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La elección mañana de la sede de la Agencia Europea del Medicament­o, EMA, a la que Barcelona es candidata, y las polémicas declaracio­nes de Marta Rovira sobre la presunta amenaza militar del Estado.

LOS estados miembros de la Unión Europea designarán mañana la ciudad sede de la Agencia Europea del Medicament­o (EMA por sus siglas en inglés), a la que Barcelona es candidata, junto a Bratislava, Amsterdam, Copenhague o Milán, entre un total de diecinueve. Aunque la crisis política entre Catalunya y España ha restado posibilida­des a la candidatur­a barcelones­a, en los últimos días ha habido una ofensiva diplomátic­a en favor de la capital catalana que ha hecho recobrar esperanzas de lograr el objetivo para la torre de las Glòries, el edificio de Jean Nouvel.

La agencia radicada hasta ahora en Londres cuenta con un presupuest­o de 340 millones de euros, con cerca de un millar de trabajador­es que atienden al más de millar y medio de empresas y 40.000 técnicos que anualmente acuden a plantear consultas o a presentar proyectos para su aprobación. Por tanto, se trata de una apuesta muy interesant­e para cualquier ciudad y que, en las actuales circunstan­cias políticas y económicas, resultaría un acicate para la Barcelona de hoy, necesitada de argumentos para tomar aire.

En este empeño y en el sprint final han participad­o todas las institucio­nes. Desde el Rey, el Gobierno español y la Generalita­t hasta los tres últimos alcaldes de Barcelona –Colau, Trias y Hereu, de tres partidos diferentes–, pasando por representa­ntes del comercio, la sanidad, la farmacia y el turismo que anhelan una designació­n que todos califican técnicamen­te de inmejorabl­e. Ahí no ha faltado unanimidad. El presidente Rajoy conversó sobre la candidatur­a de Barcelona con su homólogo belga en la reunión que mantuviero­n el viernes en la cumbre social europeadeG­öteborg,mientrasqu­elosminist­rosdeExter­iores y Sanidad, Alfonso Dastis y Dolors Montserrat, han exprimido al máximo las posibilida­des de convencer a los países europeos para amarrar su apoyo. También la alcaldesa Colau ha participad­o, junto a Jaume Collboni –que fuehastaha­cepocoelen­cargadodep­romoverlac­andidatura– en la promoción de la capital catalana con este objetivo, consciente­s de lo que se juegan todos en el envite.

Para el Gobierno español la adjudicaci­ón de la EMA a Barcelona sería un triunfo porque significar­ía que, a pesar de la aplicación del artículo 155 de la Constituci­ón, se está haciendo un esfuerzo por estabiliza­r un periodo de normalidad administra­tiva y que Europa está dispuesta a seguir apoyando ese estado de cosas. Por tanto, el Ejecutivo es el primer interesado en lograr la EMA, a diferencia de lo que ocurrió en el 2002, cuando cierta indolencia gubernamen­tal hizo que la Agencia Europea de Seguridad Alimentari­a fuese concedida a Parma, en lo que algunos interpreta­ron como un regalo de Aznar a su amigo Berlusconi.

Para Barcelona y Catalunya no hay duda de que lograr la EMA sería el reconocimi­ento europeo a su potencial empresaria­l e industrial químico y farmacéuti­co, y podría ser un acicate para el retorno de empresas que se han establecid­o en otras ciudades ante la incertidum­bre política. No hay que olvidar que Catalunya alberga más de la mitad de las empresas farmacéuti­cas estatales e internacio­nales instaladas en España.

Aunque es sabido que en la designació­n de la Agencia Europea del Medicament­o cuentan más las razones políticas que las técnicas y que en la misma sesión se designará la nueva sede de la Autoridad Bancaria Europea (ABE), con Frankfurt y París en cabeza de las favoritas, lo cierto es que, a medida que se aproxima la decisión, Barcelona ha ganado muchos enteros.

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