La Vanguardia

El tirano que quiso ser eterno

Varias manifestac­iones en Zimbabue piden la renuncia al poder de Robert Mugabe, que lleva 37 años en el poder

- XAVIER ALDEKOA Barcelona

Robert Mugabe no se tomó a bien la pregunta. El año pasado, durante una entrevista en la televisión estatal, el presentado­r se salió del guión y le preguntó por su jubilación y sus posibles sucesores. El político nonagenari­o miró con frialdad al periodista y espetó: “¿Quieres que te derribe de un puñetazo para que puedas darte cuenta de que aún estoy aquí?”

En el 2008, justo después de perder la primera vuelta de las elecciones y ver peligrar su reinado, Mugabe soltó otra frase para la historia: “Sólo Dios podrá echarme”. Pocos días después desató una brutal violencia con decenas de asesinados, su rival se retiró y conservó el poder.

Ayer miles de personas se congregaro­n en la capital, Harare, y otras ciudades del país para pedir la renuncia de Mugabe, de 93 años. Los manifestan­tes, que llevaban carteles con mensajes impensable­s hace dos semanas como “Basta ya, Mugabe debe irse” o “Libertad para Zimbabue”, se congregaro­n en las calles y vitorearon a los militares, que el miércoles dieron un golpe para destituirl­o y evitar así los intentos de su esposa Grace de sucederle. Aunque las negociacio­nes continuaba­n ayer para ver cómo y cuándo Mugabe cede el poder no será Dios quien le destituya: el veterano líder ha perdido el apoyo de sus compañeros de partido, de los militares y ahora también de las calles.

La era Mugabe toca a su fin. Hay dos palabras que repiten quienes han conocido al camarada Bob para definirle: testarudo e inteligent­e. Habría que añadir otra: racista, de blancos y negros. Nacido en 1924 en Kutama, en el norte de la entonces Rodesia del Sur, Mugabe vivió de cerca la injusticia blanca de los colonos británicos. Hijo de un carpintero y una profesora, su carácter rebelde se moldeó cuando, de niño, vio como las leyes racistas oprimían a sus compatriot­as negros y les limitaban el acceso a la justicia o la educación. Él tuvo más suerte. Católico devoto, recibió una buena educación en una misión jesuita y continuó su formación en la Universida­d de Fort Hare, en Sudáfrica, donde también estudiaron Nelson Mandela y Desmond Tutu.

Robert Mugabe es un hombre culto. Durante su vida ha acumulado hasta 11 títulos universita­rios, varios de ellos conseguido­s durante la década que estuvo en prisión y ha dado prioridad a la educación. Zimbabue tiene uno de los mejores sistemas educativos del continente con un 90% de alfabetiza­ción.

También ha sido siempre un batallador. Con los aires de la independen­cia y la libertad recorriend­o África, Mugabe se rebeló ante el yugo colonial en su país, donde en los años 60 se reprimía duramente las manifestac­iones, fundó el partido político Zanu, cuyas siglas le acompañan hasta hoy, y luchó desde la clandestin­idad en primera línea. En la trinchera, junto al camarada Bob, es-

Mugabe ha sido un líder racista que hundió la agricultur­a sólo para vengarse de los blancos

taban sus hombres de confianza como el Cocodrilo, como llamaban a Emmerson Mnangagwa, quien fue su mano derecha y probableme­nte le sustituirá en el poder. La guerra acabó en independen­cia del Reino Unido, declarada en 1980 y el ascenso al poder de Mugabe. De aquellos tiempos emana su aura de héroe de la liberación y padre de la nación.

Años antes de la independen­cia, Mugabe concedió una entrevista a la BBC, donde expuso sus intencione­s con un discurso impecable. “Me gustaría establecer una sociedad basada en los principios de igualdad de razas, no como en el actual sistema donde la tierra está repartida por cuestiones de raza, la economía está dividida según las razas y la sociedad está agrupada según su raza. Me gustaría ver todo eso desaparece­r”. No cumplió para nada. Con el país recién nacido, Mugabe, de tribu shona, recurrió a la violencia de estado para consolidar su poder. Ante la disidencia en el sur, especialme­nte entre los ndebeles, mandó a soldados de Corea del Norte para hacer el trabajo sucio. Entre 10.000 y 20.000 personas fueron asesinadas, la mayoría civiles, y el abuso y también la tortura se convirtier­on en la norma durante años.

También se la hizo pagar a los blancos zimbabuens­es. Ante la indiscutib­le injusticia de la distribuci­ón de tierras —los blancos representa­ban el 1% de la población y eran dueños del 70% de la tierra cultivable—, Mugabe inició un plan de nacionaliz­ación radical, que llevó al asesinato de una docena de granjeros blancos y la huida de cientos más.

Las tierras confiscada­s fueron repartidas entre las élites, sin experienci­a en el cultivo masivo, y la producción de alimentos se desplomó. Zimbabue pasó de ser el granero de África a tener que importar para comer.

Ante la corrupción, el hundimient­o de la economía, el desempleo o la ausencia de libertades, el gobierno siempre ha sacado a pasear dos fantasmas: el capitalism­o y el colonialis­mo, a quien Mugabe echaba la culpa de todo. En una ocasión, Desmond Tutu se refirió a él con una definición simple y ajustada: “Mugabe es una caricatura del dictador africano”.

 ??  ??
 ?? -/AFP ?? Miles de personas, con banderas nacionales y pancartas, pidieron ayer en Harare la caída de Mugabe
-/AFP Miles de personas, con banderas nacionales y pancartas, pidieron ayer en Harare la caída de Mugabe

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain