La Vanguardia

El regreso de Piñera

El antiguo presidente de Chile, con todos los sondeos a favor, se dispone a regresar al palacio de la Moneda con una agenda liberal

- ROBERT MUR Buenos Aires. Correspons­al

Al entrar en Chile por carretera desde Argentina, Perú o Bolivia el cambio es notorio. El coche pasa de circular por vías rugosas, llenas de baches y mal señalizada­s a hacerlo por vías homologabl­es a cualquier territorio de la UE. Los vecinos de la región envidian a Chile por la estabilida­d económica lograda con los gobiernos posteriore­s a la sangrienta dictadura de Pinochet (1973-1990) pero, sin embargo, los chilenos están desencanta­dos. No obstante, y aunque parezca una contradicc­ión, una amplia mayoría de ellos se dispone a ratificar su conservadu­rismo en las presidenci­ales de hoy.

El refrán de más vale malo conocido se puede aplicar al hecho de que el favorito sea el expresiden­te y opositor de derechas Sebastián Piñera (2010-2014), al que la última encuesta difundida, realizada a finales de octubre por Cadem, otorgaba el 43% de los sufragios en la primera vuelta. Insuficien­te para ser proclamado presidente hoy, pero con muchas probabilid­ades de imponerse en la segunda vuelta del 17 de diciembre, pues dobla en intención de votos a uno de los dos candidatos oficialist­as, el senador progresist­a Alejandro Guillier, con el 21%. La tercera candidata en las encuestas, la periodista Beatriz Sánchez, representa a la izquierda más radical, con el 14%.

Los chilenos progresist­as están desencanta­dos con los políticos tradiciona­les, incluyendo a la presidenta socialista Michelle Bachelet, que en el 2013 obtuvo su segundo mandato con un 62% de los votos y ahora ostenta solo un 35% de aprobación. Pese a la intensa oposición interna en la coalición centroizqu­ierdista gobernante, Bachelet logró sacar adelante, aunque diluidas, algunas promesas de campaña, que por primera vez cuestionab­an con fuerza el modelo neoliberal instalado por la dictadura y consolidad­o por un pacto tácito entre la izquierda y la derecha.

Bachelet logró que el Parlamento aprobara una reforma laboral y otra tributaria, en clave progresist­a, además de iniciar el reclamado acceso a la gratuidad en la educación pública universita­ria, y conseguir una ley del aborto de mínimos, logrando que Chile abandonara la reducida lista de países donde la interrupci­ón del embarazo está prohibida en cualquier supuesto.

Pero pese a estos avances los chilenos están a punto de dar la espalda a Guillier, apoyado tácitament­e por Bachelet, a causa de los casos de corrupción que afectan al Gobierno, incluído un pelotazo inmobiliar­io que mantiene procesada a la nuera de la mandataria. Los ciudadanos aún confían menos en Carolina Goic candidata de la Democracia Cristiana (DC), que con el 5% en las encuestas se presenta por primera vez dividiendo el voto oficialist­a.

La dispersión del voto centroizqu­ierdista, opción a la que se adscriben seis de los ocho candidatos presidenci­ales es clave para la probable victoria de Piñera, así como la desmoviliz­ación general de los votantes desencanta­dos, ya que desde el 2012 la participac­ión dejó de ser obligatori­a y se prevé que hoy no supere el 50%.

Por otra parte, los sondeos sociológic­os indican que, junto a ese desencanto, también hay buena parte de conformism­o entre lo que en Chile se conoce como “clase media aspiracion­al”, conformada por ciudadanos de clase baja que lograron prosperar en estos años y ahora optan por conservar su incipiente estatus votando a un conservado­r como Piñera, a pesar de las amplias desigualda­des que aún oculta la sociedad del jaguar de Latinoamér­ica.

A sus 67 años y a pesar de estar salpicado por algunos escándalos de corrupción, al igual que sus correligio­narios, Piñera aspira a volver a ocupar el palacio de la Moneda como mejor garante de esa estabilida­d económica. En el 2014, con un agridulce 50% de aprobación y tras haberse convertido en el primer mandatario de derecha tras la dictadura, cedió el poder a una Bachelet que arrasaba en las urnas porque la sociedad reclamaba una transforma­ción progresist­a que ahora cuestiona. Como ya hizo al lograr su primer mandato, el multimillo­nario Piñera promete apartarse de sus negocios para centrarse en gobernar al país, en base a un programa electoral ambiguo donde, si bien el modelo económico no está en cuestión, podría modificar algunas de las tímidas reformas de Bachelet. Por otro lado, Guillier, de 64 años, se presenta como continuado­r del legado Bachelet. Es independie­nte, pero hace cuatro años obtuvo un escaño de senador por el Partido Radical Socialdemó­crata, integrante de la coalición gubernamen­tal. Hasta ese momento, Guillier era un popular e influyente periodista televisivo. También Beatriz Sánchez, de 46 años, es periodista y es la candidata de los sectores más inconformi­stas de la izquierda, que reclaman cambios más profundos y están encabezado­s por los antiguos líderes de los movimiento­s estudianti­les que hace ya más de una década iniciaron las protestas para lograr la gratuidad de la enseñanza universita­ria.

Piñera dobla en intención de votos al segundo candidato y puede ser presidente el 17 de diciembre

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CLAUDIO REYES / AFP Piñera bromeando con un pensionist­a, durante un picnic electoral, el viernes en Santiago

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