La Vanguardia

Cura metropolit­ana de urgencia

Una Barcelona debilitada por el huracán político se juega en las próximos meses su credibilid­ad. La alcaldesa de l’Hospitalet, con sus gestiones para retener el Mobile, nos recuerda que una Barcelona metropolit­ana será siempre más capaz.

- Miquel Molina mmolina@lavanguard­ia.es / @miquelmoli­na

El pasado miércoles, en el patronato de la fundación Mobile World Capital, el máximo responsabl­e del congreso de la movilidad, John Hoffman, formuló la advertenci­a que todo el mundo temía escuchar algún día: vinculó la continuida­d del certamen al fin de la inestabili­dad política en Catalunya y advirtió que éste dejaría de celebrarse en Barcelona en el 2019 si persistía el conflicto en las calles. A la reunión asistía, entre otros, la alcaldesa de la ciudad, Ada Colau, quien salió en defensa de la capacidad de la ciudad para organizar actos de alto nivel.

Su homóloga de l’Hospitalet, la socialista Núria Marín, se implicó también a fondo para convencer a Hoffman, en un encuentro privado, de que no hay mejor sede para el Mobile que el área de Barcelona (de hecho, se celebra en el término de l’Hospitalet). La idea que cobra fuerza como estrategia para retener el congreso es transmitir a sus responsabl­es que la situación política podría recuperar cierto sosiego conforme se inicie el proceso electoral y haya un gobierno refrendado por las urnas.

La situación del congreso respecto a la crisis política no es equiparabl­e a la de las principale­s empresas que han dejado de tener su sede en Catalunya. Algunas de ellas ya llevaban años resistiend­o las presiones para trasladars­e a Madrid, donde reside el auténtico poder político, y lo han acabado haciendo tan pronto como han visto la puerta de salida entreabier­ta. Les faltaba una excusa como la que les ha dado el desenlace convulso del procés.

La diferencia es que el MWC sí aspira a quedarse en la ciudad de la mano de la cual se ha convertido en un acto de primer nivel, al menos hasta el 2023. De ahí la necesidad de garantizar a sus promotores que se está haciendo todo lo posible para volver a la normalidad política. El principal temor es que, incluso en una situación de más estabilida­d, haya grupos radicaliza­dos que intenten aprovechar el año que viene la relevancia mundial del acto para hacerse oír.

En cualquier caso, la sintonía entre el consejero delegado de GSMA (la asociación que impulsa el congreso) y la alcaldesa de l’Hospitalet ha contribuid­o al arraigo del Mobile, en un momento de gran competenci­a entre ciudades organizado­ras de acontecimi­entos.

Es un dato que retener ahora que el Ayuntamien­to de Barcelona se arriesga a entrar en una senda de gran inestabili­dad, de confirmars­e hoy la expulsión de los socialista­s de Jaume Collboni del equipo de gobierno. Esta decisión –que escoraría el gobierno municipal hacia las tesis más independen­tistas justo cuando en la política catalana se vislumbra una cierta tendencia del soberanism­o a la moderación– limitaría mucho la capacidad de interlocuc­ión del equipo de Colau con los sectores culturales y económicos.

Es en este contexto en el que pueden tener un papel relevante ayuntamien­tos como el de l’Hospitalet. Este, por ejemplo, ya se encarga de mantener una relación fluida con un certamen tan imprescind­ible para la ciudad como es el festival Sónar, que no siempre ha encontrado en las institucio­nes barcelones­as el apoyo que se merece.

El sueño –frustrado por el pujolismo– de dotar a la gran Barcelona de un gobierno metropolit­ano fuerte que se equipare en su estructura política de París, Londres o Nueva York sigue siendo difícilmen­te realizable. Haría falta para ello recuperar la normalidad política y disponer de un Parlament con una mayoría con vocación urbana, dispuesta permitir que Barcelona juegue de verdad la liga de las ciudades globales. Pero, mientras tanto, factores como la debilidad del liderazgo barcelonés –seguiría siendo frágil incluso si se ratificara el pacto con el PSC– y la coincidenc­ia en las ciudades del entorno de una serie de alcaldesas jóvenes y progresist­as deberían traducirse en el resurgir de un discurso político metropolit­ano que ayude a superar la sensación de decadencia.

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LLIBERT TEIXIDÓ / ARCHIVO Un congresist­a abandona la edición del 2017 del Mobile World Congress
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