La Vanguardia

Historias de Pérez-Reverte

- Josep Massot

No se oyeron denuestos, jactancias, baladronad­as ni ecos de los tercios de Flandes en el Saló de Cent . Fue Arturo Pérez-Reverte, y no el capitán Alatriste, quien ayer recogió el quinto premio Barcino de Novel·la Histórica de manos del socialista Jaume Collboni y ante la presencia de los dos únicos concejales que asistieron al acto; Carina Mejías (Ciudadanos) y Alberto Fernández Díaz (PP).

En el discurso de agradecimi­ento, el escritor hizo historia de su vida de escritor y se remontó, como los historiado­res, a los inicios, a su infancia. Allí, dijo, construyó el imaginario que después volcó en sus libros. Fue en casa de sus abuelos, en una biblioteca en la que colgaba en una de sus paredes una reproducci­ón de Las Lanzas, el cuadro que Felipe IV encargó a Velázquez para que decorara el Salón de Reinos, la sala que debía visualizar la épica imperial de los Habsburgos españoles, y que representa a Nassau de Orange rindiendo Breda al general Espínola. En la biblioteca familiar Pérez-Reverte dice que de niño, aún antes de leer, se empapó de las gestas que reflejaban los grabados y estampas de los libros sobre las Cruzadas y la Conquista de América. Después, ya niño lector, se enfrascó en los folletines del siglo XIX, y los libros de Dumas, Walter Scott, Dickens, Galdós... hasta darse cuenta de que “todos los libros de historia hablaban de mí”, es decir, que la historia le explicaba a él mismo y a su época, y aprendió a mirar de cerca la Historia: al contemplar el cuadro de Velázquez, no fijarse en Espínola y en Nassau, sino en los soldados anónimos que portaban las lanzas para darles vida en sus novelas.

Sergio Vila-Sanjuán, en nombre del jurado (Care Santos, Óscar López, Enric Calpena y Sergi Doria) recordó, al glosar la obra del premiado, que en los años ochenta, cuando la modernidad literaria española tenía la vida urbana y Nueva York como referencia, Pérez Reverte rompió la tendencia y devolvió el siglo XIX a la literatura, introducie­ndo la novela histórica en una narrativa que durante la Transición había tenido la Guerra Civil como estrella temática. En sus novelas, señaló Sergio Vilasanjuá­n, el escritor de Cartagena presenta cómo la historia queda torcida por malvados poderosos bajo cualquier bandera y cualquier ideología, a pesar de personajes que tienen como valores el compromiso, el honor, la honra, el habla de germanía y la facilidad por el mamporro.

Para Vilasanjuá­n, el secreto de la narrativa de Pérez-Reverte es “recurrir a la memoria más antigua y trabajar con vivacidad y ritmo”. Tal vez por esa vivacidad narrativa y sencilla, el autor premiado dijo que “soy un escritor feliz que disfruto mientras escribo”, a diferencia de otros con escritura más compleja, como Javier Marías, que aseguran “sufrir escribiend­o”.

“Yo sé que voy a morir”, dijo de repente el escritor, ante el pasmo del público. “En cambio, ustedes no saben que morirán”. Lo dijo indiferent­e y a media voz, así que no sonaba a amenaza, sino a preludio de su relato sobre los crímenes, torturas y matanzas que dijo haber visto en Sarajevo, Beirut o Nicosia cuando era periodista. “El ser humano es peligroso. Lo sé. No lo he leído en los libros. Lo he vivido. El olor de la guerra no se desvanece nunca, queda para siempre en la nariz”, dijo. “El ser humano mata, tortura, viola, quema. El ser humano no cambia. Sólo cambian las normas y las medidas que la sociedad impone. Es el mismo que monta acaballo para cortar cabezas y violar a las troyanas”, decía cabizbajo para q ue una ovación despidiera sus palabras.

El autor recuerda que de niño construyó su imaginario con grabados de las cruzadas y la conquista de América

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DAVID AIROB El teniente de alcalde Jaume Collboni entrega el premio Barcino de novela histórica a Arturo Pérez-Reverte
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