La impunidad del insultante
Martirizar al árbitro o a un jugador rival sale gratis casi siempre
Zaragoza, febrero del 2006. El blaugrana Samuel Eto’o no aguanta más y decide abandonar el partido que está jugando el Barça en La Romareda. Está harto de los insultos racistas. Entre el árbitro y el entrenador barcelonista, Frank Rijkaard, consiguieron reconducir la postura del futbolista camerunés, pero su determinación consiguió endurecer la legislación y que los casos de racismo en el fútbol español se denuncien y se castiguen.
La Comisión Estatal contra la violencia, el racismo, la xenofobia y la intolerancia en el deporte recoge las denuncias y propone las correspondientes sanciones. Que se refieren a casos de racismo, pero también a incidentes violentos. Pero con los insultos sigue la manga ancha. Acudir a un espectáculo deportivo, sobre todo campos de fútbol, y dedicarse a insultar al equipo arbitral o al conjunto rival sale gratis. Incluso si se hace de forma sistemática. En los únicos casos en los que se abren expedientes sancionadores es cuando el insulto se pronuncia de forma amplia por una gran cantidad de público. Si una grada entera de un estadio de fútbol se dedica a insultar al exmadridista y hoy entrenador del Málaga Míchel, o bien a Leo Messi o a Cristiano Ronaldo, el caso sí puede derivar en sanción. Pero el castigado es el club. Para el aficionado solitario o en grupo pequeño hay impunidad.
La afición del Sevilla, por citar un ejemplo, ha sido castigada por estos motivos. Así, en el partido contra el Real Madrid del 8 de noviembre del 2015 se profirieron cánticos del estilo “ese portugués hijo puta es” (a Cristiano Ronaldo) o insultos diversos a Sergio Ramos. La sentencia judicial (el caso llegó a la Audiencia Nacional) señaló que no se trataba de “conductas intrascendentes” y que la expresión dirigida a Ronaldo era “claramente denigratoria, vejatoria y atentatoria contra la dignidad de su actividad como deportista, además de una inaceptable alusión a su origen nacional, en el marco de una multitud de comportamiento imprevisible y frente a cuyo insulto, el deportista no puede defenderse”. Pese a todo ello, el castigo fue de sólo 9.000 euros por considerar “los esfuerzos del Sevilla para evitar esas conductas”.
En cambio, en la memoria 20152016 (última publicada) de actuaciones de la Comisión Antiviolencia aparecen 1.246 propuestas de sanción. Desde promover o participar en altercados (la mitad) hasta lanzamiento de objetos, introducción de armas, apedrear autobuses... Los únicos casos de insultos aparecen en el apartado “agresión o insulto a policías o vigilantes de seguridad”. Nada sobre insultar a árbitros o jugadores. Se mantiene la impunidad excepto en los cánticos de gradas o grupos de animación, que se persiguen por otras vías.
Sólo si el insulto llega a coro desde una grada o un grupo amplio puede haber sanción