay una fuerza originaria de la Tierra en su estado más virgen que puede ayudar a superar la mediocrida­d en la que estamos instalados como sociedad capitalist­a”. Y aún más: “Nuestra realidad está repleta de muestras: las guerras, el urbanismo repleto de rascacielo­s para ver quién la tiene más grande, etcétera. Es una realidad masculina desconecta­da de lo sensible, lo tierno, lo humano que nos da lo femenino, la madre”.

En general, los hombres valoran poco su parte femenina. Pino Olivera es una excepción. Y Joan Coscubiela otra. El sábado, después de que le agradecier­an su trabajo de portavoz de CSQP durante esta “durísima legislatur­a”, Coscubiela escribió un tuit que decía: “Me habéis hecho emocionar. Habéis hecho que saliera mi parte femenina”. Más hombres como él tendría que haber, capaces de emocionars­e como sólo pueden hacerlo las mujeres; o las femeninas partes –con perdón– de los hombres.

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