Tarzán contra Trump
El presidente da marcha atrás y vuelve a proteger a los elefantes
Si Tarzán levantara la cabeza –ese hombre mono en blanco y negro encarnado por Johnny Weissmüller–, ya estaría a lomos de algún elefante, encabezando la manifestación de esos mastodontes en oposición a Donald Trump.
En época de máxima división en Estados Unidos entre conservadores y progresistas, los elefantes han propiciado algo al alcance de pocos o ninguno: unir a la causa de su protección a los amigos y a los enemigos del actual inquilino de la Casa Blanca.
El presidente de Estados Unidos, al que muchos definen como un paquidermo en la cacharrería de la política, no deja títere con cabeza, ni nada que huela al legado de su antecesor. Ni los elefantes africanos están a salvo.
No se olvide que el difunto dictador libio Muamar el Gadafi, en su última aparición en la ONU, en septiembre del 2009, saludó a Barack Obama como “el hijo de África”. Y que Trump se pasó años cultivando su prestigio en la ultraderecha con la infamia de que Obama había nacido en Kenia y, por tanto, era un usurpador del Gobierno.
Así que, como una medida más en la demolición de la herencia del primer presidente “de color”, y padre keniata, esta administración republicana decidió acabar con la protección ofrecida en el 2014 a esos mamíferos que habitan en Zambia y Zimbabue. Todo para mayor gloria de los cazadores estadounidenses, a los que Trump les abrió la puerta para regresar a casa con partes de esos mamíferos como alarde de esa animalada en safaris de millonarios. En la tropa de privilegiados que disfrutan pegando tiros figuran Donald Trump jr. y Eric, su hermano. A la que el jueves se notificó que el Servicio de Pesca y Fauna Silvestre levantaba la prohibición, las fotos de los hijos de Trump surgieron en las redes como denuncia. En una se veía a Don jr. sosteniendo con la mano izquierda la cola de un elefante y un cuchillo con la derecha.
La presión de los colectivos en defensa de los proboscídeos llevaron al presidente a anunciar el viernes por la noche en su Twitter –su conducto oficial after hours–, que suspende de manera temporal esa autorización.
“Dejo en espera la decisión sobre los grandes trofeos hasta que se revisen todos los factores de conservación”, comunicó en un tuit. “Bajo estudio por años, pronto lo actualizaremos con el secretario Zinke”, insistió en su micro mensaje.
Luego, el titular del departamento de Interior, Ryan Zinke, emitió un comunicado. “El presidente Trump y yo hemos hablado y ambos creemos que la preservación y la salud de las manadas son críticas”, afirmó. “Como resultado –añadió–, y como una forma de cumplir con la aplicación de las leyes y normas, la concesión de permisos se congela”.
El golpe de efecto de Trump, que por supuesto ayer se colgó medallas retuiteando comentarios elogiosos a la rectificación de un escándalo propiciado por él mismo, tuvo también el efecto de dejar en ridículo, una vez más, a la portavoz de la Casa Blanca. En la rueda de prensa del vienes por la tarde, Sarah Huckbabee Sanders, justificó el fin de la prohibición. “La revisión ha establecido que Zambia y Zimbabwe han alcanzado nuevos y estrictos estándares internacionales en materia de conservación que permiten a los americanos volver a cazar en ambos países”.
Según la versión oficial, revocar la estrategia del anterior ejecutivo permitiría inyectar dinero fresco en esas comunidades, lo que incentivaría “proteger” esa especie.
Pero las redes sociales hervían. En las filas liberales, la comediante Ellen DeGeneres lanzó la campaña “sé amable con los elefantes”. En el otro lado, Lauran Ingraham, fichaje de la Fox para ensalzar el trumpismo, mostró su incredulidad y dijo no entender cómo se puede incrementar el número de ejemplares gracias a “a esta caza furtiva espantosa”.
Los paquidermos consiguen lo que no logran los políticos. Como el poema de Luis Eduardo Aute, “con paciencia y con saliva”, un elefante tuvo rollo “con una hormiga muerta”.